Anoche, entre dormido, imaginé que le contaba a mi viejo que su nieto Fausto ya no era el nenito de siete u ocho años que él había visto por última vez, que ahora era un pre adolescente de doce más alto que él y con el pelo teñido, que seguía fanático del fútbol y que el otro día había metido su primer gol con la camiseta de Excursionistas, que yo seguía en pareja con Eugenia, la chica que él había conocido en el hospital, y que desde entonces me había mudado varias veces y ahora vivía un poco en Belgrano y otro poco en Caballito, que un mes y medio después de su muerte Macri había ganado el ballotage pero que mejor no hablemos de política porque si se enteraba de que su UCR yrigoyenista y alfonsinista se había convertido en el furgón de cola de la peor derecha conservadora antipolítica y neoliberal se volvía a morir, que yo seguía escribiendo novelas y cuentos y que hacía poco había publicado una novelita que seguramente a él le habría gustado más leer que mis libros anteriores, que Liniers había quedado eliminado del Federal B hacía unas semanas y que Olimpo acababa de bajar dos categorías hasta el Federal A, que yo ya tenía cuarenta y dos años y que a veces me veía diciendo cosas que él decía a esa edad, que todes sus otres nietes también estaban enormes y divines, que eso de hablar con la e era una cosa nueva llamada lenguaje inclusivo, que el otro día había soñado con la forma en que se dejaba caer los anteojos sobre la nariz para mirar mejor las milanesas de pollo que le encantaba comer en los restaurantes, que hacía un par de veranos habíamos ido a Sierra y habíamos pasado por nuestra vieja casa, que hacía bastante que no iba a Bahía pero que el último verano estuve en Monte Hermoso y varios amigos suyos me hablaron de él, que yo ya sabía que no estaría escuchando nada lo que le decía porque él nunca había creído en el cielo ni en Dios ni en la vida después de la muerte ni en nada parecido pero que era re loco porque yo tampoco creía en nada de eso pero sin embargo veía claramente los gestos de su cara y escuchaba sus palabras y las inflexiones de su voz ante cada una de las cosas que le estaba contando.
