Olvídalo
“Hay un camino entre los ojos y el corazón que no pasa por el intelecto”.
Gilbert Keith Chesterton, escritor y filósofo inglés.
Olvídalo. Ya pasó. No afecta tu presente. Es más, si quieres, piensa que nunca sucedió.
El pasado no existe. El futuro tampoco.
¿Entonces, por qué preocuparte? Vamos, ponle ganas y olvídalo. No vale la pena. No suma a tu vida actual.
Sí, olvídalo. Darle tantas vueltas en tu cabeza no solucionará ni cambiará lo sucedido.
Quizás sea difícil, pero recuerda que todo estará bien. A veces, olvidar, dejar, soltar hace que todo sea más fácil.
¿Recordar? ¿Para qué?
A veces me cuesta dejar de lado el pasado. Vivo de los recuerdos, de las experiencias bonitas que pasé. Luego pienso en el futuro y comienzo a imaginar todo lo que puede venir. Y si no llega, me genera algo de frustración.
¿Conclusión? Dejo de estar presente. ¿Es lo mejor? Para nada, pero sucede. La mente divaga. Las ideas van y vienen. Algunas se quedan por un buen rato, otras se van.
Tengo claro que debemos disfrutar el presente, pero el no hacer lo que quiero hace que piense mucho en el futuro y en el pasado. Por diferentes motivos, he tenido que dejar de viajar por unos meses, situación que ha generado que caiga en ese bucle que no para. A inicios de este año, mi viaje a Tailandia me ayudó a volver a estar presente. Pero se acabó.
¿Es acaso la única solución? Creo que no. Estoy aprendiendo más sobre mí. Tengo claro que hay que disfrutar el presente, pero, dado el contexto, por varios momentos me cuesta. A veces no me permite estar en completa tranquilidad.
A veces lo proyecto en las personas más cercanas, puedo ser más impaciente, más irascible, más intenso. ¿Es lo que quiero ser? No lo creo, pero me pasa. Luego recuerdo todas las experiencias de aislamiento y meditación que he vivido y me pregunto: ¿qué me ha pasado? Porque repito ciertos patrones del pasado otra vez.
¿Cuáles son? Levantar la voz o molestarme para lograr lo que quiero: un cambio de comportamiento o que las cosas se hagan a mi modo.
En teoría, debería manejarlo mejor, pero no es así. En otras situaciones, sí, pero en el contexto de familia y relaciones de pareja aún me cuesta mucho. No es fácil. Aún no encuentro ese camino que me permita manejarlo con tranquilidad. ¿Será que algo me falta? ¿Será que recién estoy reflexionando más que antes?
¿Será que con las personas cercanas sale mi verdadero yo? ¿O a qué se debe? Si me baso en que todo acaba mañana, en que todo es relativo, pues entonces nada debería hacerme irascible, ni debería perder los papeles. Siento que debo hacer algo más para interiorizar ese pensamiento y que se refleje en mi día a día.
He dejado de meditar, ¿será eso? ¿O será que son situaciones que no he terminado de reflexionar?
Por lo pronto, volveré a meditar y a leer sobre la filosofía estoica. Recordar diariamente que todo se acaba me puede ayudar a estar más presente. Las personas que más quiero necesitan mi apoyo y debo buscar la mejor manera de acercarme a ellos. Dejar de ser egoísta y centrarme más en sus necesidades.
¿O será que por eso mismo busco irme y viajar? Para no hacerme cargo de nada ni de nadie. Así es más fácil, es un cambio inmediato que siento en todo mi cuerpo, me siento en fluidez otra vez. Pero aquí no lo siento, me cuesta estar presente cuando llevo mucho tiempo ¿O será que no pertenezco a este contexto? Preguntas que aún le doy vueltas ¿Interesante, no lo crees?
Comencé este artículo para hablar de olvidar, pero terminé hablando sobre mis reacciones con las personas cercanas en mi vida y el presente.
Quizás deba aplicar lo que escribí al inicio y seguir adelante. Olvidar y seguir. Ver con optimismo el futuro y estar bien. Disfrutar el presente, que es lo único que importa. Y así, mágicamente, es probable que mis reacciones ante las personas que más quiero sean más tranquilas.
¿Lo intentas también?
“No tengamos miedo a equivocarnos, los planetas también chocan y del caos nacen las estrellas”.
Charles Chaplin, actor cómico inglés.
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¡Que tengas un buen día!
