Actuar
“Nada de lo que sucede se olvida, incluso si ya no lo recuerdas”.
Hayao Miyazaki, director del estudio Ghibli.
Una gran amiga siempre me recalcaba: “No debemos quedarnos tirados en la cama llorando por lo que nos ocurrió. Hay que levantarse rápido y continuar”. Para ella, lamentarse o preocuparse en exceso era inútil si no se tomaba acción. “¿Estás loco?”, me retaba cada vez que le preguntaba si se quedaría sumergida en sus problemas. “No, no puedo permitírmelo”.
Siempre admiré esa determinación para levantarse en cada tropiezo.
Esta fortaleza, me explicaba, brota de diversas circunstancias y experiencias de vida. “Siempre fue así, quizás por mis hijas no me puedo permitir estar mal”, me confesó.
Y tiene razón. He observado que muchas personas se fortalecen por sus hijos, padres o familiares cercanos, asumiendo la responsabilidad de actuar. ¿Es esta la mejor alternativa? No lo sé. Idealmente, deberíamos hacerlo por nosotros mismos, pero cada persona tiene su propio camino. Lo esencial es el aprendizaje y las lecciones que obtenemos.
“Vamos Jonathan, deja de llorar y busca una solución. A ver qué podemos hacer”, me animaba ella cada vez que caía ante un problema que me parecía insuperable.
La mentalidad siempre fue actuar. Recuerdo a mi mamá con sus mensajes de aliento, abrazos y palabras, evitando que me derrumbara anímicamente por mucho tiempo. Desde pequeño, esa actitud me hizo creer que todo es posible. Las personas a mi alrededor pensaban así, y yo también lo creía.
Sin embargo, en las relaciones de pareja siempre me sentí menos seguro, enfrentándome a un terreno donde no todo dependía de mí. Es un ámbito en el que sigo esforzándome por entenderme a mí mismo y comprender mejor a mi pareja, para dar lo mejor de mí.
Para lo demás, todo era posible.
Pero, ¿de qué sirve llorar? No es que esté mal, pero el problema surge cuando el llanto se prolonga, impide la acción o nubla nuestros pensamientos. No hay espacio para dejarnos consumir por los lamentos. Hay que actuar, sin perder tiempo con pensamientos excesivos.
¿Y tú? ¿Cómo enfrentas los conflictos? ¿Cuánto tardas en resolverlos? ¿Te dejas llevar por las emociones hasta caer mentalmente? ¿Quién o qué te ayuda a recuperarte? A veces, actuar puede despejar esa tormenta de pensamientos en nuestra cabeza en lugar de simplemente esperar.
O por lo menos eso es lo que aprendí. ¿Y tú, cómo lo aprendiste?
“Lo más importante es no perder la esperanza. No hagamos demasiado caso a los que anuncian el fin del mundo”.
Albert Camus, filósofo y autor francés.
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¡Que tengas un buen día!