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Corazón vs mente

Lo que el corazón te dice que hagas, la mente te lo niega. Un minuto estás totalmente dispuesto a hacer algo y al minuto siguiente tomas la decisión contraria. Existe la dualidad razón-pasión o pensamiento-sentimiento que impregna nuestro lenguaje, nuestro análisis de las cosas, comprensión del mundo e incluso de nosotros mismos.

Se considera culpable de esta equivocación al conocido filósofo Aristóteles. Fue él quien pensó y promulgó que a la verdad se llegaba mediante la observación y experimentación y no a través del razonamiento abstracto. Según Aristóteles creía, es el corazón el que ocupa la posición central en el cuerpo y por ende el centro de todo, donde recibimos la información del mundo que nos rodea y de donde nace la respuesta a ese universo que se inicia al otro lado de nuestra piel.

De manera casi diaria realizamos acciones, hacemos cosas, tomamos decisiones para luego arrepentirnos. Y para qué, por qué, cual es el sentido de arrepentirse si tú en ese instante era lo que verdaderamente deseabas, si pensaste que era lo correcto. De que te sirve si es gracias a esos pequeños impulsos, llámalo aciertos, llámalo errores, que nosotros nos hemos convertido en lo que hoy somos. Uno debería estar obligado a hacer lo que siente libremente y no lo que se espera que haga. Por lo que de nada vale arrepentirse, está prohibido, es pasado y la puerta se ha cerrado excluyendo la posibilidad de ir marcha atrás.

Y es entonces cuando toca mirar hacia adelante, con nuevas metas, nuevos objetivos, y sobre todo con toda la libertad del mundo, haciendo lo que te venga en gana, lo que realmente quieras y por último pero no menos importante, “pensando con el corazón”.

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