La otra epidemia: el analfabetismo funcional

Lucas Gerardo González
Instituto Fernando de la Mora
7 min readJun 21, 2021

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Hace un par de semanas que una noticia causó revuelo en las redes sociales: entre aquellos que tomamos el examen de competencias básicas para las becas ITAIPÚ-BECAL sólo aprobamos menos del 38% del total. Esto desató — con mucha razón — la furia y la decepción de un pueblo, puesto que interpretan ese resultado como el fracaso de la educación paraguaya — específicamente, de la educación virtual.

Sin embargo, hay algo que mucha gente pasó por alto y que me parece alarmante una vez que se toma en cuenta: la muestra de estudiantes que fue evaluada no es una muestra general del estudiantado paraguayo, sino que es una muestra de los mejores alumnos (aquellos que se graduaron con un promedio general de entre 4 a 5 puntos de 5). Ergo, se infiere que la mayoría de los alumnos que se graduaron con calificaciones muy buenas o excelentes no poseen las competencias básicas necesarias para poder cursar una carrera universitaria. ¿Qué se puede esperar, entonces, de un graduado promedio? Como reciente graduado de una institución pública y aspirante a una beca ITAIPÚ-BECAL, me siento en la necesidad de hacer una crítica de nuestro sistema educativo desde adentro, apoyando los números con mis propias experiencias.

Una evaluación realizada en 2018, utilizando las pruebas PISA-D como instrumento de evaluación, arrojó un resultado desolador: La mayoría de los estudiantes de 15 años en Paraguay se encuentra por debajo del nivel de competencias mínimas en todas las áreas evaluadas en PISA-D. El 68% de los estudiantes se encuentra por debajo del nivel básico de competencias en lectura; 92% de ellos no alcanza el nivel básico en matemática y 76% de ellos se encuentra en la misma situación en ciencias. El analfabetismo funcional, que se define como la incapacidad de una persona de usar sus habilidades de lectura, escritura y cálculo de manera eficiente en la vida cotidiana, afecta por lo menos a 7 de 10 paraguayos. Esta otra epidemia es la herencia de un Ministerio de Educación ineficaz e ineficiente que no ha mejorado significativamente desde el inicio de la dictadura.

Mis quejas sobre el sistema educativo son muchas; puedo mencionar primeramente las numerosas horas de clases perdidas, muchas de ellas a consecuencia de inclemencias climáticas — que no serían problema de contar con una infraestructura acorde — , manifestaciones sindicales y la enorme carga burocrática que sufren los docentes, quienes a veces se ven obligados a hacer planillas en clase porque el tiempo no les alcanza, debido a la ineficiente gestión interna del Ministerio de Educación.

Pero lo importante no es solamente la cantidad bruta de horas de clase, sino de cómo éstas son aprovechadas. Personalmente, algo que me frustraba mucho en mi época estudiantil y que me parece absolutamente obsoleto, innecesario y contraintuitivo es el hecho de copiar contenido en los cuadernos. En algunas materias, los profesores se limitaban a dictar contenido sin dar explicación alguna. Para colmo, los ejercitarios consistían en preguntas que, lejos de exigir un análisis crítico y comprensión del contenido, requería de COPIAR NUEVAMENTE fragmentos del texto ya copiado.

¿Para qué entonces se inventaron los libros y la imprenta si vamos a copiar libros enteros a mano como en la edad media? ¿Dónde quedó el debate? ¿Por qué no hay una interacción entre el docente y el alumnado donde se planteen y se respondan preguntas, donde se teorice, donde se indague, discrepe y argumente? ¿Sería lógico pensar que un futbolista puede aprender a jugar leyendo teoría o que un cocinero sepa preparar un lomo Wellington perfecto tras copiar la receta en su cuaderno? ¿Entonces por qué esperan que los alumnos aprendamos de esa manera a entender, analizar, redactar, y calcular?

Utilizar libros o fotocopias del contenido y centrarse meramente en actividades didácticas que estimulen el aprendizaje activo — como el debate, el análisis de textos, la comparación y contrastación, la demostración de fórmulas y teoremas, clases prácticas de laboratorio, etc. — aumentaría drásticamente el nivel educativo al aprovechar el escaso tiempo al máximo. Ésta metodología cuenta con el apoyo de numerosos estudios que confirman su eficacia.

Hablando particularmente de la materia “Lengua Castellana y Literatura”, tuve la suerte de contar con una profesora que nos exigía leer y analizar críticamente novelas a nuestra elección. Pero aún así, recuerdo sólo un par de ocasiones en las que se nos pidió redactar algo. ¿Acaso no se dan cuenta que los jóvenes de hoy día no sabemos escribir? Tal vez por eso hayan errores en este artículo, porque la educación que recibí no me preparó para poder redactar algo correctamente.

Ahora bien, te puedo nombrar perfectamente a Miguel de Cervantes y a Garcilaso de la Vega como representantes de la literatura española del renacimiento — que conste que no quiero demeritar el estudio de la literatura, pero me parece que la prioridad debería enfocarse en la comprensión y comunicación oral y escrita . ¿Y si en vez de usar textos escritos en un obsoleto español medieval se usaran artículos y ensayos académicos modernos en clase de Castellano para tener una capacidad básica de lectura comprensiva necesaria para la vida universitaria? ¡Y aún mejor sería empezar a redactar nuestros primeros ensayos o artículos bajo la constante guía y retroalimentación de nuestros docentes!

En cuanto a matemática, demás está decir que es la pesadilla de muchos estudiantes. La educación matemática en Paraguay es nefasta y eso se refleja de manera objetiva en evaluaciones como las anteriormente mencionadas pruebas PISA. En el plan de estudios se incluyen muchísimos temas que ni siquiera llegan a desarrollarse — y si pueden desarrollarse, no se desarrollan en su profundidad. Al final, se nos pide que memoricemos un par de fórmulas más un par de procedimientos para el examen y con eso pasamos.

Los alumnos pasamos de curso sin comprender qué hacemos y por qué lo hacemos, sin noción de operaciones algebraicas ni conceptos matemáticos. ¿De dónde viene la fórmula del cuadrado de un binomio que nos hacen repetir hasta el cansancio? ¿Por qué la fórmula del área de un triángulo es (1/2)*b*h? ¿Por qué “se pasa al otro lado” o “se tacha”? De ahí que al llegar a la universidad cunde el pánico en el aula al momento de repasar álgebra I, porque no se enseñó bien nunca y hay que empezar de 0.

Yo siempre tuve problemas con las matemáticas, al punto de quebrarme en llanto más de una vez ante la frustración de no poder comprender lo que debía hacer. Gracias a una profesora mía, quien me animó a participar de la olimpiada nacional de matemáticas (OMAPA), empecé a sentirme mucho más cómodo y motivado; en dicha competencia, los problemas requieren utilizar conocimientos de manera creativa y divertida, pero desafiante. Me pregunto también, ¿por qué no aplicamos el enfoque de OMAPA al aula?

Este enfoque se centra en el análisis de cada regla o fórmula en profundidad, reflexionando sobre los conceptos, evaluando coloridos gráficos y aplicando lo aprendido a problemas desafiantes estoy seguro que muchos estudiantes se enamorarían de las matemáticas que odian y que tanto les cuesta.

Finalmente, quiero acusar a las autoridades por su inoperancia y su conducta criminal. Son ladrones por definición: roban cuando aprueban licitaciones sobrefacturadas que ofrecen productos de baja calidad a un precio exorbitante para poder repartirse el margen; roban cuando se compran para su quinto Lamborghini mientras que a los estudiantes nos dan un bolígrafo que no escribe, un techo que se desploma tras una llovizna y un almuerzo que llega recién en octubre (sí, en octubre, a un mes del fin del año lectivo; eso lo viví yo en el Colegio Ysaty en el 2019); roban cuando, con el fin de seguir cobrando sus jugosos sueldos y el de sus planilleros, siguen cobrando impuestos a una clase trabajadora y emprendedora que se quedó sin ingresos tras las draconianas restricciones sanitarias, condenandolos así a la quiebra. Capaz ustedes no lean esto, pero tengan en mente que tienen mi repudio y el de todo un alumnado que está harto de que el dinero del pueblo — porque no existe educación gratuita, sino que la pagamos todos — sea despilfarrado y queden apenas migajas.

Por último, sé que estamos muy lejos de poder tener una educación de calidad. Este artículo apenas pudo exhibir una mínima fracción de las infinitas problemáticas que atormentan a alumnos, familiares y docentes. Y lamento mucho decir que, mientras se sigan pagando millonadas por escuelas que se caen, mientras se sigan suspendiendo clases para celebrar eventos religiosos — a pesar de que nuestro país es aconfesional — , mientras se siga suspendiendo a alumnos por no usar uniforme de gala completo — saco y pantalón — cuando nuestra primavera nos azota con 30 grados de calor, mientras se siga perdiendo tiempo copiando contenidos que deberían de ser desarrollados, explicados y aplicados, la epidemia de analfabetos no mermará, sino que aumentará, y la educación, establecida más bien como una fábrica de analfabetos funcionales, seguirá siendo un circo.

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