Que inquieto es ¡SEGURO QUE TIENE TDAH!

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Hoy vengo a hablaros de mi experiencia con uno de los trastornos mentales más controvertidos y a la vez más sobre-diagnosticados del Siglo XXI en infantes y adolescentes. Hablamos del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad.

De pequeño era muy inquieto y en mi relación con los adultos durante la infancia han aparecido diferentes calificativos hacia mí que lo demuestran y entre los que puedo recordar perfectamente: Curioso, listo, cansino, inquieto, pesado y el favorito de mi madre “manojo de nervios”. Los tres últimos calificativos se repitieron bastante y llegaron a frustrarme y hacerme pensar que era el único niño de mi entorno que no era “un muermo”, pero nadie me entendía.

A mi parecer todo iba bien y el problema era que a la gente le gustaba aburrirse, pero a los 6 años mis padres y mi tutora en el primer curso de primaria vieron conveniente llevarme al psicólogo porque SEGÚN ELLOS no había forma de que parase quieto y me concentrara en una sola tarea, lo cual me afectaba a nivel académico.

Como podéis imaginar, en un trabajo conjunto entre el psiquiatra y el psicólogo fui diagnosticado de TDAH, me recetaron una medicación para “controlarlo”, mientras hacía efecto me volvía más calmado y podía pasarme horas haciendo sudokus y deberes y sacar buenas notas y todos felices hasta hoy… bueno… no todos.

Desde tercero curso de Educación Secundaria me he encontrado con docentes y psicólogos que han fruncido el ceño al decirles que tenía TDAH y me han dado respuestas tales como “Eso no existe, es algo que os inventáis los jóvenes para hacer el vago”, “eso se pasa con la edad”, “eso solo se da en niños” o “yo no creo en la existencia del TDAH

Estas contestaciones me las han dado psicólogos clínicos que ejercen como tal, gente más preparada que yo y que, en principio, saben más del tema que yo, por tanto deben tener razón y lo mío era cuento. Pero el psicólogo y psiquiatra que me evaluaron con 6 años también son profesionales y mantienen su diagnóstico a día de hoy, entonces… ¿Quién tiene razón? y ¿Por qué hay opiniones tan dispares entre los profesionales?

Para responder a estas cuestiones tuve que analizar la definición y el diagnóstico del TDAH que proporcionó el DSM III (Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), ampliada en el actual DSM V, quedando descrito como un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por un patrón de comportamiento y de funcionamiento cognitivo que puede evolucionar en el tiempo, y que es susceptible de provocar dificultades en el funcionamiento cognitivo, educacional y/o laboral, caracterizado por la dificultad para mantener la atención voluntaria frente a actividades académicas y cotidianas, unido a la falta de control de impulsos.

Tras leer esta definición y los síntomas que la caracterizan entendí parte de la controversia, ya que la sintomatología resulta escasa y ambigua, pudiendo coincidir con otros trastornos como la ansiedad o la depresión entre otros muchos igualmente conocidos. Si bien el DSM establece criterios de diagnóstico temporales, como la prolongación de los síntomas durante más de 6 meses y en más de un ámbito, como son el académico y el social, los recursos de que disponemos actualmente para realizar un diagnóstico objetivo del TDAH son insuficientes para obtener una imagen o prueba clínica que demuestre la correlación entre el fallo o la falta de desarrollo de ciertos procesos neuronales y los patrones conductuales de déficit de atención e hiperactividad, y así queda reflejado en el Compendio de Psiquiatría Kaplan-Sadock, que informa de una incidencia del TDAH que oscila entre un 2% y un 20% de los niños americanos, habiendo sido revisado y completado por diversos estudios que sostienen la prevalencia de TDAH entre un 5% y 10% de la población infantil a nivel global, lo que demuestra la dificultad para concretar el porcentaje de población afectada por el TDAH.

Al ser tan escasos y ambiguos los criterios diagnósticos del DSM y a la vez ser el único material del que disponemos para distinguir este trastorno, mi conclusión es que la diferencia entre un diagnóstico erróneo y acertado del TDAH depende en gran medida de los factores contextuales analizados por los profesionales encargados del mismo y del tiempo dedicado a dicho análisis; si una persona es etiquetada como TDAH en una o dos sesiones, sin tener en cuenta la metodología de enseñanza de los docentes que le impartieron clase desde la infancia y sus relaciones sociales y familiares, probablemente nos encontraremos ante un diagnóstico erróneo independientemente de que la persona padezca o no realmente este trastorno.

Si esta problemática de “diagnósticos deficientes” se extiende lo suficiente como para llegar a una cifra significativa de casos de sobre-diagnóstico, no es de extrañar que a día de hoy existan negacionistas del TDAH, así como de otros trastornos como la ansiedad o depresión crónicas, que dependen igualmente de un análisis contextual exhaustivo.

Bibliografía:

Definición y sintomatología:

https://www.eafit.edu.co/ninos/reddelaspreguntas/Documents/dsm-v-guia-consulta-manual-diagnostico-estadistico-trastornos-mentales.pdf

https://www.fundacioncadah.org/web/articulo/definicion-y-caracteristicas-del-tdah-dsm-iv.html#

Sobre los índices globales en TDAH:

Quintero Gutiérrez de Álamo FJ, Correas Lauffer J, Quintero Lumbreras FJ. Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad a lo largo de la vida. Barcelona: Editorial Masson Eselvier. 3ª Edición. 2009.

Polanczyk G, de Lima MS, Horta BL, Biederman J, Rohde LA. The worldwide prevalence of ADHD: a systematic review and metaregression analysis. Am J Psychiatry. 2007 Jun; 164 (6): 942–8.

Sobrediagnóstico en TDAH:

Kazda, L., Bell, K., Thomas, R., McGeechan, K., Sims, R., & Barratt, A. (2021). Overdiagnosis of attention-deficit/hyperactivity disorder in children and adolescents: a systematic scoping review. JAMA network open, 4(4), e215335-e215335.

https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/54711/TFG_Mar%C3%ADaAlcaldeAlfonso.pdf?sequence=2&isAllowed=y

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