La Chica del Bar

Jonathan Martell
Jonathan Martell
Published in
6 min readMay 2, 2021
Freddie’s Café, 2018.

“Personas inesperadas y situaciones inesperadas, te enseñan la lección más valiosa de la vida”.

- Nidhi Agarwal, actriz india.

Regresaba a mi residencia caminando a paso ligero por las calles de Holborn, luego de un intenso día en el trabajo. Era un jueves de setiembre y ya casi anochecía.

Al llegar, y luego de abrir la puerta principal con mi tarjeta, noté un llamativo letrero. Inmediatamente, me recordó el evento que estaban organizando aquella noche. Le denominaban ‘Survivors’ Dinner’ ya que era una cena para los últimos estudiantes en dejar la residencia.

En mi caso, me iba a quedar un año más, entonces “¿para qué ir?”, pensé. Por otro lado, era una gran oportunidad para despedir a algunos conocidos y por qué no, conocer a alguien. Para ser sinceros, ese primer año conocí mucho más a estudiantes de mi maestría que a los de la residencia donde vivía. “¿Qué puedo perder?”, me pregunté. Finalmente, decidí acudir al evento.

Residencia de posgrado, Londres.

Dejé mi maleta de mano en mi habitación, verifiqué que mi cabellera no estuviera desordenada y me dirigí al Great Hall — lugar de reuniones y múltiples eventos de la residencia. Al llegar, encontré dos mesas largas con cubiertos, servilletas y velas. Luego de una rápida mirada al lugar, y buscar caras conocidas, me senté en el asiento disponible más cercano. Conocí a unas tres chicas y un chico que ya dejaban la residencia. Entre risas, nos pareció gracioso recién habernos conocido luego de casi un año. Mientras conversábamos, recibimos una entrada (gratis), plato principal(£ 4,90) y el postre (£ 1,70) todo prácticamente subvencionado por la residencia. Luego de unos minutos decidieron retirarse, por lo que pensé que era mejor irme.

De pronto, noté una cara conocida. Era un amigo de Pakistán, me acerqué y me saludó efusivamente. Me comentó que había organizado una reunión en el café/bar Freddie’s de la residencia, el cual se encontraba inmediatamente en el piso inferior de donde nos encontrábamos. Me animó a ir al bar para comer alguno de los piqueos que sobraron y tomarnos una pinta. Tal cual me sucedió cuando llegué a mi residencia, dudé por unos segundos. No sabía si aceptar o rechazar su invitación, pensé en lo que podía estar haciendo en mi habitación, quizás descansando mientras veía alguna serie. Luego me dije a mí mismo: “¿Por qué no?”.

Esa decisión lo cambiaría todo. Procedo a contar el porqué.

El Bar

Mi amigo me presentó a un par de conocidos con los que nos dirigimos al bar. Pasados varios minutos, y luego de un postre y dos cervezas, la conversación comenzó a apagarse y me pregunté si era momento de irme, ya que en unos minutos más cerrarían el lugar.

De pronto, sentí la presencia de alguien caminando hacia la caja del bar, era una chica que vestía traje marrón con botas con taco mediano. Su cabello lacio castaño, pasaba ligeramente sus hombros. Terminó de pagar y se dirigió a un par de mesas alejada de nosotros.

Algo más cerca, pude notar su perfecta manicure y el sutil maquillaje en su rostro. Hacían una perfecta combinación con el color rosáceo de su piel. Creo que mi amigo percibió mi desatención con nuestra conversación. “What’s up bro?”, me dijo con un tono peculiar, “I’m good”, le respondí. Sonrió y comentó: “She’s pretty”.

Seguimos conversando sobre otros temas hasta notar que ella se paró a recoger su pedido. Quedé sorprendido, de manera muy grata, al ver que regresaba con una pinta de cerveza. “¿Quién es esta misteriosa chica que nunca había visto en la residencia que con gran personalidad, tomaba sola una cerveza poco antes de cerrar el bar?”, me pregunté. Ese acto incrementó mi curiosidad por saber quién era ella.

En mi indecisión sobre si interrumpir su momento de soledad o no, decidí retirarme. Despedí a mi amigo y me dispuse a ir a mi habitación. “Vamos Jonathan, esa chica es increíble, no puedes irte, ¿Qué puedes perder?”, me dije. Cambié de decisión y decidí quedarme y esperar fuera del bar, ella tenía que salir en algún momento y pensé que se podía crear un momento casual.

Realmente no pasó ni 30 segundos cuando noté que la puerta se abrió. Yo me encontraba con el celular en la mano. Pasó por mi costado, levanté la mirada y, sin dudarlo, la saludé, ella me saludó. “Do you live here?”, le pregunté. Me contó que no, que solo se encontraba ahí por un par de días ya que tenía que mudarse al departamento que alquiló. Había tenido un retraso con las llaves y justo acababa de llegar a Londres. Al notar nuestros acentos, no recuerdo si fue ella o yo, quien hizo la pregunta: “¿De dónde eres?”. Notamos que ambos hablábamos español, lo que produjo muchas risas.

Acto seguido, le sugerí si quería ir a otro lugar a seguir tomando. Tenía más cervezas en mi habitación, y realmente podíamos tomar en el patio o ahí mismo. Ir a un bar cercano ya no era una opción porque — siendo más de las once de la noche — ya estaba todo cerrado. Nos dirigimos a mi habitación y finalmente ella prefirió quedarse ahí mismo, era más cómodo.

Tomé un par de cervezas del frigobar, brindamos y fue ahí donde iniciamos nuestra verdadera charla. Yo desde mi cama y ella desde la silla alejada un par de metros, intercambiamos diferentes ideas, experiencias, momentos y puntos de vista. Ella era mucho menor que yo pero realmente todo fluyó, no sentí para nada la diferencia de edades. Ella había viajado y vivido en diferentes ciudades. Aquella noche, escucharla fue un placer, sus ojos café y el brillo de su labial, estaban en perfecta armonía con las historias que contaba.

Para ser sincero, en algún momento pensé si tenía que acercarme e intentar algo. Pero el momento y la conexión fue tan grande, que en verdad no quería arruinarlo. “Prefiero seguir conociéndola”, pensé. Mientras claro, apagaba mi otra voz que de una manera nada sutil me decía: “¡Mira cómo te mira! es la situación perfecta para iniciar algo”.

Pasaron las horas y ella mencionó que tenía que irse. Nos dimos un gran abrazo y con un beso en la mejilla se despidió. Alcanzó a decirme que se quedaba en el segundo piso de la residencia y que esperaba seguir hablando conmigo. Sonrió y se perdió en el pasillo a paso lento.

A los pocos minutos le escribí:

— "Si te pierdes me avisas".

— "Jajaja pues resulta que para ir de mi habitación desde ese ascensor hay que atravesar el tejado, pero ya estoy gracias’’, me respondió.

— "Jaja o podías haber ido por el segundo piso. Genial!", le escribí.

— "Buenas noches".

— "🌜".

Había sido un gran cierre de día, pude conocer a la chica misteriosa, y me quedó la ilusión de poder conocerla más. Esa noche, dormí contento, con una gran sonrisa.

Londres 2018.

Tres años más tarde

¿Saben qué sucedió con la misteriosa chica? Pues ella se encuentra felizmente enamorada de su chica, viviendo en una ciudad europea. Aún nos escribimos o llamamos, ya que nos hicimos muy grandes amigos al crear juntos historias muy divertidas cuando estuvimos en Londres.

Fiesta latina. Londres 2019.

¿Cuál es la reflexión?

Aún pienso qué hubiera pasado, si no me quedaba esperando fuera del bar. Si no le decía hola, o si ella no aceptaba ir a tomar unas pintas. Hubiera perdido a una gran persona, hubiera dejado de vivir muchas experiencias y no estaría escribiendo ahora sobre ella. Aún se me hace difícil aceptar que sin esa acción, no nos conoceríamos.

¿Habrá pasado lo mismo con otras personas que vi y nunca hablé? ¿Nos hemos puesto a pensar cómo cada decisión que tomamos nos puede afectar positiva o negativamente? La vida está llena de muchos caminos y sorpresas, la mayoría muy gratas, pero también espera que tomemos la iniciativa, que vayamos por el camino más riesgoso porque, quizás, historias inesperadas que nos marcarán toda la vida, podrían ocurrir.

“Deja de actuar como si la vida fuera un ensayo. Vive este día como si fuera el último. El pasado se acabó y se fue. El futuro no está garantizado”.

-Wayne Dyer, autor estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

--

--