Introducción a la PNIE*

  • PsicoNeuroInmunoEndocrinología

Sí, esta palabra de ahí arriba existe. Se trata de una ciencia que descubrí hace relativamente poco, y que se ha convertido en aquello a lo que me dirijo a especializarme.

En mis entradas anteriores traté de mostrar que en la conducta no sólo tiene control el cerebro y sus neurotransmisores en relación con el entorno, sino que el organismo es una red de sistemas para nada tan separados como hemos estudiado desde el cole. Tradiciones médicas tan longevas como la Medicina China ya venían advirtiéndonos de que todo está relacionado, y los resultados de la medicina occidental desde sus inicios parecen demostrar que, efectivamente, de poco sirve tratar síntomas en vez de causas, y de menos aún sirve tratar síntomas interviniendo tan solo en un sistema del organismo cuando ninguno de ellos trabaja por separado.

Desde esta realidad nace la joven disciplina médica con el nombre tan largo de arriba. Ese nombre largo no hace más que englobar los cuatro grandes sistemas que rigen (junto a otros) el funcionamiento del organismo sano y su enfermedad. La PNIE es una disciplina médica integrativa que estudia la relación entre los sistemas nervioso, endocrino, inmunológico y la conducta del sujeto (psicológico).

Orígenes de la PNIE

Nació en los años 70 del pasado siglo, con los estudios del psicólogo estadounidense Robert Ader junto con los del profesor de psiquiatría George F. Solomon y, posteriormente las aportaciones del psicólogo educativo Robert Glaser.

En palabras de Solomon: La psiconeuroinmunología es un campo científico interdisciplinar que se dedica al estudio e investigación de los mecanismos de interacción y comunicación entre el cerebro (mente/conducta) y los sistemas responsables del mantenimiento homeostático del organismo, los sistemas: nervioso (central y autónomo), inmunológico y neuroendocrino, así como sus implicaciones clínicas.

Pero las pistas de que un estudio integrativo de la conducta y el organismo debía surgir, aparecen desde el siglo XIX cuando, por ejemplo Louis Pasteur encuentra en su investigación que los pollos sometidos a estímulos aversivos eran más susceptibles de contraer infección por antráx.

A este estudio le siguieron multitud de investigaciones que comprobaban que el estado emocional de los sujetos intervenía en el nivel del sistema inmunológico, o que éste puede verse condicionado a factores externos, al igual que la segregación de hormonas, que también puede variar en función de experiencias previas mediante un proceso de “aprendizaje” y estas, a su vez, condicionan el estado de ánimo y de las capacidades cognitivas del sujeto.

En 1981 David Felten descubrió que tenemos nervios que conectan con los vasos sanguíneos y el sistema inmunológico, arrojando una de las primeras pruebas de conexión fisio-anatómica entre sistema nervioso e inmune.

Como ejemplo ilustrativo de la realidad de estas interrelaciones, Paul Ekman (psiquiatra) expresó

Sabíamos que cuando uno experimenta una emoción, la misma se refleja en su cara. Ahora se ha descubierto que lo contrario también es verdad. Uno siente lo que muestra en su cara. Si se ríe uno del dolor, interiormente no sufrirá. Si pone la cara triste, sentirá lo mismo por dentro.

Y así es, hoy sabemos que fruncir el ceño (expresión de enfado o dolor), activa la secreción de hormonas del estrés que, a su vez, inhiben al sistema inmunológico, incrementan la presión sanguínea y hacen a los individuos más susceptibles a la ansiedad y la depresión. Mientras que la activación de los músculos necesarios para sonreir reduce la secreción de hormonas del estrés e incrementa la producción de endorfinas y linfocitos T, que potencian el sistema inmunológico

Ejemplo de intervención

Así, un un PsicoNeuroInmunoEndocrinólogo con un paciente deprimido, podría mandarle hacer un análisis de sangre para comprobar cuáles son sus niveles de linfocitos (elevados = infección viral) o neutrófilos (elevados = inflamación o infección bacteriana). Pues un sistema inmune activo por presencia de infecciones o inflamación crónica, segrega citoquinas inflamatorias que interactúa con el SN provocando sensaciones de cansancio, apatía, falta de apetito, aislamiento social, somnolencia o anhedonia que, presentes de forma estable en el tiempo, pueden llevar a un estado depresivo.

A su vez, esta respuesta inflamatoria y emocional se podrá ver notablemente mejorada con una modificación de los hábitos de vida del paciente. Por ejemplo, dormir mucho provoca un aumento de los citoquinas pro-inflamatorias. Por otro lado, el ayuno intermitente y el ejercicio físico reducen la presencia de estas citoquinas.

Pero este es solo un caso imaginario, la PNIE tiene multitud de campos de estudio y de aplicación. Algunos de ellos son:

  • Estres y trastornos inmunológicos (Inmunodeficiencia, autoinmunidad, inflamación, alergias)
  • Relación Cerebro-Corazón. Estrés, depresión y enfermedad cardiovascular.
  • Estrés y cáncer (Las hormonas del estrés influyen en la evolución del cáncer)
  • Estilos afectivos y respuesta inmune.
  • Estrés y envejecimiento (El estrés acelera el envejecimiento)
  • La sugestión y el efecto placebo/nocebo

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