¿GENTE DESCEREBRADA?

¿Alguna vez te has llegado a plantear que la famosa expresión “tienes la cabeza hueca” pueda no limitarse a ser una simple metáfora? ¿Puede haber gente que literalmente no tenga cerebro? Bien, pues los descerebrados existen.

R Lewin publicó en la revista Science un reportaje periodístico sobre las investigaciones de un neurólogo británico, John Lorber, de un chaval perfectamente normal, brillante estudiante que se licenció en Matemáticas, que parecía muy corriente salvo por una cabeza un poco más grande de lo habitual. El chico sufría hidrocefalia, un trastorno con el que nacen algunos bebés por el que el líquido dentro de las cavidades del cerebro se acumula y presiona los tejidos cerebrales. En lugar de haber sido operado de niño o haber sufrido el deterioro cognitivo asociado a esta enfermedad, el líquido había circulado a sus anchas hasta acorralar toda su masa cerebral. En vez de los clásicos 4–5 cm de materia gris y un relleno de materia blanca con el que los humanos solemos contar, el individuo había desarrollado una «telilla de células», con lo que el brillante estudiante ha sido bautizado años después como el hombre que vivía «sin el 90% de su cerebro», lo cual no es técnicamente preciso pero ayuda a visualizar el asunto.

Lorber siguió estudiando a este tipo de individuos, y dijo haber encontrado a al menos 60 sujetos con hidrocefalia que vivían con normalidad pese a que los escáneres devolvían cráneos pseudo vacíos. Algo así ocurrió en Francia, con un funcionario del gobierno casado y con dos hijos, pasó también con una niña estadounidense a la que le faltaba medio cerebro, sólo con un hemisferio, y hasta donde supieron los investigadores hacía vida normal.

Otro famoso caso ocurrió con un niño llamado Noah, el cual pensaban que no sobreviviría al parto ya que en la cabeza de Noah había más líquido que masa gris, un cerebro poco mayor que una naranja. Hoy, con cuatro años cumplidos, el milagro Noah continúa desafiando a la ciencia médica y su caso, por extraordinario, se ha convertido en materia de estudio en universidades, hospitales y centros de investigación.

Ante todo esto surgieron varias interrogantes. Primero, dónde se ubica nuestra conciencia. Hasta hace poco más de una década estaba extendido que eso que nos hace tener un ego y una expresión personal estaba vinculado a regiones como el claustrum, en la región izquierda ventral anterior insula o en la pregenual anterior cingulate cortex. Todos estos sujetos no tenían, al menos en apariencia, nada de eso. La segunda, cómo de relevante es la sustancia blanca para nuestro normal funcionamiento. La materia gris de los individuos podía distinguirse en esa «telilla de células» de la que hablábamos antes,respetando el volumen que encontraríamos en un hombre corriente. La materia blanca, que falta, son los tractos nerviosos que conectan las distintas partes de la corteza cerebral entre sí y con las otras áreas del cerebro. Se cree que se tratan de las «autopistas» mentales y que, entre muchas otras funciones esenciales, está la de hacer llegar la información entre zonas físicas del cerebro a mayor velocidad.

El comodín al que se ha recurrido para explicar todas estas circunstancias es el de la plasticidad cerebral, algo ya observado en diversos experimentos con los cerebros de los más pequeños y que aquí confirmaría que estos desmollerados funcionaban con perfecta normalidad porque el sistema cerebral funciona compensando las partes que faltan adaptándose a los cambios y haciendo desarrollar otras áreas para que se adapten al rol necesario en caso de lesión.

REFERENCIAS:

Hay gente que vive sin cerebro. No, en serio.(20 de octubre 2020). Magnet.

El extraordinario caso de Noah y otra gente sin cerebro.(6 de mayo 2017). El Mundo.

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