Un River Boca en Mar del Plata

Esdrújula
Ignacio
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4 min readNov 10, 2018

-Un clásico tan grande en una ciudad no tan grande como Mar del Plata es, creo, bastante riesgoso: los hinchas de River y de Boca, identificados con sus respectivas camisetas, se cruzan en todos lados desde temprano: las playas, la calle, los colectivos de línea. Pensando en eso le digo a Fausto que no lleve su remera de River puesta, que mejor la llevemos en la mano y que se la ponga recién al llegar a zona gallina, como para evitar miradas ásperas en el trayecto.

-En las inmediaciones del estadio, banderazos, bengalas y muchos vendedores ambulantes. Antes de hacer la cola para entrar nos sentamos en una plaza para comer unos sánguches de miga. Nos quieren vender una botellita de agua a ochenta pesos. Entonces caminamos dos cuadras y conseguimos un almacenero que nos vende una Levité de manzana grande a treinta. “Yo dejo los precios de siempre; sólo redondeo un poquito para arriba el alcohol”, me explica. Después, en la larga cola para entrar a la cancha, un pibe, señalando la botella y con la lengua patinosa, me dice “mirá que alcohol no se puede pasar”, y cuando le aclaro que es manzana se ríe como si le estuviera haciendo un chiste.

-Situación desagradable después de los primeros cacheos: me para un policía y me dice que tengo que salir de testigo. Me señala un camioncito hermético donde imagino que hay un detenido. Me quiero morir. El cana me muestra una bolsita y me dice “sos testigo de que le secuestramos al detenido esta cantidad de marihuana”. Le pregunto si el pibe va a quedar detenido y me dice que no, que sólo se pierde el partido, que lo largan al final porque la cantidad secuestrada es sólo para consumo. “Qué bajón, pobre flaco”, le digo al cana y él me mira sin entender, se le borra la amabilidad y me pregunta mis datos.

-“Se ve en HD”, me dice Fausto cuando llegamos a la platea y vemos el verde césped. Está feliz; me viene diciendo que es el partido más importante al que va en su vida después del Excursionistas — Sacachispas del 2016. Es su primer superclásico (el sexto mío) y, como a los demás hinchas, no le importa demasiado que sea Copa de Verano. Eso es algo que sólo parece importarles a los jugadores y a los técnicos, y, pensándolo, me molesta bastante. Hay algo egoísta de parte de ellos en bajarle el precio a este partido por tratarse de “un amistoso de verano”. Para las miles de personas que vinieron en decenas de micros desde distintos puntos del país especialmente para el partido no es un amistoso: es uno de los acontecimientos más importantes del año. Pienso que los jugadores deberían hacerle honor a eso y no pensar en este partido sólo como en algo preparatoria para algo más trascendente.

-Fausto grita mucho durante los primeros minutos. “Te vas a quedar afónico”, le digo. “Es lo que quiero”, me dice. Sus gritos hacia los rivales son del tipo “¡volvete a China Tévez, nadie te quiere acá!”. Me hacen acordar a los que daba de más chiquito (hace uno o dos años) en la cancha de Excursio: una vez a un delantero rival con unos kilitos de más le gritó “hay que comer más vegetales eh”; otra vez, a un árbitro que nos bombeaba: “¿Tenés problemas mentales? ¡Resolvelos con tu psicólogo!”.

-Me gusta mucho el llamado “folklore del fútbol”. Pero hay situaciones y cantitos que me sacan del clima. Por ejemplo: uno de los cantitos de ayer era: “Qué feo es ser bostero y boliviano / en una villa tenés que vivir / tu hermana revolea la cartera / tu vieja chupa pijas por ahí”. Horrible mil veces. Para seguir entusiasmado después de eso hay que fingir que no escuchaste nada, como cuando un tío facho dice “hay que matarlos a todos esos negros” en la cena navideña y vos te mordés la lengua para no decir nada y tratás de seguir disfrutando de tu vitel toné.

-Un desastre el operativo de seguridad del post partido: primero salen los hinchas de Boca y a los de River nos hacen quedar en el estadio ¡casi una hora y media más! Hasta la una y media de la mañana estamos secuestrados en el Minella. Y hasta salir a la calle, a paso de tortuga, media hora más. En un momento con Fausto nos metemos por una salida vip y más ágil por la que están saliendo los Borrachos del Tablón y uno de ellos me agarra de un hombro para decirme, como intentando marcar territorio y transmitir autoridad: “primero salimos los de la banda, después los demás”. Yo lo miro como diciendo “podrías ser mi sobrino, mocoso, más respeto, dejame salir con el nene por donde se me cante”, y sigo caminando. Por suerte él no alarga el diálogo gestual.

-Llegamos a la avenida Independencia, por donde pasan los colectivos, pasadas las dos de la mañana. Y a esta hora los bondis no pasan más. Entonces la lucha por conseguir un taxi es encarnizada. Todavía hay algunos hinchas de Boca en las calles pero por suerte no veo ningún incidente con los de River. Caminamos unas diez cuadras, pensando en que cuando se haga de día vamos a seguir caminando, y entonces me decido a hacer dedo e increíblemente el auto que para es un remís sin identificación. Con Fausto festejamos eso como si fuera otro gol y a las tres menos cinco de la mañana estamos en la cama, cansados y felices.

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