¿Es cierto que solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro?

El cerebro es un órgano del tamaño de un coco, que además suele pesar alrededor de un kilogramo y posee una consistencia parecida a la de la mantequilla fría. Y además, está formado por, aproximadamente, ochenta y cinco mil millones de neuronas.

La neurociencia está de moda, y con ella se han impulsado nuevas formas y métodos para conocer mejor el funcionamiento del cerebro. Como todo objeto de atención, la gente de la calle especula y se difunden mitos acerca de ella. De la misma manera que hay que informarse acerca de los últimos avances en esta rama, acontece desmontar estos “neuromitos” para intentar que no interfieran en nuestro conocimiento en este área.

Este mito se originó en el siglo XIX, cuando se desconocía la función de la mayoría de células que componen el cerebro. En ese momento había quien creía, y estaba aceptado, que la corteza cerebral constituía tan solo una función protectora, como una especie de “caparazón”. Sin embargo, ahora sabemos que es precisamente en esta parte donde elaboramos las tareas cerebrales más complejas y elaboradas.

En la corteza podemos llegar a encontrar alrededor de 16 000 millones de neuronas, frente a 60 000 millones de otras células que ayudan, entre otras funciones, a alimentar a la neurona, producir sustancias antinflamatorias o ayudar a proteger los axones para que no se generen cortocircuitos.. Estas células son las células de glía. Es por ello que podría alimentar el mito, hemos visto que no trabajan transmitiendo impulsos, pero sus funciones son igualmente importantes y deben ser incluidas en el funcionamiento del cerebro.

Es cierto que no en todo momento tenemos todas las zonas del cerebro funcionando. Cada actividad mental requiere de la participación de diferentes redes neuronales específicas.

Llevado a nuestra experiencia cotidiana: si estamos en el comedor de casa cenando, ¿necesitamos tener las luces de todas las habitaciones y del baño encendidas? Tal vez de la cocina sí, por comodidad si necesitamos ir a buscar algo, pero el resto las mantendremos apagadas porque no nos hacen falta. El cerebro actúa, más o menos, de la misma manera, aunque siempre mantiene una cierta actividad por todas partes, por si acaso tiene que reaccionar rápidamente.

(Bueno, 2019)

Sin embargo, aquí aparece una contradicción. Cuando “no hacemos nada” y estamos por ejemplo durmiendo, nuestro cerebro presenta una actividad muchísimo mayor en todas sus redes. A esto se le ha calificado red en modo automático. Esto es, nuestro cerebro cuando dormimos se encarga de afianzar conexiones que se han ido formando durante el día. Esto explica por qué suele salir mal un examen que has estudiado la noche anterior, si no duermes, estas conexiones no se afianzan en tu corteza. Además, se fomenta la creatividad, ya que se conectan redes que normalmente no están asociadas. ¡Esto requiere mucho esfuerzo! Y es por ello por lo que el cerebro necesita mucha actividad, y nosotros necesitamos tener un horario de sueño saludable.

References

Bueno i Torrens, D., & Tricas i Giménez, M. (2018). Neurociencia para educadores. Barcelona: Ediciones Octaedro, S.L.

Pereira Barbosa de Aquino, Marcella, Pérez García, M., & Pérez García, P. (2017). Actividad cerebral y métodos de enseñanza: Estudio comparativo entre métodos.

Yan, F., Lin, J., Lin, J., Chen, H., & Lin, Y. (2022). Altered dynamic brain activity and its association with memory decline after night shift‐related sleep deprivation in nurses. Journal of Clinical Nursing, doi:https://doi.org/10.1111/jocn.16515

--

--