“Sí, yo voy a terapia” Estigmas en torno a la salud mental

“Yo voy al psicólogo”

Pueden definirse los estigmas como estereotipos negativos en torno a las personas que conforman un determinado grupo que hacen que estas sean devaluadas y excluidas. Es sabido que la estigmatización constituye una barrera para la normal integración social de las personas afectadas. La discriminación debida a esto puede darse entorno a personas con ciertas enfermedades físicas como el VIH, o a sujetos con una orientación sexual concreta, por ejemplo. Son de especial interés los existentes en torno a la salud mental.

Es importante recordar que la visión de la población general acerca de los trastornos mentales ha evolucionado positivamente en gran medida y nuestra mirada hacia esta realidad se ha hecho, ciertamente, más benevolente. No obstante, aún existen prejuicios subyacentes, incluso hay nuevos estigmas implícitos en este intento de visibilidad y normalización.

En cuanto al ámbito laboral, la relación que se establece entre trastornos mentales y violencia o peligrosidad, puede contribuir a que personas que los padezcan tengan más dificultad para encontrar trabajo. También se asocia a estos individuos a falta de formalidad y a ausencias en el trabajo.

El impacto en las relaciones interpersonales es grande. Quien sufre un trastorno mental puede llegar a plantearse que los demás lo reducen únicamente a su diagnóstico y que, aunque reciba un trato cordial, siempre prevalecerá la idea de que está “loco”. Esto puede conducir a que se lleve al extremo el control de las impresiones que se dan a los demás.

En definitiva, no solo se lidia con lo incapacitantes que son de por sí los trastornos mentales, sino también con las limitaciones que traen consigo los estigmas. Esto resulta, desde luego, negativo para la tranquilidad, el bienestar psicológico y la autoestima de las personas. Se verá dificultado, de esta manera, su proceso, así como su recuperación psicológica.

Cabe mencionar que una gran proporción de población que se beneficiaría de la terapia no acude a ella por los estigmas y valoraciones negativas que tiene en torno a la misma. Es cierto que se hace mucho empeño en concienciar acerca de que la ayuda psicológica es necesaria e importante y es conveniente pedir auxilio a tiempo. Sin embargo, da la impresión de que se han validado las emociones y el hecho aislado de ir al psicólogo como tal, pero no tanto la realidad que subyace. La terapia no solo implica las sesiones realizadas con el psicólogo, sino que afecta a la dimensión global de la persona y se ve involucrado, por supuesto, su entorno social.

No solo hay que quitar el estigma a las personas que eligen ir a terapia para que su día a día sea más placentero y tranquilo o para conocerse más en profundidad, sino que merecen lo mismo quienes acuden porque su vida corre un riesgo inminente o porque precisan indispensablemente de ayuda y no pueden continuar solos su camino.

Es imprescindible para combatir el estigma impartir una educación adecuada. También se consideran claves la protesta y el contacto social. Pese a que este análisis puede resultar algo pesimista, la conclusión del mismo es cuanto menos positiva, pues se ha visto que las actitudes sociales pueden cambiar, aunque parezca complejo. El ir destruyendo estos estigmas es un cometido que acatar como psicólogos y como personas susceptibles a sufrir un trastorno mental bajo unas circunstancias que así lo provoquen.

Referencias:

Goffman, E., & Guinsberg, L. (1970). Estigma: la identidad deteriorada (pp. 1–11). Buenos Aires: Amorrortu.

Sanjuan, A. M. (2011). El estigma de los trastornos mentales: discriminación y exclusión social. Quaderns de psicologia. International journal of psychology, 13(2), 7–17.

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