En memoria de Luis Miguel Teodosio Rodríguez

“Esperando en el umbral”

Beatriztm
Introducción a la Psicología — ugr

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Un tributo a la fortaleza y el amor de mi padre

Mi padre siempre fue una figura especial en mi vida, y su ausencia solo ha servido para resaltar cuán extraordinario era.

Hace dos años, recibió un diagnóstico de cáncer, una noticia que nos golpeó con fuerza, aunque no era del todo desconocida. Solo seis meses antes, mi madre había sido operada de un cáncer de colon, del cual, afortunadamente, se ha recuperado. A pesar de la dura noticia, manteníamos la esperanza de que el caso de mi padre tendría un desenlace tan positivo como el de mi madre. Sin embargo, su cáncer resultó ser más agresivo.

A pesar de los tratamientos de radioterapia y quimioterapia, siempre mantuvo una actitud positiva y nunca se quejó. Incluso comenzó a hacer ejercicio gracias a la UAPO, una asociación que realiza un trabajo impresionante con los pacientes oncológicos. Esta asociación les proporciona seguimiento con nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas y entrenadores deportivos. Incluso participamos en un curso de meditación con un monje budista, una experiencia que recuerdo con cariño.

En junio, viajé con mi familia a Colombia. Mi esposo nació allí y estamos construyendo una casa en medio de la selva. Aunque mi padre parecía estar un poco más estable, me preocupaba estar tan lejos. Sin embargo, decidimos hacer el viaje.

A medida que pasaban los días, noté que mi padre estaba cambiando. Hablaba menos y parecía estar esperando mi regreso. Cuando finalmente volví a España, su salud había empeorado significativamente. En cuestión de días, estaba confinado a la cama y sufriendo mucho dolor. Los cuidados paliativos llegaron y le administraron morfina y un sedante.

Cada día estaba peor, ya no comía ni bebía agua. Sabíamos que se estaba yendo… Mi madre me dijo que estaba esperando para verme y poder irse tranquilo.

Desde que regresé de Colombia, pasé cada día y cada noche a su lado. Pero fue en la noche de su partida cuando mi hermana y yo intercambiamos lugares. Exhausta, me retiré a la habitación contigua para descansar un poco. En medio de mi sueño, una voz me despertó diciendo: “Te da igual…”. Sobresaltada, corrí a su habitación y lo encontré en un estado crítico. Llamé a la ambulancia, no porque quisiera que se lo llevaran, habíamos decidido que queríamos que estuviera en casa, sino porque creía que esa voz que asocié con él, a pesar de que ya no podía hablar, me estaba pidiendo ayuda.

Cuando colgué el teléfono, todos nos reunimos a su alrededor. Le tomamos la mano, lo abrazamos. Sentí que debía decirle que podía irse en paz. Le dije: “Papá, puedes irte tranquilo. Voy a cuidar de todos. Ya es hora de que te vayas, pero puedes irte tranquilo”. Y se fue.

Allí estábamos todos, despidiéndonos de él, unidos. Creo que es la forma en que cualquier persona desearía despedirse de este mundo, rodeado de sus seres queridos. No era la primera vez que escuchaba historias de personas que esperan a sus seres queridos para poder despedirse, pero esta vez me sucedió a mí. Y estoy agradecida por haber podido hacerlo, por haber estado con él en ese momento de transición tan duro y poder acompañarlo.

Aunque es muy duro, ya que fue un buen padre y su ausencia se siente profundamente, creo que se fue en paz, rodeado de su familia y muy querido por todos.

Ahora siento que se encuentra en un sitio especial, lleno de luz y de paz.

Te quiero Papá.

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