El acto de llorar
“Solo lloras por ayuda si crees que hay ayuda para los que lloran”.
Wentworth Miller, actor inglés.
Era un fin de semana cuando recibí un mensaje por Whatsapp, mientras me encontraba descansando en mi habitación. Era un texto largo de muchos párrafos en un solo mensaje. ¿Qué decía? Pues básicamente que debía alejarme porque había sobrepasado límites, excedí la confianza y no me había comportado de manera adecuada. En conclusión, la persona que me envió el mensaje, estaba decepcionada de mí. Por instinto, atiné a responder rápidamente el mensaje basándome en que cada una de mis acciones habían sido realizadas sin mala intención.
Minutos más tarde decidí llamarla, no me contestó pero si respondió indicando que simplemente dejaríamos de hablar, que no había marcha atrás. Ese acto me desestabilizaría emocionalmente. Me lamenté por mi mala decisión, por perder a una gran amiga y, sobre todo, por haberla incomodado sin pensarlo bien. Atiné a llorar.
Básicamente busqué justificarme sin comprender realmente por qué ella había tomado esa decisión. Lo comprobé meses después, cuando volvimos a vernos y pudimos conversar sobre lo ocurrido. Bajo mi argumento, volví a justificarme sin lograr un cambio en la otra persona.
¿Mi error? Centrar la conversación en torno a lo que yo pensaba y en demostrar persistentemente mi inocencia. Digo error, porque la otra persona esperaba más de mí, esperaba que me hiciera responsable y no pusiera excusas. No lo hice. Finalmente me dijo que no había problemas entre ambos pero que prefería mantenerse alejada. Era claro que la había decepcionado aún más pero ella — más fuerte que yo — decidió decirme que todo estaría bien. Meses de amistad terminarían prácticamente en ese momento.
Más allá de la lección que me deja aquella situación, la de siempre asumir lo que uno hace sin excusas, sin peros. Me quiero centrar en la acción que naturalmente realicé cuando no me sentía bien, y lo que la mayoría solemos hacer cuando ocurren problemas: el acto de llorar.
El llorar
En un estudio realizado por Michelle C.P. Hendriksm, entre otros autores, menciona que el llanto es el resultado de la interacción entre varios procesos psicológicos, cognitivos y sociales. Tiene impacto tanto en el propio individuo que llora (efectos intrapersonales) como en el entorno social de la persona que llora (efectos interpersonales).
Sin embargo, el autor menciona que el llanto no parece tener efectos beneficiosos directos o inmediatamente observables en la persona que llora. Su criterio se basó en el análisis de diferentes estudios empíricos realizados donde en algunos casos, las funciones físicas como la frecuencia cardíaca y la presión arterial, no se recuperaron más rápidamente después de un período de llanto. Y en otros, las personas se sentían mejor luego de llorar. Sin embargo, el autor cuestiona los resultados debido al contexto y la dependencia del diseño de los estudios.
Quizás, como sugirieron Cornelius (2001) y Hendriks (2005), el llanto solo puede tener un efecto positivo en el bienestar cuando el derramar lágrimas conduce a un cambio positivo en una situación. Esto implica que el llanto no conduce automáticamente a liberar tensión o alivio emocional. Más bien, es el contexto social en el que se produce el llanto y las reacciones de los demás, las que puede determinar predominantemente sus efectos intrapersonales, sustenta Hendriksm. Como ejemplo, una persona que llora solo puede sentirse mejor si sus lágrimas, como consecuencia, generan un apoyo emocional y comprensión, en lugar de encontrarse en una situación de desaprobación y reacciones negativas.
En otro paper, Gračanin, Bylsma, y Vingerhoets sustentan esta teoría analizando las funciones del llorar — ya sea como un mecanismo autocalmante o como señal social- y las respuestas que se generan como una forma de apoyo social que implica un cambio positivo en el estado de ánimo. En caso el llorar sea percibido como un elemento desaprobatorio o genere vergüenza — usualmente cuando más de una persona está presente — el estado de ánimo podría no mejorar o incluso empeorar.
En general los autores plantean que los hallazgos de la investigación apoyan la opinión de que el llanto es una señal comunicativa muy decisiva, con alto potencial para provocar respuestas de cuidado y fortalecer los lazos sociales. El llanto parece ser un comportamiento de apego importante a lo largo de la vida de las personas, el cual está diseñado principalmente para comunicar la necesidad de ayuda y estimular a otros a ofrecer consuelo y ayuda, concluyen los autores.
¿Entonces qué podemos hacer la siguiente vez que comencemos a sentir algo negativo?¿Llorar o no llorar? Probablemente dependa del lugar en el que nos encontremos, las personas que nos rodean y lo que busquemos lograr. Y mucho más allá de la información que las investigaciones nos puedan proporcionar, es importante realizar lo que realmente creamos es lo mejor para nosotros porque, al fin y al cabo, somos nosotros los que tenemos que lidiar con las consecuencias.
“El llanto, mientras dure, está bien a su manera. Pero tienes que parar tarde o temprano, ya que luego tendrás que decidir qué hacer”. -C.S. Lewis, ‘The Silver Chair’.
Referencias:
- Hendriks, Michelle & Nelson, Judith & Cornelius, Randolph & Vingerhoets, Ad. (2008). 'Why Crying Improves Our Well-being: An Attachment-Theory Perspective on the Functions of Adult Crying.
- Asmir Gračanin, Lauren M. Bylsma, Ad J. J. M. Vingerhoets (2014) 'Is crying a self-soothing behavior?. Frontiers in Psychology.
- Cornelius, R. R. (2001). Crying and catharsis. In A. J. J. M. Vingerhoets & R. R. Cornelius (Eds.), 'Adult crying: a biopsychosocial approach' (p. 199–211). Hove, United Kingdom: Brunner- Routledge.
- Hendriks, M. C. P., & Vingerhoets, A. J. J. M. (2006). 'The social messages of crying faces: their influence on anticipated person perception, emotions and behavioural responses.' Cognition and Emotion, 20, p878–886.
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¡Que tengas un buen día!
