Máquinas infernales e interrogatorios virtuales

José María de la Jara
interfaze
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5 min readJul 26, 2020
Foto de Keagan Henman

Los litigantes han reaccionado de forma extrema a los interrogatorios virtuales. ¿Lo que dicen pasa el test ácido de la ciencia?

La máquina infernal vs. los humanos

En 1906, John Phillip Sousa viajó al Capitolio de los Estados Unidos para hablar de una nueva tecnología. Esto fue lo que dijo:

Estaba hablando del teléfono.

Han pasado más de 100 años. Sin embargo, los temores de Sousa hacen eco con la forma en que nosotros, como comunidad legal, hemos reaccionado al uso generalizado de las audiencias virtuales y su impacto en los interrogatorios.

Algunos se han lamentado y han afirmado que las audiencias virtuales han destruido su capacidad de “leer” a los testigos. Otros han enfatizado que el interrogatorio computadora-a-computadora en realidad potencia su habilidad para detectar mentiras. Al igual que las predicciones de Sousa, estas predicciones se basan en intuición, miedo a lo desconocido y pseudo-ciencia.

En esta entrega de INTERFAZE nos referimos a ambas visiones y, al mismo tiempo, planteamos que las audiencias virtuales podrían acelerar el desarrollo de la justicia.

El vaso medio vacío

Los pesimistas creen que han perdido la capacidad de “leer” a los testigos. El problema, para empezar, es que nunca tuvieron esa capacidad.

La noción de que los seres humanos son capaces de detectar si los testigos mienten y distinguir sus emociones ha sido rechazada por cientos de estudios psicológicos.

En 2019, Lisa Feldman Barret realizó un meta-análisis junto a otros cuatro psicólogos. Después de revisar más de 1,000 artículos sobre el tema, llegaron a una conclusión unánime: la capacidad de detectar estados emocionales con base ​​en movimientos faciales carece de fundamento científico. No existe una correlación uno-a-uno entre la configuración facial y las emociones. Las personas sonríen, dejan caer los labios y fruncen el ceño por razones distintas a estar felices, tristes o enojadas. Y también expresan dichas emociones sin mostrar esas configuraciones faciales.

De hecho, somos malos para juzgar las emociones incluso cuando nuestro trabajo depende de ello. Por ejemplo, en un estudio de Aamodt y Mitchell, agentes de la policía federal y jueces acertaron solo 54.5% y 59% detectando mentiras. Casi igual que tirar una moneda al aire.

La preocupación de los litigantes pesimistas está fuera de lugar. No podemos perder lo que nunca tuvimos. Los seres humanos somos malos detectando mentiras, ya sea en línea o cara-a-cara.

El vaso medio lleno

Los optimistas creen que el hecho de que la pantalla se enfoque solo en la cara de las personas les permite “leer” a los testigos con mayor precisión. Afirman que el interrogatorio computadora-a-computadora mejoraría su capacidad de extraer evidencia relevante de los testigos. Esta visión ignora el impacto cognitivo de las audiencias virtuales.

El interrogatorio online ofrece menos información sobre el estado mental y emocional del testigo, en comparación con la interacción cara-a-cara. El lenguaje corporal está fuera de la imagen y la mayoría de los sistemas usa un ancho de banda estandarizado que filtra el tono de voz alto y bajo. Esto supone una barrera para la transmisión de emociones. Al final, parecería que somos peores “lectores” en los interrogatorio computadora-a-computadora.

Además, los interrogadores digitales no tienen un activo importante en su caja de herramientas, ya que las pantallas no están diseñadas para fomentar el contacto visual. Como las cámaras web están arriba de la pantalla, es difícil mirar a los ojos del testigo y a la cámara al mismo tiempo. Sin contacto visual, el examinador pierde una herramienta crucial para controlar al testigo y transmitirle que no permitirá desviaciones del enfoque pregunta-respuesta.

La configuración virtual también afecta la percepción de los juzgadores. En un estudio realizado por Landström, 122 jurados observaron a testigos que dieron testimonio, ya sea cara-a-cara o por video. Mientras que el primer grupo recibió una calificación de credibilidad de 4.30 puntos, los testigos digitales solo recibieron 3.61 puntos. Basándose en su propia investigación, Goodman concluyó que “los testigos que proporcionaron evidencia por video fueron percibidos como menos creíbles que los que lo hicieron en un ajuste regular, incluso cuando los primeros fueron más precisos “. Esto significa que, en ciertos contextos, el medio de comunicación podría ser incluso más importante que el contenido de la declaración. Sin duda algo que deberíamos tomar en cuenta.

Invitación

Ni los jueces ni los litigantes deben confiar en su capacidad de “leer” a los testigos, ya sea en audiencias virtuales o presenciales. Sin embargo, no creo que esto sea un escenario catastrófico. En cambio, la aceptación de nuestras limitaciones humanas debería actuar como una invitación al pensamiento crítico y deliberado. Con la evaluación de las expresiones faciales de los testigos fuera del camino, litigantes y juzgadores podrían centrarse en lo que realmente importa: revisar los documentos, hacer preguntas más profundas y contrastar los testimonios con la evidencia.

Además, nuestra incapacidad para “leer” testigos sirve como una predicción de lo que está por venir. Ya en otros mercados se confía en la inteligencia artificial para mejorar la evaluación de sus usuarios. Esto puede ser peligroso. La computación afectiva actualmente se basa en la misma visión prototípica y simplista de las emociones que los humanos — por ejemplo, pensar que fruncir el ceño necesariamente muestra que una persona está enojada. Como explica Feldman Barret, las personas fruncen el ceño menos del 30% de las veces que están enojadas. Entonces, el ceño fruncido es solo una de las muchas expresiones de ira. ¿Queremos usar algoritmos que sean precisos solo el 30% del tiempo?

Finalmente, el reconocimiento de nuestras limitaciones acentúa la necesidad de diseñar conscientemente la justicia del futuro. Incluso si la IA lograra detectar emociones, ¿es eso algo que deberíamos aplicar a los testigos? ¿Ese desarrollo responde a las necesidades de los usuarios del servicio de justicia o es impulsado por el interés de abogados trabajando de espaldas a los usuarios?

Cualquiera sea nuestro futuro, estaremos mejor con un enfoque basado en datos, discutiendo la investigación científica de manera deliberada y dejando a un lado el miedo a lo desconocido. Después de todo, las máquinas infernales ya están aquí y todavía no hemos perdido nuestras cuerdas vocales.

¿Cuál ha sido tu experiencia en los interrogatorios virtuales? Sigamos conversando en los comentarios.

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José María de la Jara
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Me gusta explotar cerebros con data sobre ciencias conductuales, tecnología y justicia. Estudié derecho en la PUCP y un LLM en Columbia.