Donde lo imposible es posible

Jonathan Martell
Jonathan Martell
Published in
5 min readApr 18, 2022
Imperial College, marzo 2018.

“Cada vez que alguien tiene la capacidad de impactar la vida de las personas, creo que es una de las mejores cosas que Dios nos da como individuos”.

Andy Pettitte , ex lanzador de béisbol profesional estadounidense.

Noviembre

Era un frío viernes, unos 14 centígrados, cielo gris y muchas nubes. Me encontraba en mi habitación cuando me llegó un correo de Carolyn, administradora del programa de mi maestría:

Hola a todos,

Evento Entrepreneurial Journey. 4:15 p. m. — 7 p. m. Sala LTUG (diríjanse a la entrada principal de Imperial College, en Exhibition Road. La Escuela de Negocios está a la derecha de la entrada). LTUG está en la planta baja *¡Cuidado con el cilindro gigante!*

Networking con estudiantes del MBA. Si estás interesado en unirte a este curso electivo, hágalo, ya que será una gran oportunidad para conocer a otras personas que pueden tener intereses y objetivos similares. Pueden aprovechar la oportunidad para obtener los datos de cualquier persona con la que le gustaría mantenerse en contacto para una potencial unión antes del ‘Idea Market’ al final del período.

Evento Idea Market. Jueves 14 de diciembre, de 18 a 20h en el Imperial College.

Nos vemos ahí,

Carolyn.

Aquel correo, despertaría mi interés para realizar un proyecto con los estudiantes del MBA del Imperial College. Sentía que era una gran oportunidad para complementar los skills que estaba aprendiendo en mi maestría: sistematización y síntesis de la información, comunicación estratégica, prototipado para validación, gestión de la incertidumbre, entre otros. Aquel complemento para analizar la viabilidad de los negocios y llevar a la práctica las diversas ideas que podíamos generar. Aquel momento, tomé la decisión de sumarme al reto.

Diciembre

Una semana antes de navidad, se realizaría el evento de networking para conocer a detalle los proyectos del MBA.

Aquel día tenía clases en RCA, por lo que tan pronto acabaron todas las sesiones y, luego de una cena rápida en la cafetería, caminé directamente al evento. Me encontraría con unos amigos por allá.

Al ingresar a la Escuela de Negocios, me topé con muchos estudiantes que compartían un rasgo en común: entusiasmo, caras alegres e ilusión. Los acompañaban tableros, un Ideas Canvas, donde uno podía apreciar la información del proyecto que querían llevar a la realidad. Básicamente se buscaba contar cuál era el problema, quiénes son los clientes, cuán grande es la oportunidad, cuál es la solución y qué skills adicionales se necesitarían para llevar a cabo el proyecto.

En mi caso, no tenía ideas por lo que fui al evento para sumarme a algún equipo que llamara mi atención. Principalmente, buscaba una idea que pudiera ser interesante, tenga potencial para ser validada rápidamente y, sobre todo, formar un equipo con estudiantes del MBA que comprendieran el valor del diseño en los proyectos o, por lo menos, estuvieran interesados y curiosos por aprenderlo.

Tomé una copa de vino y me puse a caminar por todo el lugar. Había proyectos de todo tipo: reducir el consumo de carne roja, creación de tests de sangre más accesibles, crear hábitos saludables en los niños o mejorar la experiencia de comprar un carro.

Sin embargo, hubo un proyecto que cautivó mi atención por tres razones.

Pitch de Lemongrass. Diciembre 2017.

La primera, era sobre el proyecto en sí mismo. El título llamaba la atención: invertir en la futura riqueza de una generación. Los gráficos y la información estaban claras: millennials y su impacto económico en la sociedad, distribución del tipo de inversiones que realizaban, el tamaño del mercado, proyección de ingresos del público objetivo y la tecnología de los robo advisors como asistentes para invertir. Además mencionaban un tema muy relevante: la sostenibilidad.

La segunda razón, eran los dos chicos que presentaban la idea. Nathan y Trieu. Los recuerdo elegantemente vestidos pero principalmente recuerdo su alto nivel de conocimiento sobre el proyecto, sus ganas de llevarlo a la realidad a través de experimentos y en cómo ambos se complementaban mutuamente. Simplemente eran brillantes, unas características que saltan a la vista rápidamente.

Nathan, estudiaba física y teórica matemática.Trieu, ingeniería aeronáutica. Ambos del Imperial College. Ante cada pregunta que planteaba, ellos respondían con una naturalidad, confianza y base teórica que realmente sorprendía. Sobre todo Nathan, con el que me quedé conversando por más tiempo.

La tercera razón, fue que ambos estaban muy abiertos a nuevas ideas. Les comenté cómo mi visión podía complementar las actividades que ellos estaban planeando. Nathan propuso ir a mi universidad para conocer más de cerca cómo es que el diseño podría añadir valor a los proyectos, más que solo desde lo estético como comúnmente se piensa.

Nos quedamos charlando por un buen rato sobre cómo la sociedad buscaba ser más consciente sobre las inversiones que realizaba. Ya no solo bastaba con ganar dinero sin importar qué hiciera la empresa en la que se invertía. Por el contrario, las personas se preocupaban por saber la historia de la empresa y si estaban impactando positivamente en el planeta.

Si bien existían diversas empresas que se dedican al rubro, me comentaban que se necesitaba simplificar la información, el proceso era complejo y se necesitaba mucho más dinero para obtener ayuda especializada. Y los millennials, por el contrario, buscaban algo práctico y que añada valor. Quedaba claro que existía una oportunidad en el mercado.

Al acabar la conversación, decidí dejar mi información de contacto para unirme al equipo. Prácticamente ya estaba sellado el trato pero había que afinar unos detalles y yo también quería repensarlo unas veces más.

Aquella noche volví al bar de mi universidad a tomar un par de pintas y disfrutar la noche en la terraza del bar mientras compartía con mis amigos. Sin embargo, mi mente no dejaba de pensar en los dos estudiantes que había conocido.

Mi intuición no fallaría, eran diferentes y lo demostrarían luego. Sobre todo Nathan, con el cual creamos experiencias que aún impactan en mí. Experiencias que me hicieron cambiar y tener otras perspectivas de vida. Experiencias de las cuales estoy muy agradecido.

Mientras escribo estas líneas, le envié un mensaje a Nathan luego de más de dos años. Espero volver a hablar con él y resurgir esas curiosidades intelectuales que nos llevaron a perdernos en el terreno de la creatividad, donde lo imposible era posible y donde un futuro mejor, dependía de nosotros.

¿Por qué él me impactó?, ¿qué pasó con el proyecto?, ¿lo llevamos a la realidad? Será momento para otra historia.

“Algunas personas llegan y tienen un impacto tan hermoso en tu vida que apenas puedes recordar cómo era la vida sin ellos”.

- Anna Taylor, escritora neozelandesa.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

--

--