La fiesta de arquitectura

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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7 min readAug 29, 2021
Pasillo de la UNI — imagen de una amiga. Junio, 2014.

“Vivo por las noches que no puedo recordar,

con la gente que no olvidaré”.

-Drake, rapero canadiense.

Era un viernes por la tarde de uno de los últimos días de mayo del 2014. Me encontraba en una reunión en el trabajo. Me llega un mensaje al celular. al llegar el momento de pausa, lo tomo y noto que era mi primo. Me animaba a ir a una fiesta, una diferente pero que me preparara porque estaría buena.

Más tarde lo llamo y me comenta que ha estado tomando con sus amigos en la universidad desde hace un par de horas. Él estudiaba en ‘La Richi’ y se había juntado con varios amigos del ELEA en un bar cercano. Uno de sus amigos, era de la UNI, les había comentado que había una gran fiesta en su universidad y tenían que ir de todas maneras. Mi primo, sin más pensó en mí. “¡Vaaamos! Te aseguro que la vas a pasar de la ptm”, prometió.

Dude unos segundos, realmente no estaba seguro si ir hasta allá valdría la pena. “¿Estás seguro?”, le pregunté. Me respondió con un rotundo “Sí”. “¡Vamos!”, le respondo. “Pero ¿cómo haríamos?”. “Nada, me recoges en tu caña y vamos, iremos en caravana, con uno o dos carros”, me terminó de decir. Acepté y terminé manejando a mi casa para llegar a alistarme.

Una hora más tarde, me encontraba en el tráfico de la Av. Benavides. Waze me ayudaba a buscar diferentes rutas para llegar lo más pronto, el app ya se comenzaba a popularizar. Con la música de VivaFm 104.7 me iba preparando para lo que se venía.

Al llegar a la universidad de mi primo, lo llamé. Subió con una amiga. Me abrazó, estaba feliz por verme y por haber aceptado ir. Me dijo que siguiera al carro de adelante. De todas maneras activé Waze por si lo perdía.

El camino fue más rápido de lo esperado. Ya llegando a la UNI, me parece que doblamos en la Av. Habich y avanzamos unas dos o tres cuadras. Paramos para ‘recargarnos’. Claro, necesitábamos las bebidas necesarias para la noche. “¿Vamos a poder entrar?” pregunté ingenuamente. “Claaaro, no te preocupes. Lo pones en la maletera, solo das tu DNI y entramos sin problemas”.

Ya recargados, volvimos hacia la universidad. El momento más difícil estaba por llegar. ¿Nos dejarán entrar?, pensé. Bajé el volumen de la radio, saludé al llegar, mostré el DNI, el amigo de mi primo su carné universitario. Sonreí y luego de unos segundos de algo de tensión, nos dejaron pasar. Subimos el volumen y festejamos con un par de gritos de felicidad. Ya estábamos dentro. Era mi primera vez en esa gran universidad, no de la manera que yo esperaba pero uno nunca planifica el momento perfecto.

Estacioné el carro afuera de la facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes, la FAUA. Ya se escuchaba la música a todo volumen y se vía a los estudiantes acercarse al pabellón, incluso se notaban las luces de fiesta. “¿Preparados?”, nos dijo el chico de la UNI. Asentimos con la cabeza y unas risas. Un globo inflable de Pilsen nos recibiría encima de un salón. Queríamos treparnos para una foto pero se veía muy lejos. “No la hacemos”, me dijo mi primo.

Nos juntamos con los amigos del otro carro. Ellos ya se movían al ritmo de la música y la energía del lugar. Caminamos hasta estar cerca ingresar a la fiesta para formar un círculo en uno de los jardines. El ambiente era genial: personas iban de un lado al otro bailando, cerveza en mano, música de todos los estilos y una gran pista de baile.

Mientras me quedaba mirando el lugar comenzaron a mezclar el pisco que habían comprado con algo de gaseosa. “Por una gran noche”, nos dijimos al brindar. ¿Realmente lo sería? ¿o es que me quedaré acá parado toda la noche viendo cómo todos se divierten? Mientras pensaba en mil situaciones, una chica interrumpiría mi momento. Nos pedía si podíamos comprarle unas rifas. Atiné a decirle que quería un par. Ella sonrió, le pagué pero me dijo que se le había acabado el balotario. “Luego te los doy”, alcanzó a decirme mientras se alejaba.

Sin querer, ella había captado mi atención. Me pareció diferente, linda (concepto que en otro artículo detallaré). Espero volver a verla, pensé. Sin saber que aquel deseo cambiaría por completo el resto de la noche. ¿Quieres saber qué sucedió?

Le pregunté a mis nuevos amigos quién era ella. “Arquitecta”, me dijo uno de ellos. No me había dado los tickets, así que era la excusa perfecta para volver a hablarnos. Decidí servirme otro vaso de pisco, pero esta vez más cargado. “Salud”, dije a todos con entusiasmo.

Los minutos pasaron, y para ser sinceros, no recuerdo con claridad cómo fue por el tiempo que pasó o por los varios vasos de bebidas que me había tomado. Lo cierto es que me topé con ella, de casualidad, mientras estaba en un círculo con sus de amigos. Luego de algunas risas, nos tomamos de la mano y fuimos a bailar.

A partir de ese momento en adelante todo fue épico. Bailé saya, o más bien, lo intenté. Tomé algo más de cerveza que cordialmente acepté de personas que se encontraban mi alrededor y gentilmente me invitaban. Intentamos subirnos al globo de Pilsen pero nuevamente fracasamos por el temor a no saltar de la manera adecuada. “Ven, sígueme”, me dijo mientras me tomó sutilmente de las manos.

Subimos al tercer piso de su facultad para apreciar toda la fiesta. La vista era genial: se veía toda la universidad y tenía la posición perfecta para apreciar la gran celebración. Lo que nos motivó a burlarnos de los borrachos y parejas que andaban por ahí. El momento era adecuado para añadirle un ingrediente más: un beso. Ella me abrazó y me empujó al piso. Caímos lentamente. Ella sonrió y me dio otro beso mientras nos dábamos giros por el suelo y las risas de felicidad se intensificaban. Realmente no planifiqué aquel viernes, pensaba estar en mi casa descansando. Y en ese momento, me encontraba ahí dando vueltas con ella, en la UNI matándonos de risa.

Nuestro momento fue interrumpido cuando le dije. “Creo que alguien nos está viendo”, era un chico a unos metros nos quedó mirando fijamente, quizás esperando si hacíamos algún otro movimiento. Decidimos pararnos y volver a la fiesta.

Ya de la manos, como si fuéramos una pareja, nos paseamos por cada rincón de la pista de baile. Me presentó a sus amigos y me parece que no vimos a mi grupo por un buen rato. Pero ellos sí me vieron y estaban felices por mí. Por lo menos eso me dijeron luego.

La noche avanzaba y el cielo comenzó a cambiar de color, preparándose para el amanecer. Era momento de partir. En automático le dije a mi primo que me iba con ella, que se cuidara. “Jajaja ok, no te preocupes”, me alcanzó a decir. Solo uno de sus amigos fue a mi carro a sacar sus cosas. Ella entró y con un nuevo beso, esta vez algo doloroso, me dijo que la había pasado muy bien. Manejé solo un poco para estacionarme entre la facultad de Ing. Civil y Ambiental donde conversamos, descansamos y nos dejamos llevar por un tiempo más.

Ya con la luz del día indicando que había amanecido, decidimos regresar. Felizmente, ella vivía en San Luis, camino hacia mi casa. Al llegar nos despedimos y quedamos en quizás volver a vernos. “Veremos”, le dije entre risas. Al día siguiente, luego de contarme que me había encontrado en facebook y de preguntarme si había encontrado su arete me dijo:

Mensaje que recibí en mayo, 2014.

Razón por la que nos volvimos a ver luego. Luego pasamos a recordar lo que sucedió aquella noche diferente, inusual e intensa:

Mensaje que recibí en mayo, 2014.
Mensaje que recibí en mayo, 2014.

Momentos como el que pasé seguro los tenemos todos. Momentos donde uno va sin expectativas y ¡pum! se generan situaciones que siempre recordaremos con una sonrisa. ¿Cuándo fue la última vez que te pasó? Si no fue así, ¿por qué no exponernos a esas situaciones? Quizás el decirle sí a una amiga antes de ir a una fiesta que quizás no nos anime mucho, sea el comienzo de una historia inolvidable e irrepetible.

“Mi consejo para la vida: baila y canta tu canción mientras la fiesta continúa”.

- Rasheed Ogunlaru, entrenador de liderazgo inglés.

¡Que tengas un buen día!

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