La moneda y su perversa caída…

jestebanprofe
Magazine de Sastre
Published in
2 min readFeb 11, 2017

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La historia ya es conocida: una ayuda inicial a un desamparado que desemboca en una reversión acrecentada; es una historia habitual, poco extendida, pero que se encuentra muy presente en nuestras sociedades, independientemente de su ubicación geográfica, en nuestras conciencias de buenos samaritanos.

Pero, ¿Y la maldad continua, que no repercute en bondad y sobre la que nadie escribe?

Jang-tsu no pertenecía a nadie, ni siquiera al lecho que le daba cobijo habitualmente en la ladera oscura de la montaña en la que acababan los hijos de los desheredados; no pertenecía a nadie, ni siquiera a aquellos que anhelaban su caída para poder repartirse los despojos de su maltrecha silueta.

Solo se pertenecía a él, no siempre…

La infancia, escenario en el que que nadie debería ser un apátrida… Foto personal.

Jang-tsu, de aspecto inocente, con ojitos despiertos y siempre en busca de olisquear en el alma de aquellos que se le acercaban, con su esqueleto apenas desarrollado como consecuencia de la malnutrición y con una vestimenta que indicaba bien a las claras su lugar de procedencia.

Los días en los que apenas si llevarse a la boca un puñado de arroz recocido se sucedían sin que él pudiera hacer nada por cambiar su horizonte, vagaba y vagaba por una ciudad mastodóntica e inhumana en la que un rostro desangelado no era pasaporte suficiente para poder encontrar ese gesto milagroso que pudiera revertir la situación, cambiar el lado de la afortunada y anhelada moneda, única protagonista del cambio...

En esta atmósfera podrida y sin afectos, inhumana por naturaleza, Jang-Tsu cayó en manos de una familia de despiadados personajes que solo lo utilizaban para sus aviesas intenciones. Jang-Tsu cayó en manos de unos forajidos que precisaban de sus órganos vitales como mercancía de intercambio para poderse costear unos caprichos superficiales.

Jang-Tsu, en manos de la maldad y de la peor cara de la especie humana, sin que nadie pudiera revertirlo ni escribir una bonita historia de fe en el progreso solidario de la Humanidad.

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