Nu metal: ¿Por qué tanto odio?

Henry Lee Schmidt
Henry Lee Escribe
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6 min readAug 30, 2019

En la segunda mitad de los noventa se fraguó un cambio en el mundo del metal. Una serie de bandas jóvenes pusieron patas arriba la escena imperante, creando un fenómeno nuevo, fresco y dinámico. Se le llamó nu (nuevo) metal, y gozó de muy buena salud comercial durante aproximadamente siete años.

Hasta aquí todo correcto. Ahora bien: mientras otros subgéneros pasajeros han pasado a la historia con aceptación o incluso alabanzas, como es el caso del crossover o el groove, el nu lo ha hecho con un pésimo recuerdo. Tildado de vacío, comercial, simplón y hortera, su mención deja un reguero de insultos y críticas en foros, redes y conversaciones ocasionales. ¿Por qué?

Me parece una injusticia. Creo que su imagen general ha sido desdibujada y cariturizada con los años, sin reconocer y aplaudir muchos de sus méritos. El principal de ellos, ampliar horizontes: con el nu se introdujeron una gran variedad de influencias musicales externas, rompiendo moldes mentales con ello y accediendo a un público masivo. En realidad, el estilo supuso un soplo de aire fresco en un momento en el que el grunge agonizaba y el thrash parecía haber tocado techo comercial. Su influencia cambió el sonido metal de manera irreversible (para bien). Esta es mi defensa.

Ruptura en el sonido

No es de extrañar que mucho metalero clásico se pusiera a la defensiva con la llegada del nu metal: de repente, las guitarras potentes y la agresividad vocal eran perfectamente compatibles con la música electrónica, el rap, el funk e incluso los sonidos tribales o latinos. Era, en efecto, un desafío hacia muchos elementos que hasta entonces eran intocables en el estilo. Veamos resumidamente cuáles fueron esos componentes rupturistas del nu metal:

Menos growl

El nu metal popularizó líneas vocales donde el growl (la voz gutural) no era necesariamente la norma, combinándose con partes cantadas, rapeadas o incluso recitadas lacónicamente, como popularizó Jonathan Davis de Korn. Sin embargo, el recurso más usado y recordado fue el rapeo, relegando el growl a estribillos o incluso a partes C. Limp Bizkit o Linkin Park fueron sus mayores representantes.

Sin solos

La guitarra eléctrica ha sido siempre la reina indiscutible del sonido metal sobre el resto de instrumentos. Todo giraba entorno a los riffs y los solos, veloces a ser posible. Al llegar el nu, se produjo un cambio: los solos desaparecieron, sustituidos por riffs sincopados muy pesados que a menudo se combinaban con armónicos o algún punteo con un pedal de efectos. Para remarcar el contraste con las partes ‘blandas’, se popularizaron las afinaciones muy graves, así como las guitarras de siete cuerdas.

¡Hay bajo!

Tradicionalmente, el bajo ha sido uno de los grandes olvidados dentro del metal. Para percibirlo había que ser bajista o tener un oído muy fino. En el nu metal, por el contrario, el bajo se revelaba y adquiría un rol importante, ya que las fuertes dinámicas lo dejaban frecuentemente al descubierto. Las referencias al rap o al funk animaron a muchos bajistas a introducir el slap, totalmente inusual en el género. Como ejemplo más característico, Korn: su bajista, Fieldy, se hizo famoso por producir un sonido de bajo donde el slap parecía constante y destacaba entre el rugido de las guitarras.

Tiempos medios

La velocidad dejó de ser seña de identidad cuando hablamos de nu metal. Los tiempos medios, influidos por la música urbana, tomaban el control. Por primera vez, el metal se podía bailar. Seguía habiendo hueco para el mosh, pero lo normal era encontrarnos además con unas baterías que nos animaban a mover el esqueleto. Esto tuvo como efecto añadido atraer a un público femenino que hasta entonces no veía nada divertido en los espasmos cervicales de los metalheads en los conciertos de thrash y death.

Ruidos varios

En lo que respecta a sonidos ajenos al combo guitarra-bajo-batería, el nu metal no hacía ascos a casi nada: sintetizadores, scratches, samplers, pedales psicodélicos y hasta instrumentos tribales. Estos nuevos usos produjeron una serie de texturas y arreglos que nos hacían sentir que estábamos escuchando algo distinto al metal de siempre. Así, las líneas que dividían los estilos dejaban de estar claras, y los oídos metaleros se hacían más abiertos, más tolerantes.

Una escena variopinta

Edición especial de la revista Metal Hammer revisando todo el fenómeno del nu metal

Pese a que algunos grupos comenzaron a introducir elementos novedosos y frescos en el metal allá por los primeros noventa (Faith No More o Rage Against the Machine son buenos ejemplos), hasta mediados de la década no se empezó a hablar de una escena nu en conjunto. Además de los eternamente nombrados Korn, Deftones, Linkin Park, Slipknot, System Of A Down y Limp Bizkit, otros muchos grupos surgieron a su sombra: Coal Chamber, Papa Roach, Saliva, Cold, Snot, Ill Niño... Todos cortados por un patrón similar y con pocas aportaciones o matices diferenciadores.

Al mismo tiempo que la avanzadilla de imitadores crecía, otra ola aún más grande e influyente hacia acto de presencia. Así, bandas independientes que originalmente no eran parte de ninguna escena, como Nine Inch Nails, Rammstein, Incubus, Evanescence, Audioslave o Tool, consiguieron un reconocimiento masivo. Todo ello gracias a una nueva audiencia hambrienta de propuestas que premiaba los riffs potentes, las grandes dinámicas y las líneas vocales emocionales con temáticas oscuras.

Como consecuencia, la escena nu metal se convirtió en un gigantesco conglomerado de bandas muy distintas que constituían un bloque. Esta nueva manera de hacer música gozaba del beneplácito de una audiencia que se contaba por millones, siendo de las últimas gallinas de los huevos de oro para la industria discográfica antes de la crisis. Este periodo de gracia duró aproximadamente hasta 2003, cuando las propuestas comenzaron a flaquear y el interés del gran público se dirigió a otros estilos, como el indie o el stoner.

Outsiders

Durante los años del auge, algunas bandas establecidas de thrash y groove metal quisieron acercarse al nuevo sonido de moda con bastante poco éxito y dañando al final su propio crédito e imagen. Aquí tenéis varios ejemplos de daños colaterales que nos ha dejado el nu metal:

Machine Head con su Burning Red (1999) introdujo elementos de rap y ritmos bailables en unas canciones que sin embargo adolecían de la conocida potencia y machaconería del grupo californiano. Fear Factory, que siempre estuvieron cercanos a ese sonido rítmico de los noventa, quisieron dar un paso más con Digimortal (2000), cabreando a muchos fans pues las estructuras se habían simplificado tanto que llegaban al punto de aburrir. Slayer con su Diabolus in musica (1998) también levantó ampollas entre sus seguidores, al acercarse a un sonido más ‘simplón’ y menos adrenalítico al que nos tenían acostumbrados en sus anteriores referencias.

La palma se la llevó, casi a toro pasado, Metallica. Con su disco St. Anger (2003) sonaban desubicados y fuera de su zona de confort. Eliminaron solos, dejando cojas unas estructuras ya de por sí repetitivas, y pusieron la guinda con una producción infame. Sin duda el punto más bajo de la carrera de los norteamericanos (del que lograron salir con bastante dignidad unos años después, todo sea dicho).

Una visión de conjunto

Analizando los discos más míticos del nu metal con la perspectiva que dan veinte años nos encontramos con buenas ideas, frescura y potencia a raudales en álbumes que resisten las escuchas. Una vez dejado atrás el contexto adolescente y de la MTV podremos descubrir en aquella escena canciones poderosas, dinámicas y originales.

Es cierto que esa época produjo muchos productos perecederos. Pero, ¿no pasó eso también con el auge del grunge, y antes con el hair metal, etcétera? Es una consecuencia inevitable cuando un estilo se pone rabiosamente de moda. Pero no todo fue fugaz en el nu: muchos de los grupos que formaron parte de esa ola han sacado adelante exitosas y prolongadas carreras hasta nuestros días, lo que les convierte en artistas respetados y veteranos.

El nu metal, en fin, abrió una puerta a diferentes maneras de hacer música dentro del sonido extremo. Aquella experimentación ayudó a conseguir que el metal llegara a millones de oídos como no había ocurrido antes. No nos quedemos solo con la caricatura, y aceptemos sin prejuicios el gran legado musical de aquellos breves años.

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