A 3,000 metros de altura

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readAug 4, 2021
Cajamarca, agosto 2021.

“Mira profundamente en la naturaleza, y entonces comprenderás todo mejor”.

-Albert Einstein, físico alemán.

Miro el cielo azul, aquel azul bien definido y, por momentos, con diferentes matices. Acompañan nubes blancas, igual de llamativas, que se mueven sin prisa. Reviso, por segunda vez, si todo se encuentra en mi bolso: chalina, libro, lapicero, botella con agua, gorro y lentes de sol. Toco el bolsillo izquierdo de mi pantalón para verificar que se encuentre el celular y el bolsillo derecho de atrás, para cerciorarme que tenga la llave y el candado. Listo, es hora de partir.

Con los rayos del sol cayendo directamente en mi cara, procedo a subir la pequeña colina para ingresar al camino de tierra y comenzar la gran caminata que me había propuesto ni bien llegué a las afueras del centro de Cajamarca. A mi izquierda, se encuentran tres personas trepadas encima de un techo a medio construir de una casa de material noble. Los saludo y ellos me responden con un “buenos días”. Continúo. Camino a paso muy ligero, el día anterior había aprendido que debía subir muy despacio si quería resistir una caminata de más de dos o tres horas a 3,000 metros sobre el nivel del mar.

De pronto, el imaginar sobre mi llegada a la cima me hizo recordar que había olvidado el trípode para apoyar el celular. Corro hacia mi habitación, subo las escaleras, abro la puerta y lo coloco inmediatamente en mi bolso. Vuelvo a correr y retomo el camino que dejé. Esta vez, ya agitado, comienzo a andar presuroso. Mi tranquilidad es interrumpida por los ladridos de un perro, volteo hacia la derecha y noto a uno corriendo directamente hacia mí. Minutos antes, la dueña de la casa donde me hospedo, me comentó que tenga cuidado porque ya habían mordido a una huésped meses atrás. Mi pulso se acelera pero me quedo mirándolo para comprobar su reacción. Decidió no salir de su territorio, seguro solo buscaba que yo no lo traspasase, pensé. Seguí caminando.

Cajamarca, agosto 2021.

Los rayos del sol caían más fuerte, los minutos pasaban y era hora de colocarme el gorro. Izquierda, derecha, izquierda, derecha, avanzo a paso lento pero con un movimiento continuo mientras la vía se hace cada vez más empinada. El mugido de las vacas “mu…mu…mu” generaban en mí sensaciones únicas y una extraña tranquilidad. Incluso, al escuchar mis pasos, sus ojos negros me miraban fijamente. ¿Qué pensarían estas vacas? quizás lo hacían para que yo no me acercara o quizás me miraban con sorpresa, como preguntándose quién será ese nuevo ser que deambulaba por sus tierras. No tengo la respuesta correcta pero lo que sí es seguro, es que sus miradas me concedían energías extra para continuar la subida.

Un kilómetro más arriba en la montaña, un grupo de personas me quedan mirando. Levanto la mano a modo de saludo, nada impide que dejen de mirarme. Continúo mi camino, esta vez, un señor sentado en una piedra con las manos levantadas comienza a realizar un canto. Lo interrumpo con un “buenas tardes”, él sonríe y me dice “buenos días joven, aún buenos días”. Sonrío, siento que por momentos pierdo el sentido del tiempo y solo avanzo con lo que percibo a mi alrededor. El señor continúa su canto mientras yo reanudo mi recorrido.

Cajamarca, agosto 2021.

Sigo por el sendero de piedras sin desviarme. Giro ciento ochenta grados y puedo apreciar, a lo lejos, la ciudad que es acompañada por montañas verdes y muchos árboles. Me siento a descansar y pensar en el contexto en el que me encontraba. Pasé de caminar por veredas y pistas, y uno que otro parque, a estar en una montaña rodeado de naturaleza y de personas que se ganan la vida justamente continuando lo que la naturaleza ofrece.

Mientras prosigo, diversos pensamientos recorren mi mente: en cómo comprender mejor las diversas maneras de percibir la vida de mi familia; en las acciones y detalles que forman una gran relación con una de mis mejores amigas, ¿por qué nos llevamos bien?; los cambios que debería introducir en el curso que dicto en la universidad, por qué y para qué lo haría; la relación que tengo con mis amigos y amigas. Todas esas ideas fluyen, van y vienen y yo las tomo, las analizo, las reflexiono y las dejo ir. Mágicamente, las preocupaciones solo se van y mi mente solo queda percibiendo lo que hay alrededor.

Cuarenta minutos más arriba, una señora con cinco ovejas me saluda. Las ovejas y becerros comienzan su clásico balido: “¡Beee, beeee!”. Una experiencia es verlas en televisión, en un parque y otra muy distinta, es escucharlas mientras uno camina solo, a gran altura, con la vista de toda la ciudad y con la mente en blanco. Esa sensación placentera, quizás ocurre por estar en sincronía con nuestro alrededor. ¿A lo mejor es como nuestro estado natural deba estar?

Cajamarca, agosto 2021.

¿O es que parar más de ocho horas diarias sentados al frente de una laptop es para lo que estamos aquí? Dudo que ese sea nuestro real camino, más aún si acompañamos esa actividad con alimentos que no contienen los nutrientes suficientes para desarrollarnos de manera saludable. Si añadimos un factor más, el dormir cada vez menos, realmente no entiendo cómo es que en la mitad del 2021 hemos acabado así: sin movernos, comiendo y durmiendo mal. ¡Vaya gran sociedad que estamos creando!

Ya en la cima de la montaña, con el viento que recorre y refresca todo mi cuerpo. Pienso ¿qué se vendrá luego?, ¿debo quedarme aquí?, ¿es que me siento así por el sesgo propio de la novedad?, si me quedara meses aquí ¿querré volver?, ¿qué es lo natural para mi cuerpo y mente, si es que lo hubiera? No importa, pienso. Solo disfruto los rayos del sol, la tranquilidad y la frescura de pensamientos que mi alrededor entregaba. Sonrío y solo me quedo mirando el panorama.

Horas y días después, hablando con los dueños del local donde me hospedo y con una chica de Rusia que acaba de llegar, pienso que estoy encontrando una posible respuesta. No creo que sea una respuesta definitiva pero quizás sea la chispa de luz para dirigirme hacia un camino, el cual me lleve a nuevas aventuras y sensaciones pero eso quedará para una nueva historia. Ya son las 2 p.m. debo cerrar la laptop y bajar a prepararme el almuerzo.

“Adopta el ritmo de la naturaleza: su secreto es la paciencia.”

-Ralph Waldo Emerson, ensayista y filósofo estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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