Más allá del Sistema Nervioso Central (I)

¿Te imaginas que la depresión se pudiera detectar por una mala digestión? ¿O que nuestro comportamiento estuviera regulado por las bacterias de nuestro intestino? Estos son nuevos caminos de investigación que se han ido abriendo desde hace unas década y que, en mi caso (a punto de terminar la carrera) me hubiese gustado saber de ellos desde el comienzo de mis estudios, pues son temas hiper-interesantes y con mucho futuro.

Una revolución alimentaria y cerebral

La relación entre estómago y cerebro es mucho más estrecha de lo que podemos llegar a pensar. De hecho, tenemos las capacidades cognitivas que tenemos gracias a que hace un millon y medio de años, nuestros primo-hermanos Homo Ergaster empezaron a comer alimentos cocinados como consecuencia de un gran logro: el control del fuego.

La cocción es una predigestión. Gracias a ella facilitamos la masticación, invirtiendo menos energía. Y cuando el alimento llega al estómago la digestión es más fácil. Desde que se empezó a cocinar con fuego los alimentos, obtenemos 16 veces más energía con un esfuerzo menor. Toda esta energía que hasta entonces empleábamos en masticar y digerir, ahora podía dirigirse a desarrollar un mayor cerebro: a partir del Homo Ergaster, los restos muestran un crecimiento exponencial del encéfalo sin un aumento de la talla corporal.

El Sistema Nervioso Entérico

Esta relación estómago-cerebro va más allá. ¿Sabías que en el estómago tenemos alrededor de 200 millones de neuronas? (¡Tantas como un perro en su corteza cerebral!) Y miles de millones de bacterias que influyen en nuestro comportamiento.

Estas neuronas se encuentran tapizando las paredes de nuestro intestino, repartidas a lo largo del tracto digestivo. Por tanto, actualmente se sabe que tenemos otro Sistema Nervioso más allá del Central y del Periférico: el ‘Sistema Nervioso Entérico’, comunmente llamado “cerebro inferior” o “segundo cerebro”.

La evolucióno descentralizó el trabajo, llevando parte de él al intestino, lo cual resultó más eficaz: evita un tamaño demasiado grande del cerebro y la cabeza.

La Comunicación entre estos dos Sistemas

Estos dos sistemas nerviosos, conectados por el Nervio Vago, se comunican constantemente, utilizando los mismos neurotransmisores.

Como ejemplo, el 95% de la serotonina se sintetiza en las neuronas del estómago y viaja a nuestro cerebro a través del Nervio Vago, con funciones muy diferentes según el contexto en el que actúe: en el cerebro produce sensación de bienestar, mientras que en el estómago se encarga de dirigir el tránsito intestinal y regular el sistema inmunitario. Es decir, la biodisponibilidad de serotonina en nuestro sistema nervioso no sólo afecta al estado de ánimo como hemos pensado siempre, sino que también actúa sobre nuestro funcionamiento digestivo y el estado de nuestro sistema inmunitario. Hasta este punto están relacionados los sistemas que siempre hemos estudiado por serparado.

Para entender los problemas de comunicación que se pueden dar entre ‘los dos cerebros’, se estudia frecuentemente en Síndrome del Intestino Irritable. Se trata de una enfermedad que suele verse desencadenada por estrés prolongado en el tiempo o alguna vivencia traumática. Es muy común, afecta a 1 de cada 10 personas y se caracteriza por fuertes dolores abdominales y problemas digestivos. Sin embargo, cuando se le somete al paciente a pruebas médicas como gastroscopias, colonoscopias o escáneres, no se encuentra ninguna anomalía en el funcionamiento de los órganos digestivos. ¿A qué se debe entonces tanto dolor y mal funcionamiento?

Los estudios de Michael Schemann proponen la hipótesis de que se trataría de una hipersensibilidad de las neuronas del SN Entérico: las neuronas del estómago se encuentran más activas en pacientes enfermos que en pacientes sanos, y sobreestimulan las áreas del cerebro encargadas de la percepción del dolor. Se trataría del resultado de un problema de comunicación entre las neuronas del estómago y las del cerebro; como un cortocircuito.

Cerebro y estómago, tienen un funcionamiento tan similar, ¿compartirán también las mismas enfermedades?

Parece que algunas enfermedades neurológicas, como el Parkinson o la Depresión, podrían originarse en el estómago.

En el caso del Parkinson, se cree que afecta a las neuronas de la Sustancia Negra (área del cerebro) pero suele acarrear problemas digestivos importantes que, en algunos pacientes, aparecen incluso 20 años antes que los síntomas motores característicos de esta enfermedad.

Estudios recientes indican que se podría diagnosticar y estudiar la evolución de la enfermedad mediante una biopsia intestinal, mucho más segura que una cerebral. Con la biopsia intestinal, se pueden estudiar 150 neuronas de una persona enferma, y se encuentran las mismas lesiones características de las neuronas cerebrales de las personas con Parkinson.

En definitiva…

Con todo esto, lo que creo importante retener es que las neuronas, los neurotransmisores y el funcionamiento cognitivo no se encuentran localizados en el cerebro, cómo la ciencia creía hasta hace unas décadas. De hecho, cada vez es más evidente que el comportamiento no sólo se ve influenciado por el funcionamiento cerebral y el contexto de la persona, sino que el contexto interno del resto de sistemas de nuestro organismo influye y se retroalimenta con los procesos cognitivos y la conducta.

Al comienzo se pensaba que la conducta era producto de los estímulos externos. Luego, se pasó a tener en cuenta el funcionamiento cognitivo para estudiar el comportamiento. Ahora se están incluyendo en esta ecuación otros sistemas del organismo (digestivo, inmunológico, endocrino) necesarios también para entender y estudiar con mayor precisión la conducta humana.

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