“Obedecer es una tortura” — EXPERIMENTO MILGRAM

El experimento Milgram original fue realizado en los años 60 por Stanley Milgram. Milgram se preguntaba si las malas acciones de los nazis eran el resultado de sus defectos personales o si cualquiera tiene la capacidad de llevarlas a cabo si las circunstancias son suficientemente poderosas. Este experimento permite medir el poder que la autoridad ejerce sobre un individuo.

El experimento ponía a prueba a individuos normales que participarían en una investigación científica acerca de la memoria. El investigador representaba la máxima autoridad. Se convocaba a 2 sujetos: a uno de ellos se le instalaba en una sala y ataba a una silla, y era sometido a preguntas acerca de una lista de palabras que debía haber memorizado durante un minuto; por cada error se le proporcionaba una descarga eléctrica. En otra sala, el sujeto restante era quien se encargaba de leer las preguntas y ejecutar las descargas cada vez que el primero fallaba. Estas descargas iban incrementando su intensidad hasta llegar a ser potencialmente mortales.

Sin embargo, el primer sujeto (el que era supuestamente castigado) era un actor, y sus gritos de dolor eran falsos. El sujeto que proporciona las descargas no lo sabía, y a pesar de ello seguía obedeciendo (de hecho el 62% de los sujetos lo hicieron).

Se comprobaba así hasta qué punto son capaces de llegar los individuos por obedecer a una autoridad que consideran legítima.

EL JUEGO DE LA MUERTE

Este experimento, realizado en Francia en 2009, es una nueva versión del Experimento Milgram. Su objetivo es medir la interacción entre la autoridad de la televisión y los valores éticos de los sujetos, saber hasta qué punto puede llegar el poder que ejerce la TV ya que, en los últimos años, la TV está sobrepasando los límites de crueldad, violencia y humillación.

Se reunió a una muestra de 80 individuos con el pretexto de participar en un concurso que se emitirá en la TV. Al llegar, el productor les informa de cómo va a tener lugar el “juego”:

Habrá un candidato y un examinador; el candidato responde a una serie de preguntas acerca de una lista de palabras que ha debido memorizar previamente, mientras que el examinador le debe proporcionar descargas eléctricas cada vez que falle. El público del concurso es falso, y junto con la presentadora representan la autoridad a la que el sujeto obedece.

Al igual que en el experimento original, el candidato es un actor, y sus gritos son falsos. Las descargas eléctricas que se ejercen son cada vez mayores, y por consiguiente los supuestos gritos del candidato también lo son. Llegado a cierto punto de la experiencia, este dice plantarse y deja de responder a las preguntas, por lo que muchos sujetos se plantean no seguir; lo sorprendente es que a pesar de ello, la mayoría continúa con el juego y lo acaba.

Solo 16 sujetos llegaron a plantarse, el 81% de los sujetos llegó hasta el final, frente al 62% del experimento original, lo que se traduce en que 8 de cada 10 personas participaría en un asesinato en TV. Cada palanca los comprometía más, dando lugar al estado agéntico: las personas se creen libres, pero en contextos extraños y estando solos se convierten en instrumentos de obediencia. Son capaces de silenciar sus valores y continuar.

Hay ciertos comportamientos que los conducen aun más a la obediencia, como la risa, que les hace liberar tensiones, o el hacer trampa, que les hace sentir menos culpables.

Esta obediencia generalizada se debe a la educación que nos ha sido dada, por la cual debemos cumplir las órdenes de unas autoridades determinadas. Somos individuos distintos unidos por unas leyes a las que nos sometemos sin pensarlo.

REFERENCIAS

https://www.youtube.com/watch?v=8rocRcUOwFw
https://www.youtube.com/watch?v=mjkuSB7hi2w

https://es.wikipedia.org/wiki/El_juego_de_la_muerte_(documental)

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