Caminando hacia el diseño

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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7 min readAug 11, 2021

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San Isidro, setiembre 2014.

“Explorar lo desconocido requiere tolerar la incertidumbre”. Brian Greene, matemático y físico teórico estadounidense.

Mi paso como estudiante de la PUCP tuvo momentos altos y bajos, tal cual una montaña rusa. Comenzó con Estudios Generales Ciencias durante el 2005, el cual me tomó mucho más de lo pensado — por los Cálculos y las Físicas — pero a la larga, me trajo muchos aprendizajes y generó un cambio en mi manera de aprender nuevos temas. Por el contrario, ya en la especialidad, estudiando Ingeniería Informática, realmente disfruté la mayoría de cursos pero uno me marcó: Sistemas de Información 1. Curso del cual decían era uno de los más fáciles de llevar.

¿Qué sucedió cuando lo llevé? Pues lo jalé con diez, el único curso que jalaría en la Especialidad. Solo el 15% del salón desaprobó. Mi punto de vista para diseñar un sistema fue distinto al que el profesor imaginaba. Me explicó que la categorización que había realizado no era la correcta, que debía ser opuesta a la que había planteado. Aquel curso me costaría llevar un ciclo más en la universidad, sumado a los dos que había acumulado por mi paso por Generales. Por un momento pensé cambiarme a Ingeniería Industrial, sentía que los temas no podían ser negros o blancos, debía haber un intermedio, un punto donde uno pueda desplazarse y donde lo relativo tenga un significado positivo.

Incluso pensé cambiar de universidad, a la de Lima, de la cual mi ex jefe del BCP — al cual aún admiro — me había hablado muy bien. Investigué diferentes mallas curriculares hasta que finalmente tomé una decisión.

Estaba enamorado de la PUCP, disfrutaba crear software de manera creativa y me faltaban un par de años. ¿Solución? Complementar ese lado ‘relativo’ y diferente que nacía dentro de mí en otras especialidades. Terminé llevando Gestión de Producto y Marca en la ULima, Creación de Negocios Online de un curso de Maestría PUCP, Creatividad e Inteligencia Emocional y Psicología Industrial como electivos PUCP. Buscaba complementar los skills que ya había adquirido con nuevos conocimientos. Incluso el curso obligatorio de Gestión de Empresas e Ingeniería Económica aportaron mucho en mí para realizar un análisis fuera del ámbito del software: la empresa y sus funciones.

¿Funcionó?

Diría que estuve tranquilo durante la universidad, acabé contento e inspirado aquel 2011. La tranquilidad no duraría mucho, ya que cuando me encontraba trabajando en Pacífico Seguros, volví a presentir que algo faltaba. Sentía que las decisiones que tomaba al frente de una computadora en un Excel o en una reunión con cinco personas, necesitaban de un ingrediente adicional para que realmente funcionen. ¿Es que podemos analizar todas las posibilidades y minimizar el riesgo de nuestras decisiones? ¿Qué pasa si nos equivocamos? Claro, en aquel entonces no conocía el sinfín de sesgos que existen y los cuales nos impiden tomar decisiones claras y acertadas. Pero más alla de ese tema, algo me decía que tomábamos decisiones que afectaban a las personas y luego eran ellos las que tenían que asumir las consecuencias, sean positivas o negativas, y no necesariamente nosotros (lo máximo que podía pasar era no llegar a los objetivos del año o quizás ser despedidos).

Durante el 2013 y 2014, decidí tomar unos cursos online que me permitieron ampliar mi visión: Creating Innovative Products del Tec de Monterrey, Creative Problem Solving de la Universidad de Minnesota-Twin Cities, Storytelling for Change de la ONG Acumen y un curso de Liderazgo y Coaching de la Pacífico. Los cursos me permitieron salir de mi zona natural de toma decisiones, para realizar actividades diferentes: caminar con una corona de rey por la Av. Juan de Arona, tomar una sopa desde una botella, hablar con la señora que cuidaba los carros afuera del Centro Comercial Caminos del Inca, ser calificado por personas de diferentes países o grabarme contando una historia que logre captar la atención de los demás estudiantes.

Conoversación fuera del Centro Comercial Caminos del Inca, setiembre 2014.

¿Funcionó?

Digamos que esas actividades fueron el estímulo para lo siguiente: llevar un curso de Design Thinking en la PUCP durante el 2015. Aquella decisión me permitiría ahondar mucho más en cómo tomar otras fuentes — como las ideas de las demás personas involucradas — al momento de tomar decisiones estratégicas. Claro, las áreas de Marketing e Inteligencia Comercial ya traían esa información. Pero el Design Thinking era diferente: no solo eran números, focus groups, o reportes. Era estar cara a cara con las personas para conocer realmente lo que necesitaban, luego idear con ellos diferentes posibles soluciones y, luego de afinarlo, volver a mostrárselo para que ellos prueben la solución y obtengamos feedback. Finalmente, con esa información, se podrían tomar mejores decisiones. ¿Cuánto tomaba? Podía ser días, semanas, meses.

¿Realmente el Design Thinking era lo que buscaba? Parecía que sí pero, a la vez, me parecía muy ‘fácil’ y sencillo como para comenzar a innovar luego de cinco clases. De ser así, ¿cualquier persona podía hacerlo? ¿Es cuestión solo de mindset? ¿Habrá un mayor soporte teórico para lo que hacían?¿Basta con seguir los cuatro o cinco pasos? ¿O es que se realiza en base a la experiencia?

¿Qué sucedió luego?

Ya en Scotiabank, decidí seguir investigando y llevé uno curso de Creatividad Publicitaria en Atomic Garden e incluso uno de Administración y Gestión de Panaderías y Pastelerías — Nova Escuela.

¿Por qué pastelerías? Buscaba expresar todo lo que había aprendido a lo largo de los años, en un negocio real, y veía un gran potencial en abrir un negocio de pastelerías. Recuerdo haber recorrido en el 2016, con mi ex enamorada, diferentes puntos en Lima para conocer dónde había más oportunidad. Incluso, hice un workshop de Design Thinking con ella para trazar cada punto de las experiencias vividas por los clientes: desde qué sucede cuando las personas pasan por el restaurante y leen el cartel hasta cuando se van y deciden recomendar el lugar.

Mapeo de experiencias de pastelería, marzo 2016.

Pasaron los meses y, con la ayuda de un consultor de restaurantes, decidí cambiar de giro. Me dijeron que pensara en grande. Pasé de querer crear un negocio de pastelería a crear un restaurante temático de los años 50 de USA en un mall de lima norte o sur, ya que percibía mayor oportunidad. Incluso tuve que hacer una presentación con el concepto y la oportunidad para demostrar que podía se implementado.

Visité muchas veces el Mall de Plaza Norte y Mall del Sur. Iba cada fin de semana, por varios meses, a entender un poco más el comportamiento del consumidor, quizás más cuantitativamente para poder crear un plan ‘viable’. Una diseñadora de interiores nos ayudó a comunicar en un render cómo se podría ver el restaurante de acuerdo al posible espacio asignado.

Propuesta del nuevo resturante, agosto 2016.

Pasaron los meses, se hizo la presentación y aceptaron la propuesta. Sería en Mall del Sur. Faltaba solo enviar los meses de adelanto de alquiler y el cobro de ‘llaves’ y el sueño se haría realidad.

¿Qué sucedió?

Workshop de Lean UX, julio 2016.

Decidí no realizarlo. En paralelo, llevé un curso de Lean UX en la PUCP y uno de Scrum Agile Bootcamp de McKinsey gracias a mi trabajo y, en el camino, descubrí que verdaderamente el Design Thinking era algo muy pequeño en comparación a lo que realmente el diseño podía hacer por nosotros.

Agile Bootcamp — Toronto, septiembre 2016.

Aquel 2016 finalmente encontré, en la especialidad de diseño de servicios, el camino que había buscado por tantos años y el cual me llevó a dejar el Perú — en el 2017 — para seguir mi curiosidad. ¿Es el final de mi exploración? diría que solo es el comienzo.

¿Qué era eso? ¿Cómo lo encontré? ¿Se pueden diseñar los servicios? ¿El diseño no es solo que se vea bonito? Las respuestas la exploraremos en un siguiente artículo.

“No te conformes con lo que ya sabes. Nunca dejes de creer en el poder de tus ideas, tu imaginación, tu arduo trabajo para cambiar el mundo.” Barack Obama, político estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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