Salud mental a la mala

Adriana Paredes
interfaze
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6 min readAug 27, 2020
Foto de Sam Manns

El día que nunca olvidaré. Mi diagnóstico, las herramientas que me ayudaron y me siguen ayudando a sobrellevarlo y por qué es momento de cuestionar el status quo.

21/03/2017

Había sido una mañana normal sola en casa. Avancé un proyecto personal, hice deporte y me tocaba almorzar. Mientras comía, mi mano y después mi brazo izquierdo dejaron de responder. No podía coger la comida con el tenedor y, unos segundos después, ni siquiera podía levantar el tenedor. Luego, mi otro brazo y después mis piernas. Me levanté y, como no lograba mantenerme de pie, solo atiné a abalanzarme sobre el sofá. Nada tenía sentido en ese momento. ¿Estaba teniendo un derrame cerebral? ¿Un ataque epiléptico?

El pánico crecía y, con él, todo lo conocido y aprendido se desvanecía. Los libros que había leído, lo que sabía sobre ser abogada y persona. Me quedaría vacía. Iba a ser un ente sin razón. Claro, si sobrevivía.

El diagnóstico de médicos de distintas especialidades era siempre el mismo. Neurólogos, cardiólogos, hematólogos, endocrinólogos y más -ólogos… todos concluían lo mismo: depresión clínica y desorden de ansiedad.

¿Yo con depresión y ansiedad? Si todo iba bien en mi vida. Había terminado la universidad, mi relación con mi familia era (y sigue siendo) muy buena, tenía un trabajo que me encantaba y un círculo de amigos muy cercanos. Nada estaba mal. “¿Por qué me pasa esto si nada está mal conmigo?”, era un pensamiento recurrente que tenía cuando no estaba consumida por el pánico.

Seguí cuestionando los diagnósticos, pues no entendía cómo podía tener depresión. “Nunca estoy triste y no tengo razones para estarlo”, me decía. Pero, ¿qué era esa carga sobre mi espalda que no me dejaba caminar bien? ¿Qué significaba esa presión en mi pecho que, en ocasiones, me impedía hablar? ¿Por qué no podía irme a dormir sin llorar? ¿Por qué mi vida, como la conocía, no sería más?

La caja de pandora

Como ex bailarina de ballet estaba acostumbrada al control. Mi mente es la única barrera y mi cuerpo solo va a llegar hasta donde mi mente se lo permita. Control, control y más control. ¿Qué sería una secuencia de pliés sin una sonrisa en la cara y sin mi mente diciéndome que era ama y señora de mi cuerpo? Eso era lo que conocía. Lo mismo aplicaba a las experiencias dolorosas en la vida. Siempre con una sonrisa en la cara porque la mente controla todo lo demás. Pero de repente ya no tenía nada. Ahora que no tenía control ni siquiera sobre mi mente.

Siendo la persona curiosa que soy, estos primeros episodios me llevaron a estudiar mi diagnóstico y darme cuenta de todos los prejuicios sobre la salud mental con los que había vivido. Creía que uno podía optar por deprimirse o por “ver el lado amable de las cosas”. Que estar deprimido era casi un “privilegio”.

Entendí que la depresión puede manifestarse de maneras distintas a estar triste. Migrañas, movimientos involuntarios de las extremidades, temblores, angina (dolor de pecho), aceleración del ritmo cardíaco. Esos eran mis principales síntomas, además de constantes pensamientos de preocupación y una sensación de angustia sin causa aparente.

Una caja de pandora de síntomas y somatizaciones del cuerpo que jamás se me hubiese ocurrido que tenían un vínculo con la mente.

Foto de Volkan Olmez

El diagnóstico no determina el pronóstico

Aprendí que la salud mental es el más descuidado de todos los aspectos de la salud integral a nivel mundial. Que alrededor del 80% de personas que padecen de alguna condición mental no tienen acceso a un diagnóstico y, menos aún, a tratamiento.

Empecé a educarme y me enteré de que las enfermedades mentales pueden ser producidas por un desbalance eléctrico o cambios moleculares y celulares en distintas regiones del cerebro, produciendo fallas en la comunicación entre estas. Además de los episodios circunstanciales que podrían ocasionarlas, al modificar o estimular distintas áreas del cerebro. (En mi caso fueron los dos primeros factores.) Lo más importante que aprendí a partir de esta experiencia es que mi diagnóstico de depresión clínica no determinaba lo que iba a poder hacer o dejar de hacer más adelante.

Además, aprendí a querer mi enfermedad como una etapa en mi vida que determinó el tipo de persona que soy ahora. No es que me gustara estar enferma, pero — en retrospectiva — mi diagnóstico trajo consigo una nueva versión de mí. Más empática. Ahora soy consciente de que todos estamos atravesando por algo de lo que el resto no tiene idea. Más presente. Pues si bien mi experiencia no fue una experiencia cercana a la muerte, aunque se haya sentido así, ahora tengo grabado en las entrañas que el pasado, pasado es, que el futuro es incierto y que todo lo que tenemos es este momento. Por eso se llama “presente”; porque es un regalo. Y más resiliente. En el ballet hay un término que me encanta por lo que representa. El aplomb, que no es otra cosa que la cualidad del bailarín de sostener una estabilidad y gracia inquebrantables después de ejecutar una pirueta muy difícil. Quisiera pensar que hay más aplomb en mí que nunca antes.

… aprendí a querer mi enfermedad como una etapa en mi vida que determinó el tipo de persona que soy ahora. No es que me gustara estar enferma, pero — en retrospectiva — mi diagnóstico trajo consigo una nueva versión de mí.

¿Y la salud mental para cuándo?

Mucho tiempo después de mi diagnóstico pude empezar a compartir mi experiencia coexistiendo con una condición mental con las personas que me rodean. Para mi sorpresa, estas condiciones son más comunes de lo que uno piensa. Cada vez que contaba mi experiencia no faltaba el “Adri, aquí entre nos, yo también experimenté tal o cual síntoma, o tal o cual pensamiento.”

Fueron precisamente esas conversaciones las que me motivaron a contar mi historia y compartir las herramientas que me ayudaron y me siguen ayudando a sobrellevar el pronóstico que había formado en mi mente:

  • Educación. Informarme acerca de mi diagnóstico, aprender sobre mis síntomas y sobre cómo funciona mi cerebro me ayudó a comprender mi condición y armar mi hoja de ruta y plan de acción.
  • Comunicación. Uno de los aspectos más difíciles de padecer de una condición mental es poder comunicarla. A menudo me sentía juzgada de antemano, pero con el tiempo aprendí que compartir no sólo me libera de la carga mental de tener que simular que todo va bien, sino que le doy a la persona que me escucha la oportunidad de pensar y reaccionar por sí misma.
  • Un día a la vez. Frecuentemente mi angustia surgía al imaginarme qué sería de mí. ¿Podré volver a reunirme con mis amigos como antes? ¿Podré recuperar la vida que tenía antes? Descubrí que viviendo un día a la vez, no tenía que pre-ocuparme (ocuparme por adelantado) por aquello que está fuera de mi control.
  • This too shall pass. Es mi mantra hasta el día de hoy. Pues realmente, no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.
  • Perspectiva cósmica. El tiempo, el espacio y el universo nos trascienden. Somos solo un pequeño destello en el cosmos. Quizás no somos especiales porque somos diferentes, sino porque somos iguales; iguales a aquellos elementos que se forjaron en el corazón de antiguas estrellas y que fueron derramados por toda nuestra galaxia, permitiendo que en un planeta muy específico y en un rango de tiempo muy acotado hubieran vida y seres humanos. La perspectiva cósmica trasciende toda circunstancia en aras de hacernos parte de la evolución del universo.

He visto los esfuerzos que algunas empresas están haciendo para trabajar en temas de salud mental. Sin embargo, creo que esos esfuerzos no van a llegar a buen puerto e historias como la mía seguirán en la sombra hasta que hablar abiertamente sobre nuestras experiencias con condiciones como la depresión o ansiedad sea “aceptable”. En el ámbito de la salud, para cambiar el status quo, las políticas o declaraciones de intenciones no bastan.

Mientras esto sucede estoy convencida de que es momento de que alguien se haga cargo de la salud mental. Así ese alguien, por el momento, tengamos que ser nosotros mismos. Salud mental a la mala.

¿Crees que la salud mental recibe suficiente atención entre los abogados? Continuemos la conversación en los comentarios.

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