Te conozco
“Sabes tanto de mí y no me comprendes. Saber no es comprender. Podríamos saberlo todo y no comprender nada”.
Antonio Porchia, poeta argentino.
“¿Te conozco?” ¿Alguna vez te lo han dicho? “Te conozco y por eso lo hago.” ¿Cuántas veces has escuchado eso? ¿Cuántas veces esas palabras te han sacado sonrisas o te han inspirado? Te ofrecen tranquilidad: “No te preocupes, yo te conozco, yo me encargo”.
Ahora, míralo al revés: ¿Cuántas veces has dicho “te conozco” a alguien? ¿A cuántas personas realmente conoces al punto de sentir que puedes ayudarlas en sus peores momentos o que puedes hacer que sus mejores momentos se magnifiquen y la experiencia sea aún mejor?
¿Cuántas personas crees que podrían decirte “te conozco”? ¿Son pocas o son muchas? ¿Realmente importa la cantidad, o es más una cuestión de calidad?
Reflexiona sobre por qué esas personas que dicen “te conozco” llegaron a tu vida. ¿Cómo llegaron? ¿Han estado siempre ahí, o acaban de llegar?
“Te conozco”. Hace poco me lo dijeron y me impactó de una manera positiva. Fue reconfortante saber que alguien me conoce bien y que puede tomar decisiones para ayudarme.
Piensa: ¿a cuántas personas conoces a las que podrías decir “te conozco”? Aquellas donde serías capaz de ayudarlas, de tomar una decisión por ellas, o al menos darles una mejor perspectiva. O quizás sorprenderlas. O quizás hacerles olvidar un mal rato causado.
Y entonces, ¿qué características debe tener una persona o una relación con alguien para poder decirle “te conozco”? ¿Es necesario conocer todos los detalles de su vida? ¿O es que podemos quedarnos a un nivel superficial? ¿Conocer a su familia, todos sus problemas, todos sus pensamientos? ¿O basta con conocer a alguien una semana para sentir esa conexión?
El tiempo no siempre es lo que cuenta; a menudo, se trata de cómo dos energías se conectan de una manera que todo fluya de forma casi mágica.
Conocer a alguien es, en cierto modo, un tipo de poder que, como cualquier poder, puede usarse para bien o para mal. Puede ser la base para actuar con generosidad, pero también puede causar daño, a veces sin intención. Por eso, es crucial manejar ese conocimiento con sabiduría.
Si usamos mal ese poder, podemos llegar a herir a otra persona. A veces sin querer, uno de molesto, puede decir cosas que luego se lamenta por justamente conocer a la otra persona. Y la próxima vez nos diga: “ya no te cuento”.
Es importante manejar el conocimiento de la otra persona con sabiduría. Y pues si se falla, se falla. Lo importante es aprender de ellos, pedir perdón y seguir adelante, sin repetir esos errores. Todos estamos aquí aprendiendo y creciendo.
“Te conozco, te conozco, te conozco”, ¿suena bien cierto? Que te digan que están ahí para ayudarte a ser mejor.
Piensa ahora en alguien importante para ti y envíale un mensaje. Dile “te conozco, estoy aquí para ti”.
Y quién sabe, tal vez pronto recibas un mensaje similar que también te diga “te conozco”.
“La vida cruza en tu camino cosas maravillosas, que aparecen porque sí, que no buscas y sin embargo encuentras…En tu mano está entonces aprender a valorarlas como se merecen. A veces se trata de personas, a veces momentos fugaces”.
Ángela Becerra, escritora colombiana.
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¡Que tengas un buen día!