¿Por qué decidí no enseñar?

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readApr 2, 2020
Presentación final — Royal College of Art 2019.

Read here the story in English .

“El consejo que damos a los demás es el que nosotros mismos necesitamos”.

Gian Carlo Rota, matemático y filósofo italiano.

Un año atrás

Era cerca del final de la primavera en Londres. Me encontraba almorzando en el comedor de mi universidad, mientras conversaba con una amiga de mi programa sobre qué hacer con nuestro futuro. Inesperadamente, me preguntó por qué no me dedicaba a enseñar. Ella iba a realizar lo mismo en su país y sentía que era una gran oportunidad para ambos. Por instinto, rápidamente le respondí con un ‘no’. No me sentía preparado para asumir tan grande responsabilidad. Sin embargo, su pregunta quedaría dando vueltas en mi cabeza, inconscientemente, por un tiempo más.

Las semanas pasaron y, en el mismo comedor y con la misma amiga, le propusimos a un compañero el plan maestro que ejecutaríamos luego de acabar la maestría: crear negocios, hacer consultoría y dedicarnos a la enseñanza. Cada uno iba a tomar un camino diferente, pero mantendríamos la conexión para compartir nuestros aprendizajes y experiencias. Yo, sin duda, había colocado el tercer punto, la enseñanza, como última prioridad en mi plan. La primera, era crear nuevos micronegocios centrados en los sectores que solían ser los menos favorecidos (aquel donde la gran inversión no suele llegar).

Meses atrás

Más rápido aún, los meses pasaron y ya me encontraba en Perú. Decidí visitar mi alma mater ya que un viejo y gran amigo, comenzaría a enseñar en la facultad de Ingeniería Mecánica. Tan pronto entré a la universidad y al caminar por las distintas facultades, sentí una reconexión automática, me recordó momentos increíbles de cuando estudiaba ahí hace nueve años.

Luego de pasar un tiempo leyendo en la biblioteca y almorzar, decidí caminar por la facultad de Arte y Diseño, especialmente por el nuevo edificio que fue construido hace pocos años. Al llegar, volví a sentir una conexión pero esta vez me recordaría el pasado muy reciente: mi etapa ya concluida en Londres. Volví a sentir esa sensación donde todo es posible, donde los pensamientos locos pueden hacerse realidad, donde uno puede liberar sin límites el lado creativo y, más aún, poder compartir tu tiempo con personas que sienten lo mismo.

Fue tan grande esa sensación, que ese mismo día por la noche, le comenté a una de mis mejores amigas lo sucedido. Tan grande debió ser mi emoción que ella me dijo, si mal no recuerdo:

— “Deberías enseñar, transmitir todo tu aprendizaje y, sobre todo, las experiencias que has vivido. Seguro serán súper valiosas para los demás”.

— “Pucha no sé, ¿estás segura? antes no me sentía preparado…”, le respondí.

— “Ay no seas tonto. Te irá bien, aprovecha lo que has aprendido”.

La siguiente semana, un lunes por la mañana, decidí enviar un correo al Head del programa de Diseño Industrial preguntando sobre los planes de la facultad y la universidad, referentes al Diseño de Servicios. ¿Su respuesta? Pues ya se imaginarán qué sucedió.

“Ninguno de nosotros vive en un mundo objetivo, sino en un mundo subjetivo al que nosotros mismos le hemos dado significado. El mundo que ves es diferente al que yo veo, y es imposible compartir tu mundo con los demás”.

— Ichiro Kishimi, filósofo japonés, psicólogo.

La transición

Entonces, ¿qué sucedió entre la conversación que tuve con mi amiga en Londres y mi decisión de enviar el correo?

La respuesta: cambié.

  1. Primero, cambié principalmente como persona, mis objetivos de vida, mis prioridades. Ahora buscaba crear impacto en mi entorno de otra manera, ya no desde la influencia y apoyo de una gran empresa, ya que trabajé cerca de ocho años en el sector financiero. Sino, con los pequeños empresarios que buscaran crear negocio, o todo aquel sector que históricamente ha tenido menos apoyo.
  2. En esa línea de crear impacto en mi entorno, sentía la necesidad de dar mi aporte desde otro ángulo. Si bien diferentes iniciativas se habían desarrollado para incrementar el conocimiento de la disciplina de Diseño de Servicios, noté que la mayoría estaba siendo enfocada y respondía a necesidades mayoritariamente del sector empresarial. Si bien su aporte ayuda a lograr los objetivos de ese sector, limita mucho el impacto e influencia que un diseñador podría tener en su entorno. Tuve la sensación, basado en mis conversaciones con diferentes empresas y participación en diferentes eventos, que se estaba dejando de lado ese aspecto crítico, reflexivo y de análisis del entorno que los diseñadores desarrollan tan bien. Además, el diseño de servicios estaba siendo percibido y enfocado con el uso ‘accesorio’ netamente de herramientas empaquetadas para innovar (algo parecido a lo que le sucedió al Design Thinking). Desarrollaré más sobre este punto en un siguiente post.
  3. Uno de mis objetivos de vivir y estudiar en el extranjero fue el de desarrollar mi pensamiento crítico. Siempre había sentido que ese aspecto necesitaba mejorarlo. No ser crítico con la opinión de los demás y con mis acciones, no me ayudaba a tomar mejores decisiones en el mediano plazo, especialmente en aspectos sobre qué es lo que quería hacer con mi vida, o en cómo sustentar una decisión sobre un nuevo tema, en una reunión de trabajo. Sentí el cambio a medida que me exponía a la mayor cantidad de nuevas situaciones, tanto profesionales como personales. Tuve que lidiar con las consecuencias y posibles alternativas de solución, más aún cuando me encontraba solo en un país nuevo para mí. Hacerme totalmente responsable — sin excusas— por cada uno de mis actos, fue un paso importante.
  4. Al conversar con amigas y amigos de diferentes países, edades y culturas, me hicieron dar cuenta que podía realizar un aporte e influencia en los demás, que si bien podía ser muy pequeño, al fin y al cabo estaba contribuyendo a que otra persona pueda estar mejor. Y si ese aporte hiciera que la otra persona por lo menos mejore en un 0.0001%, pues la labor estaba hecha. Al entrar en esta interacción con otra persona, definitivamente yo también me llevaría un aprendizaje. El contacto humano nos hace mejorar mutuamente.

El resultado

Hoy estoy a una semana exacta de comenzar a dictar por primera vez, y acabo de tener la primera reunión de inducción con los alumnos. Fueron cerca de 6 meses de preparación para que el curso viera la luz, dándome uno de los retos más importantes en mi carrera, si no es el más grande. El entusiasmo y adrenalina por comenzar es ya parte de mí. ¿Qué sucederá ahora? No lo puedo saber con seguridad, pero hay algo de lo que sí estoy seguro:

“Feliz es el hombre que ayuda a los demás a ser mejores”. Séneca, filósofo romano.

¡Que tengas un buen día!

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