Los exámenes de Enero…Y “con lo que yo era”

Queridos lectores, ahora que va llegando el fin del año y a mis 52 años, he descubierto una nueva forma de vivir la Navidad y por ende la vida.

Hasta hace muy poco cuando llegaba la Navidad a mi ciudad, es decir, el puente de Diciembre y a veces un poquito antes ya empezaban las Navidades, que es para muchos ese momento del año en el que tu vida se convierte en 40 meses de Agosto juntos, en los que bebes, comes, ves a los amigos, las cenas familiares, regalos y en los conoces a 300 millones de visitantes rebosantes de felicidad y de espíritu navideño que pasean por tu preciosa ciudad iluminada y llegas a Enero exhausto y rebosante en todo el amplio sentido de la vida.

Y como no puede ser de otra manera, como broche final lo das todo la noche de Reyes, que es la “penúltima”, en la que desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la noche, vas encontrándote con sus majestades RRMM por las frías y estrechas callejuelas de Granada, con sus hermosos ropajes y con todo el respeto del Mundo a los primeros que te encuentras les pides un caramelillo y cuando va pasando la noche, ya con más cercanía de lo que las normas de protocolo exigen, les pides una foto y a veces hasta un cubata. Pues señores, a grandes rasgos esa era yo…

Y hoy, en un día de la Navidad más corta y más larga de mi vida, me pregunto: ¿Cuántas veces las personas de mi generación hemos juzgado a los universitarios? ¿Cuántas veces hemos dicho en tono un tanto jocoso “esta gente” se pasa el día de fiesta? o ¡la mejor vida es la del estudiante! entono el mea culpa.

La Universidad me está enseñando mucho más de lo que aparece en la guía didáctica de la UGR, me está ofreciendo una oportunidad inigualable de aprender muchas más cosas de las que nunca hubiera imaginado.

Lo primero es a “NO juzgar”, que es algo intrínseco al ser humano, de hecho, somos nuestros peores jueces, a parte de los jueces del mundo entero.

También estoy gozando de mi soledad, algo que yo experimentaba poco, pues mi tipo de personalidad extrovertida (que si Carl Jung levantara la cabeza, me pondría de ejemplo perfecto en su teoría de la personalidad) me tiraba a la calle, al teléfono o a cualquier red social en cuanto pasaba tres minutos en “introspección”.

He aprendido al fin a parar y a pasar la Navidad en casita, sola (sin pena), mientras los demás cantan villancicos, comen mantecados y van a la noria, que, por cierto, me queda a escasos metros de mi confortable silla de despacho, la cual he despellejado en tan solo cuatro meses y tan ricamente… (ahora que lo pienso, la verdad que unos michelines me voy a ahorrar y un hígado más limpio jejeje)

Ahora soy aprendiz de centrarme en un solo camino, organizar mi abundante agenda, aprender a decir no, a concretar (que es algo que los intensos, sabemos poco) y elegirme yo, que es otra de las “cosillas” que he voy ejercitando gracias a los queridos exámenes de Enero.

También estoy valorando algo que no está pagado ni con diamantes y es a exprimir el tiempo, pues ahora cuando salgo, VIVO cada instante y cada encuentro lo disfruto a tope, como el verdadero regalo que es compartir el aire con otro ser humano.

Y en muchos momentos, en mi casa yo sola, entro en el famoso estado de “flow state” de Mihaly Csikszentmihayi, al cual he llegado afortunadamente sin tener que vivir la historia que cantan Rozalen y Estopa y me digo “pa mis adentros”:

“¡ahora sí que sí!”

Después de hacer muchos cursos de crecimiento personal y de gastar más dinero del que podía, a la vez que muchas ilusiones, he encontrado en la Universidad un grandísimo aprendizaje, que además tenemos la suerte de tenerlo ahí, al alcance de nuestra mano, en nuestra propia ciudad y a un precio bastante asequible, y esto sí que te saca de tu zona de confort a la velocidad de la luz y te da una patada en el culo poniéndote las pilas más que la señorita Rottenmeier a Heidi y por supuesto de todos los cursos de crecimiento personal que invaden nuestras RRSS.

Ahora percibo que mi vida ha ido a cámara lenta durante medio siglo, yo que creí que el Concorde y el Ave del 92, con su entrañable chófer llamado Avelino, eran la famosa alta velocidad… pero noooooo, ahora resulta que la inteligencia artificial va pisándote los talones, que la generación de nuestros niños, esos a los que a veces criticamos como “ninis”, “inmaduros” y un poco “perros”, son personas que aparte de estar cualificados en los libros, son gente madura, responsable, generosa, con una gran conciencia y con unas capacidades aplastantes, esta gente sí señor, están mucho más que preparados de lo que nos podemos imaginar.

La verdad, estoy admirada de esta generación y ofrezco a todos los “carquillas” que vamos rajando por las espaldas, que vayan allí de libres oyentes, manque sea, que se mezclen con ellos y que vean y sientan lo que se cuece en esas cabecitas privilegiadas y a nosotros, sus padres, nos doy la enhorabuena, porque algo bien estamos haciendo.

Muchas gracias a mis hijos Guille y Dani por entender mis lágrimas de desesperación, por sus buenos consejos y por lo que me enseñan cada día.

Gracias a mis compañeros por todo su apoyo, por las miles de millones de preguntas que me han respondido amorosamente, por los días de biblioteca y las risas en la cafetería.

Gracias a mi compañera Bea, que me recoge cada mañana y como dos “motomamis” subimos a la facu, haciendo nuestra sesión de psicología mundana.

Gracias a todos mis profesoras y profesor por su paciencia infinita y por aguantar a la “agüelilla cansina”, que para la clase unas 500 veces, varianza arriba o abajo.

Gracias a mis amigos, por esperarme en los bares, espero que sigáis allí cuando salga..

Y por supuesto gracias a mis padres, porque los dejo tirados para estudiar, ¡a estas alturas!!

Y gracias a mi prima Mari Paz, profesora en Farmacia, que me dio el empujoncito para vivir la experiencia más alucinante y “gustiduele” de mi vida.

Y por último y no por ello menos importante, quiero expresar que he tomado conciencia de que todos estos años de carrera universitaria de mis hijos, yo era la niñata y ellos eran los adultos responsables, por lo que les agradezco la gran paciencia que tuvieron conmigo y lo bien que me educaron.

¡Feliz Navidad y Próspero 2024!

La gratitud, o la capacidad de ser agradecidos, nos pennite reconocer los aspectos pasados y presentes positivos, buenos, aquello que nos ha beneficiado de algún modo y que, por lo tanto, ha otorgado un significado agradable a nuestra existencia” (Peterson y Seligman, 2004; Emmons, 2007).

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