Estudiando una maestría (I)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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6 min readJan 30, 2022
Expocisión en Royal College of Art — Noviembre 2017.

“Los beneficios de estudiar en el extranjero son casi infinitos”.

Michelle Obama, abogada estadounidense.

A inicios del 2016, decidí tomar una maestría en el extranjero y estudiar en Londres por dos años. Fue una experiencia que cambió radicalmente mi manera de percibir la vida.

¿Por qué? Podríamos analizarlos desde distintos ángulos:

En el personal

El vivir afuera, lejos de la familia y amigos, nos expone inevitablemente a perder el soporte y afecto del cual estábamos acostumbrados. ¿A quién buscar cuando tengamos problemas? ¿O quién nos puede dar ese abrazo ante situaciones difíciles? Aquella persona que con una mirada nos tranquiliza y transmite energías para continuar. Claro, ahora con las videollamadas todo se hace más fácil pero el contacto real, el sentir la piel de la otra persona o escuchar su respiración, simplemente se pierde.

Entonces, el estar expuestos a situaciones como problemas de salud, problemas amorosos, dificultades académicas, el temor a estar solo, el saber qué hacer con nuestras vidas o inclusive el conocer o definir nuestra orientación sexual, son razones suficientes para perder el equilibrio natural y buscar ayuda.

Estuve expuesto a un sinfín de experiencias que me llevaron a reflexionar sobre las distintas situaciones por las que pasamos. No importaba si eras de Europa, Asia o América. Todos teníamos los mismos problemas. Pásabamos por momentos de tristeza, buscando algún soporte que nos ayude a salir de ese estado para disfrutar de la magia y lo inesperado de la ciudad.

Algunas historias

Mientras caminaba con un grupo de amigos, noté que una amiga caminaba cabizbaja, a paso lento. “¿Todo bien?”, le pregunté. Ella, suspiró, levantó la mirada y con los ojos brillosos a punto de llorar, me dijo que la vida en las últimas semanas estaban siendo difíciles. “¿Por qué?”, pregunté curioso. Me comentó que estaba dudando sobre su sexualidad, no sabía qué hacer y se sentía rara. Era la primera vez que le pasaba. Comenzó a sentirlo luego de varias semanas de estar en Londres. Antes, en USA, no había pasado por ese tipo de sensaciones. Miraba al cielo mientras caminábamos, me dio un abrazo y luego continuó caminando ella sola al final del grupo. Seguro necesitaba un espacio para aclarar sus pensamientos.

En otra ocasión, mientras dejábamos a una amiga en su casa, regresé con un amigo hacia Hyde Park. En el camino, él comenzó a llorar mientras fumaba. No podía entender cómo iba a tener que regresar a su país, India, a casarse con alguien que no conocía, que no era para él. Estaba frustrado, estaba enamorado de una chica de su maestría. Realmente quería seguir experimentando y conociendo. El volver haría que todo sea complicado y fuera de su control. “¿No puedes solo regresar y decidir que no quieres casarte?”, pregunté ingenuo. “No, Jonathan. Eso lo haría más difícil. Sería una deshonra para mi familia. Prácticamente me expulsarían y es parte de mi cultura”.

Entre sollozos me abrazó. Le dije que tarde o temprano todo estaría bien y quizás podría encontrar una manera de salir de ese destino que no era para él.

Era verano del 2019 y me encontraba con una amiga tomando unas copas en mi residencia. Salimos del bar, cuando ella me comentó que quería ir al baño. Aproveché para yo también ir antes de continuar con nuestros planes. Al salir, esperé en el patio. Pasaron más de diez minutos y ella aún no regresaba. Dos minutos después, finalmente apareció. Pero no sola. Estaba con una chica. A ella la recordaba. Vivía en mi residencia, era de sudamérica, muy linda y se sentían sus buenas energías cada vez que la veía pasar. Además, recordé que la había visto en el restaurante muy contenta y enamorada con una chico, al parecer de UK.

Al acercarse, mi amiga comentó que la había encontrado en el baño, que ella estaba pasando por un mal momento. “¿Qué pasó?”, pregunté. Ella comentó que había sido el último día de su maestría, que estaba muy tocada emocionalmente por acabar tan genial experiencia. ¿El problema? su novio había terminado la relación ese día. Le dijo que no podían continuar, que no era lo correcto porque ella se regresaría a su país. Ella, tenía otras expectativas. Quizás vivir juntos, ella a pensé que podíquedarse, o que él le propusiera irse al país de ella. “¿Por qué no?, ¿es que el amor no lo puede todo?”, pensó ella.

Se equivocó, aquel día chocó contra una indiferencia inesperada. “Es tu último día, tienes que disfrutarlo al máximo. ¿Cómo planeas recordar este día? Si bien no puedes controlar lo que pasó con tu novio, si podrías controlar cómo te sientes ahora y las acciones que podrías hacer hoy”, le dije. Ella mejoró un poco sus ánimos y nos dijo que se iriá a tomar con unos amigos, que no era fácil pero que no tenía otra alternativa. Ambos la animamos a seguir mientras ella se despedía. Un amigo había llegado a recogerla para salir.

Una tarde de inviero, luego de intercambiar diferentes ideas de manera airada. Mi amiga se levantó de su sitio, cerró la laptop y se fue. Me quedé sorprendido por su actitud pero también sabía que algo no andaba bien en ella. Sentía que no era tan normal reaccionar de ese modo ante un tema que se pudo resolver de otra manera. Esperé al final del día para escribirle y luego llamarla. Le pregunté qué le pasaba o cómo se sentía. Al principio, no quería ser directa pero luego me terminó contando que su hermana estaba mal de salud. Que tenía un problema grave y que ella tenía que cuidarla y si no funcionaba el tratamiento, quizás ella tenía que regresar a su país de origen en Asia.

Me dijo que habían sido semanas difíciles, que no sabía cómo sobrellevar las situaciones que estaba pasando, a pesar de ser la hermana mayor. Que necesitaba a su familia y que por ese motivo, no podía concentrarse en los estudios. Que la disculpara por haber reaccionado de manera tan radical mientras conversábamos pero que no se sentía bien. Le dije que no se preocupara, que lo más importante es la salud y la familia y era lo primero que tenía que resolverse. El tema que estábamos viendo podía ser conversado luego. A partir de ahí, nuestra relación cambió y pudimos manejar mucho mejor las situaciones de conflicto.

Me encontraba en el pasillo de mi universidad ya listo para salir cuando vi a una amiga, o bueno en ese momento una conocida, con la cara triste mirando el celular. Decidí parar y retroceder. “Hola, ¿estás bien?”, pregunté curioso sin pensar que ella me respondería de manera totalmente directa. “No, el chico que me gustaba me ha dicho que ya no quiere salir conmigo. Estoy también molesta porque ayer tuvimos sexo y hoy ya no quiere hablar conmigo. Pero sabes, estuvimos saliendo dos meses y él había sido muy atento conmigo. Sentí que era diferente. Decidí entregarme pero veo que ahora todo es diferente. Pero ¿sabes qué es lo peor? Que el sexo con él fue muy malo. No sentí nada. No puedo creerlo. Es brasileño, tenía otras expectativas. Estoy entre triste y molesta”.

Sorprendido por su respuesta quedamos en continuar la historia no en el pasillo sino en el bar, en el tercer piso de la universidad. Ahí, me contó los detalles de lo que le había pasado y el fin de su historia. Momento que fue el inicio de una gran amistad entre ambos.

Otras frases como: “Jonathan, me siento sola”, “no sé qué hacer”, “¿qué haré luego de la maestría”, “necesito ganar más dinero”, “extraño a mi familia”, “tengo miedo de estar sola”, “me acaban de terminar”, “¿en qué ciudad me sentiré mejor”, “¿hacemos algo? Necesito despejar la mente”. Fueron frases que se repitieron a lo largo de mi estadía. Palabras que si bien, inicialmente, buscan ayuda, terminaron convirtiéndose en el inicio de una gran amistad, de entender mejor las perspectivas de otras personas, de saber que unas palabras, el tiempo que una brinda o un simple abrazo o sonrisa, pueden crear un gran impacto en otra persona. Aquel impacto que nos brinda una grata satisfacción.

En el siguiente artículo detallaré los aspectos profesionales y académicos de estudiar una maestría.

“Nadie puede descubrir el mundo por otra persona. Solo cuando lo descubrimos por nosotros mismos se convierte en un terreno común, un vínculo común y dejamos de estar solos”.

– Wendell Berry, novelista y poeta estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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