Lobotomías… una manera horripilante de “curar” enfermedades mentales

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Por increíble que parezca, las lobotomías cobraron fama en los años a partir de los años cuarenta, siendo percibidas como curas milagrosas para las enfermedades mentales (esquizofrenia, depresión y otros trastornos), incluso para curar “desviaciones” como la homosexualidad.

Estas operaciones incluían la perforación del cráneo, realizando dos agujeros en la parte frontal de este y perforando el lóbulo frontal. El nacimiento de esta práctica venía de manos de un neurocirujano llamado Egas Moniz, cuyos pensamientos eran que ciertos desórdenes mentales podían ser curados rompiendo algunas zonas del cerebro en las que el lóbulo frontal se comunica con otras del encéfalo (dañando zonas de materia blanca).

Este neurocirujano partía de la idea de que era posible reducir considerablemente la intensidad y la frecuencia de los síntomas de los desórdenes psiquiátricos haciendo que todas sus funciones psicológicas decayesen. Se sacrificaba una parte de la capacidad intelectual y de la personalidad de cada paciente para tratar de acercarlo más a la curación.

Aunque hoy en día nos parezca una locura, en aquella época se realizaron solo en Estados Unidos más de 20000 lobotomías.

Por aquellos días, no existían tratamientos eficaces para los enfermos mentales graves. Los médicos habían experimentado con la terapia de choque de insulina y la terapia electroconvulsiva sin mucho éxito y los asilos estaban llenos de pacientes que no tenían esperanza de curarse.

Sin embargo, esta visión del cerebro era simple y no se asemejaba en lo absoluto con la realidad. Concebían que estos pensamientos que afectaban al paciente rondaban por este lóbulo y que rompiendo estas conexiones podían eliminarse.

Esta nueva intervención cobró gran importancia y un psiquiatra llamado Walter Freeman comenzó a realizar este tipo de operaciones. En el 36, este realizó la primera lobotomía, llamada coloquialmente la cirugía del alma.

Aunque para la época esta cirugía era innovadora, para este neurocirujano la situación se volvió lenta y aparatosa. Así, que en este contexto, para que la lobotomía fuese más rápida y sencilla, ideó la “lobotomía transorbital” en la que se martillaban punzones de acero que parecían picos de hielo en el cerebro a través de los frágiles huesos de la parte posterior de las cuencas de los ojos. El tiempo de operación se redujo drásticamente, y los pacientes no necesitaban anestesia, simplemente eran noqueados antes de la operación con una máquina portátil de “electroshock”.

Compañero de Freeman realizando una lobotomía transorbital por el año 49.

Lo increíble es que, aunque dicha intervención quedaba reservada como algo de última opción, comenzó a realizarse con frecuencia mayor, desde enfermedades mentales graves hasta depresión posparto, dolores de cabeza severos, dolor crónico, indigestión nerviosa, insomnio y dificultades de comportamiento. Incluso Rosemary Kennedy, hermana del presidente recibió una cirugía lobotómica.

A medida que pasó el tiempo, la lobotomía comenzó a tener sus críticas, las cuales aumentaron a medida que los efectos adversos y negativos fueron visibles en los pacientes a los que se les sometieron a esta intervención quirúrgica.

Se descubrió que Walter Freeman, quien inicialmente afirmó tener una tasa de éxito del 85%, tenía una tasa de mortalidad del 15%. Y cuando los médicos investigaron los resultados a largo plazo de sus pacientes, descubrieron que solo un tercio había experimentado alguna mejora, mientras que otro tercio estaba significativamente peor.

Muchas de las consecuencias de la lobotomía fueron comportamiento usualmente infantil, estupor, estado confusional y problemas urinarios como incontinencia, habiendo una clara pérdida del control de esfínteres. También se daban alteraciones en la conducta alimentaria, manifestándose un incremento del apetito. La personalidad era un aspecto que quedaba muy afectado. Había menos espontaneidad, menor autocuidado y se daba un menor grado de autocontrol. Se reducía la capacidad de tomar la iniciativa y se daba una menor inhibición ante estímulos placenteros. La inercia era otro de los efectos más comunes.

Debido a que se intervenía sobre el lóbulo frontal, el cual está encargado de las funciones ejecutivas, era normal ver que capacidades como la planificación, la memoria de trabajo, la atención y otros también se veían disminuidas. También había afectación en la cognición social.

El “remedio” calmaba a los pacientes, haciendo que sus activación disminuyera, pero no porque había desaparecido el trastorno, sino porque se les había convertido en completos zombies.

Vídeo interesante para informarse:

Bibliografía:

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55879218

https://psicologiaymente.com/neurociencias/lobotomia

https://psicologiaymente.com/salud/efectos-lobotomia-cerebral

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