Pensando tu casa
Comprar una casa hoy, pensando cómo vamos a vivir en el futuro.
Imaginar cómo es que vamos a vivir en 20 años es un ejercicio desafiante sin embargo, podemos identificar tendencias y conocer la visión de diferentes referentes en arquitectura, urbanismo y desarrollo. Así, nos aventuramos en el futuro para poder tomar mejores decisiones hoy.
Casas conscientes
En pocos años la sustentabilidad ya no será una cuestión de convicciones personales. En cambio, será un requisito, un punto de partida desde el cual la arquitectura podrá crear y desarrollar su visión.
“Nuestro propósito es dejar un mundo mejor que el que recibimos. Entonces, a la hora de hacer un desarrollo, la sustentabilidad está dentro del proceso de nuestra toma de decisiones”, explica Juan Balsa, desarrollador inmobiliario detrás del emprendimiento Pilar de los Horneros.
Los compradores valoran cada vez más proyectos que incluyan huertas, composteras, paneles solares, sistemas de procesamiento de aguas residuales o incluso cargadores para autos eléctricos, una gran oportunidad para un país como Uruguay, con una matriz energética renovable. La ciudadanía estará comprometida de forma generalizada con reducir su huella ambiental, por lo que revisará su forma de consumir.
De todas formas, para Balsa, la sostenibilidad empieza antes de que la casa esté construida y habitada. Parte desde el plano, donde se orientan las construcciones para aprovechar al máximo la luz natural. Se piensa desde los materiales, que son elegidos para resistir el paso del tiempo, y tiene que ver con crear ambientes flexibles, que puedan mutar a lo largo de los años para adaptarse a necesidades cambiantes.
Hogares construidos con materiales nobles y mínimo impacto ambiental: esas son las casas conscientes.
Casas inteligentes
Cuando hablamos de una casa inteligente solemos imaginarnos un escenario futurista, con robots y asistentes virtuales que hacen las cosas por uno, como en las películas de ciencia ficción. Sin embargo, para la arquitecta Paz Amadeo, “la casa inteligente es la que se adapta a la persona que vive dentro”. “Te ayuda, pero vos tomás las decisiones”, añade.
Esta integración de la tecnología en el diseño del hogar, a la que se le llama domótica, va a ir ganando terreno en los hogares. El objetivo es hacer más sencilla vida, con sonidos relajantes que se reproducen a cierta hora para inducir el sueño, heladeras que alertan cuando escasea un ingrediente o cafeteras que te despiertan con una taza de tu infusión favorita.
A través de tecnología ya disponible y accesible se pueden automatizar ciertos elementos: que las luces se apaguen o cambien de color, que las cortinas se abran a determinada hora y que los cuartos se mantengan a cierta temperatura. Incluso, se pueden reemplazar las llaves con escáners biométricos.
Pero, para Amadeo, que una casa sea inteligente va mucho más allá de la domótica. Ella cree que una casa inteligente, es una casa sostenible que logra “más por menos”. Las construcciones del futuro optimizan el uso de los recursos, con generación de energía renovable, mejor aislamiento térmico y mayor luz natural. Incluso, las casas con tecnología incorporada podrán generar estadísticas de gastos para proponer cómo reducirlos.
En ese sentido, la innovación en materiales y procesos constructivos puede resultar en una revolución. En Uruguay, por ejemplo, es incipiente el uso de las maderas de ingeniería y estructuras modulares, mientras que en Europa se está explorando la impresión 3D con concreto y barro.
“Todo lo que tiene que ver con volver a la naturaleza es el futuro”, concluye la arquitecta.
Reciclar el pasado
Si bien es sencillo soñar con construir una casa desde cero, lo más probable es que compremos una que ya está hecha: puede ser del año pasado o tener más de cien años. Para Alfredo Ghierra, artista y divulgador, las mejores son las construidas previo a 1960 porque cuentan con una “generosidad espacial” que hoy es difícil de encontrar. De todas maneras, para él, el habitar construcciones antiguas no es solo una cuestión de gustos, sino que tiene que ver con la sustentabilidad y con “hacerse cargo de la herencia del pasado” para “colaborar con el bienestar de la ciudad”.
“Comprar una construcción antigua tiene varias ventajas: los materiales, la espacialidad, incluso la generación de empleos de calidad a través de la restauración. También se conserva una sucesión armónica en los estilos de las fachadas de las primeras décadas del Siglo XX, no se descaracterizan los barrios. La sumatoria de todo eso da un espacio público muy rico”, asegura.
Ghierra, que tiene formación en arquitectura, asegura que es un mito que las casas antiguas tienen que atravesar grandes reformas para poder ser confortables. En su opinión, lo fundamental es modernizar la instalación eléctrica, las cañerías y, dentro de lo posible, la cocina. “La cocina antes respondía a una situación de la mujer muy patriarcal. Eran diminutas y mal iluminadas. Hoy el cocinar se ha convertido en un actividad casi lúdica en la que participa toda la familia, ya no distingue géneros, por eso es un área que merece la pena una intervención”, explica.
Y una cocina nueva puede perfectamente convivir con un comedor que mantiene su forma original. Por eso, Ghierra se declara “amigo de la mezcla entre lo contemporáneo y lo histórico” y prefiere, en la medida de lo posible conservar esas piezas antiguas, “porque el buen diseño no tiene edad”.
Esto es algo que ya se está viendo en Europa, donde las construcciones que impliquen una demolición están obligadas a reutilizar un porcentaje del edificio original, con el objetivo de reducir los desperdicios, encaminarse hacia una economía circular y honrar el pasado.
Consumo circular
En una sociedad tan hiperconectada y dependiente de la tecnología como la nuestra, los espacios de relajación son preciados. Para esto, la huerta es un gran aliado.
“La huerta es una herramienta súper terapéutica que nos desconecta de estar todo el día con el celular, la computadora y demás. También nos ayuda a entender el proceso de crecimiento de las plantas y ni que hablar de lo bien que hace embellecer un espacio con verde”, explica Andrea Alba, co-fundadora de Compost Ciudadano.
Al plantar no solo trabajamos para bajar los niveles de estrés, sino que nos conectamos con el origen de los alimentos. Esto, generalmente hace que nos involucremos más en los procesos de cocina, lo que resulta en una vida más saludable, alejada de los ultraprocesados y con una dieta rica en vegetales. Si la sustentabilidad es el futuro de la arquitectura, en la gastronomía es el presente: el saber qué es lo que estamos comiendo y de dónde provienen los ingredientes es cada vez más importante.
De la mano de la huerta y la cocina, viene el compost, que se genera procesando los residuos orgánicos del hogar. Este abono puede ser usado para las plantas de interior, para que crezcan más sanas y fuertes, o para la propia huerta.
A través del compost terminamos de cerrar ese consumo circular.
Uno puede asociar la actividad de compostar a una vida bucólica, lenta, a las afueras de la ciudad. Pero lo cierto es que todos podemos hacerlo. Según Alba es un mito que las composteras generen mal olor o que ocupen mucho lugar. Solo es cuestión de encontrar la indicada para el espacio con el que cuenta cada uno — con el único requisito de ser al aire libre — , aprender lo básico y empezar a separar residuos. Incluso, puede plantearse como una experiencia colectiva con los vecinos e instalarla en un fondo compartido, o suscribirse al servicio de Compost Ciudadano.
No hay excusas, es hora de poner las manos en la tierra.
El pulmón del hogar
Estar en contacto con la naturaleza hace bien. Es algo que sabemos de forma instintiva, pero también hay varios que comprueban que el contacto con el verde provoca respuestas neuropsicológicas positivas. Sin embargo, en los últimos 100 años las ciudades se han ido transformando, perdiendo verde a medida que el cemento fue ganando espacio. Nuestros cuerpos han sentido el cambio manifestando alergias, estrés, presión alta y otras patologías.
La buena noticia es que no es necesario mudarse al campo para volver a tener contacto con la naturaleza, sino que podemos pensar nuestros hogares de una forma diferente. “Ya sea una casa o apartamento, es importante tener una relación con el exterior: un balcón, una terraza, una azotea, un frente, un patio”, asegura el artista y “obsesionado con la ciudad”, Alfredo Ghierra.
Para Ghierra “la ciudad tiene que ser generadora de aire puro, no solo consumidora” y por eso propone revisar dónde están esos espacios verdes. “Montevideo que es una ciudad repleta de áreas horizontales con techos y azoteas que no tienen mayor uso que colgar la ropa. Ahí hay tremenda oportunidad”, explica. Su casa, ubicada en un barrio céntrico, tiene un techo verde que le permite regular la temperatura del interior y un patio casi selvático que es tan disfrutable como funcional porque captura dióxido de carbono.
Hacer una pausa, descansar y mirar el verde es beneficioso para todos, y la buena noticia es que con tan solo incorporar una planta a nuestro espacio ya vemos los resultados.
De todas maneras, no solo se trata de colocar plantas de interior o de llenar de verde el balcón, sino que para Ghierra el espacio público tiene que ser “la vedette de las ciudades”. “Montevideo ya lo tiene porque lo hicieron generaciones previas con gran generosidad. Lo que tenemos que hacer es cuidar eso y multiplicarlo, peatonalizar las calles y plantar árboles”.
Dejando la ciudad
¿Quién nunca fantaseó con dejar la ciudad, con mudarse a un barrio tranquilo a las afueras de la capital, o incluso a un balneario, con cerrar la laptop y salir a darse un baño de bosque? Hoy, es cada vez más fácil que ese sueño se convierta en una realidad.
“Si bien se venía dando la migración en busca de algo más tranquilo, igual tenías que ir a la oficina. Ahora eso cambió”, cuenta Mauricio La Buonora, desarrollador del proyecto de Huertas de los Horneros, donde el foco está puesto en el contacto con la naturaleza. “Este tipo de formas de vivir te permiten tener más tiempo libre”, agrega.
Las prioridades son otras, y hoy en lugar de una ubicación céntrica muchos buscan una vida más lenta, similar a la que tuvieron sus padres en su juventud. Un balcón o un parque deja de ser suficiente y quieren un contacto con la naturaleza más cercano, volverla parte de su estilo de vida. Se cambian los bocinazos por el canto de los pájaros, las veredas por el pasto. “La calidad de vida es impagable y hasta que no lo experimentás no te das cuenta lo atractivo que es”, cuenta La Buonora.
Es una tendencia que se venía dando a nivel mundial, desde Estados Unidos hasta Francia, pero que en el último tiempo se ha acelerado. La tecnología ha ayudado con esta transición y la distancias físicas se sortean fácilmente con una videollamada. Uno se aísla o se conecta según lo desee, ya sea para trabajar o hablar con amigos y familia.
“Nuestra vida va por ahí y el mundo va para ahí. Saber plantar, cosechar, son herramientas interesantes. De acá a 20 años nuestra vida seguro es más verde y tecnológica. Vamos a trabajar más por rendimiento y no por horario”, resume.
El trabajo y la casa
Recientemente los límites entre la vida personal y el trabajo se fueron desdibujando progresivamente hasta llegar al punto de poder tener una reunión desde la cama, o preparar un almuerzo fresco al mediodía y luego retomar las tareas.
Pero, lo cierto es que el concepto del trabajo en casa no es una novedad. En las construcciones más antiguas siempre hubo un estudio a donde trasladar los pendientes de la oficina, organizar las finanzas del hogar o trabajar en proyectos personales. Este espacio solía ser tranquilo, sobrio, privado e incluso oscuro.
Con el tiempo, y a medida que las casas se fueron haciendo más pequeñas, este escritorio se fue perdiendo porque dejó de ser prioridad. Entonces, lo laboral quedó reducido a la oficina y excepcionalmente se trasladó a otros ambientes, como el comedor o el living.
Ahora volvemos a cambiar de paradigma.
“Estamos yendo a esquemas más híbridos y el contar con un espacio para trabajar en casa de acá al futuro es fundamental. Entiendo que lo mejor es que, por más chico que sea, tengas un espacio dedicado a eso en el que te puedas aislar y estar tranquilo”, cuenta Antonio Damiani, director de la empresa de desarrollos inmobiliarios DDC y agrega: “La biblioteca oscura, solemne, ya no va más. Sea para trabajar, sea para comer o para dormir hoy la luz natural y la ventilación natural son las protagonistas”.
Para algunos es indispensable poder trazar un límite físico entre la vida personal y el trabajo, ya sea por salud mental o practicidad. Y, como a veces no es posible incorporar ese espacio al apartamento, muchos desarrolladores están trasladándolo a las áreas comunes contemplando espacios de co-work en sus proyectos. “Creemos en la flexibilidad de usos y en espacios comunes que pueden ser usados para trabajar o para hacer reuniones. Va a ser algo cada vez más frecuente”, explica Damiani.
Hoy precisamos un escritorio, en 20 años tal vez sea un gimnasio o algo que aún no podemos imaginar. Por eso, es importante que los hogares tengan margen la transformación.
Buscando la luz
La luz natural siempre fue importante, sobre todo en aquellas épocas en las que la electricidad era un lujo. Sin embargo, en el último tiempo ha cobrado aún más relevancia en una búsqueda por tener un mayor contacto con la naturaleza.
El factor determinante — más allá del tamaño de la ventana, claro — es la orientación geográfica. “El norte es la fantasía de todos, porque es sol todo el tiempo”, explica la arquitecta Florencia Servente y agrega: “En el este vamos a tener sol de mañana, está bueno para un dormitorio o un desayunador y en el oeste lo mismo, pero de tarde. El sur, además de ser oscuro, tiende a ser más frío”, añade.
El hogar se transformó en un refugio, un espacio íntimo donde nos podemos desconectar de lo que sucede en el mundo. Esto se ve reflejado en la iluminación, donde se priorizan las luces cálidas. También se juega con los largos de las luminarias para crear ambientes más acogedores o incorporar formas más lúdicas, como las guirnaldas, para descontracturar la decoración. “Lo podés lograr te toque lo que te toque, porque es cierto que no siempre tenemos todas las posibilidades para elegir. Hay una energía colectiva muy puesta en mejorar la casa”, resume la arquitecta.
Hay un dicho que reza: “no hay casas feas, sino mal iluminadas” y Servente no podría estar más de acuerdo. “La luz nos permite crear atmósferas, resaltar lo que nos gusta, y apagar las zonas que no. Me gusta la idea de que mi casa no sea igual a la del vecino. Que se note que acá vivo yo”.
Vivir en comundidad
Ese refugio, a veces, puede resultar en aislamiento. Actualmente, la mayoría de las personas no conoce los nombres de sus vecinos y, mucho menos, interactúan con ellos. Hace unos años, los desarrolladores inmobiliarios Fabián Kopel y Sebastián Sánchez identificaron eso y se propusieron cambiarlo. “Es difícil que la arquitectura dé respuestas rápidas porque es una industria de procesos largos. Entonces nos pusimos a pensar cómo podíamos crear comunidad con la infraestructura que ya teníamos”, explica Sánchez.
Por eso, crearon una comunidad virtual entre sus edificios para que los vecinos se conozcan y lleven ese vínculo al plano de lo real (yendo a trabajar al co-work de otro edificio, ofreciéndose a hacer las compras de los adultos mayores). Además, en los nuevos desarrollos priorizaron “espacios comunes más amplios, flexibles, y mejor equipados”. Empezaron a pensar al edificio como en un lugar de encuentro.
Sin embargo, la vida en comunidad no se limita a un edificio, sino que se trata de generar vínculos entre los diferentes vecinos de un barrio. El futuro está en desdibujar los límites entre lo público y lo privado. “Creemos en sacar las rejas, crear paseos y regalarle algo a la ciudad. Si a la gente le das espacio público, lo prioriza. Mejorás tu producto y mejora la calidad de vida”. También están explorando la posibilidad colocar cafeterías en los halls de los edificios o convertir a las azoteas en rooftops de acceso público con cocineros itinerantes para impulsar la gastronomía local.
Sánchez cree que el edificio se tiene que “interconectar con el barrio” y por eso también apoyan la construcción de plazas accesibles e inclusivas. “En la inauguración de una plaza veíamos a la gente jugando al ajedrez, a los niños con sus padres, y nos pusimos a pensar: ¿dónde estaban estas personas? ¡Qué egoístas nosotros en no hacer más de esto!”, reflexiona.
Verde, tecnológico y humano
Si tuviéramos que resumir las tendencias en arquitectura, podríamos hablar de una vuelta a los orígenes: hablamos de la importancia del verde, las huertas y la vida en comunidad. Pero también es incipiente el otro extremo, el ultra tecnológico, con la domótica, las casas inteligentes y el teletrabajo. Estamos en la era de lo anfibio y estas dos facetas van a convivir en un mismo hogar: es como si regresáramos el tiempo más de cien años atrás, y al mismo tiempo viajáramos al futuro.
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