Observar

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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3 min readAug 22, 2022
Oxapampa. Mayo 2022.

“Nada tiene tanto poder para ampliar la mente como la capacidad de investigar de forma sistemática y real, todo lo que es susceptible de observación en la vida”.

— Marco Aurelio, emperador romano y filósofo estoico.

Tomo el timón con una sola mano. Prendo la radio. Abro el sunroof. Comienzo a manejar.

El solo acto de moverme a cierta velocidad genera cierto placer. Ciertas sensaciones que pasan por cada rincón de mi cuerpo. Mi piel se eriza con el paso del viento. Mis labios, al entrar en contacto con el sol, originan un cosquilleo. Mi rostro, permanece estático casi sin moverse.

A los segundos, un cúmulo de sensaciones producen un nuevo acto: una sonrisa. La cual genera una sensación positiva por todo mi cuerpo. Una especie de electricidad que recorre de arriba hacia abajo.

Un claxon, interrumpe mi momento de satisfacción. Giro la cabeza. Es un señor con lentes, con bigotes, una gorra beige y una camiseta del club de fútbol Sporting Cristal. Levanta la mano al conductor del auto que no se movía al frente suyo. Vuelve a tocar el claxon. Esta vez, la acompaña con una frase que imagino buscaba que la otra persona reaccione.

Trato de ignorar la situación mientras me coloco los lentes de sol. Los rayos solares se intensifican cada vez más. No prendo el aire acondicionado. Suele maltratar mi garganta. Lo había comprobado — un año atrás — cuando cada vez que volvía de Asia, me dolía la cabeza y la garganta. No eran las salidas nocturnas o el alcohol. No. Era ese aire frío que ingresaba a mi cuerpo por más de una hora.

Por ese motivo, abro las ventanas delanteras. Solo el sunroof no es suficiente.

Avanzo, otra vez el aire natural genera sensaciones positivas en mí. En el semáforo, las personas pasan una tras otra. En el paradero, los buses y micros generan un pequeño tráfico que impide avanzar por unos segundos.

Pienso a dónde se dirigen esas personas, qué estarán pensando. ¿Habrán tenido un gran día? Pasa una señora y un cartel con su hija. Dudo si darle dinero. Me han contado tantas historias de personas que piden dinero, haciéndose pasar por otras, que realmente no sé si sea real.

Acelero. Freno un poco. Vuelvo a acelerar. Freno un poco. Miro a la izquierda, doblo. Miro el retrovisor, no hay nadie. Decido realizar un cambio brusco a la derecha.

Vuelvo a parar. Esta vez, noto a unos niños correr detrás de una pelota. Van muy sonrientes, en polo y short. Se empujan, gritan, generan carcajadas, se abrazan. ¿Cuántos años tendrían? Diría que unos doce o trece años. No más.

¿Qué rico no? Solo reírte y correr detrás de una pelota. ¿Acaso no era todo más fácil? Quizás ahora también lo sea pero en ese momento quizás no se reflexionaba tanto. Solo se sentía, se hacía, no se cuestionaba todo tantas veces. ¿Responsabilidades? El colegio y listo. El objetivo solo era pasarla bien.

Ahora, me pregunto por qué no podemos adquirir esa mentalidad. ¿Qué nos lo impide?, ¿el dinero?, ¿el trabajo?, ¿una relación?, ¿hijas?, ¿padres?

Pienso que la vida es más fácil de lo que parece. Solemos caer en un torbellino de problemas y pensar que no hay solución, cuando sí las hay. Tener esa mentalidad de niños, de ser curiosos, de explorar, de sorprendernos, podría acercarnos a encontrar esa solución que tanto buscamos. El cual nos permita salir de ese torbellino con la frente en alto y contentos.

Sí, observar y seguir observando como niños. Tarde o temprano encontraremos algo fuera de lo cotidiano, de lo evidente. Aquel hallazgo que nos permitirá ver nuevas perspectivas que, finalmente, nos permitirán superar cualquier tipo de obstáculo.

¿Por qué no hacerlo ya mismo?

“Si observas profundamente, todo es tu maestro”.

— Qasim Chauhan, escritor indio.

¡Que tengas un buen día!

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