Tirando el micrófono (I)
“No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos elegir cómo respondemos a ellas”.
-Epicteto, filósofo estoico.
El fin
La sangre me subió a la cabeza. No podía contenerlo más. Solo exploté, solté la frustración dando pasos hacia adelante empujando el micrófono que estaba al frente mío. Seguí caminando por dos segundos más. Miré al público, paré y reaccioné. Regresé, recogí el micrófono, pedí disculpas a los asistentes con las manos y bajé del estrado.
El público y mi grupo, me miraban atónitos, como si lo que habían presenciado fuera sacado de una película.
¿Cómo llegué a ese momento?, ¿qué pasó después?
El inicio
Todo sucedió cuando me encontraba trabajando en una empresa de seguros peruana, en el área de Procesos Estratégicos luego de terminar la universidad.
Cada año, Recursos Humanos creaba un concurso para conocer quiénes sabían más sobre los seguros como parte de la competencia de ‘casas’ de toda la empresa. El concurso consistía en formar equipos entre cuatro y seis personas de la misma ‘casa’ o grupo. ¿De dónde obtener la información? había que leer todo el manual de seguros diseñado para el concurso.
Uno de mis compañeros, comentó que querían formar un equipo. Me dijo que sería un dream team: un integrante había estado cerca de ganarlo el año pasado, mi amigo era muy aplicado en lo que hacía y pensaron sumar tres personas más de otras áreas para complementar nuestros conocimientos.
Acepté.
Tenían un plan: reunirse todas las semanas luego del trabajo para practicar y dividir las secciones del manual por expertise.
Es así que nos reuníamos en el salón del Directorio del piso 5 para poner en práctica el plan. El más experto, nos comentó cómo había sido su experiencia pasada. Nos dio todos los hacks para poder llegar a la final. Debíamos practicar mucho.
Finalmente, determinamos que era no importante si sabías mucho o poco sobre seguros, sino cuán rápido eras en responder las preguntas. De esta manera, comenzamos a analizar cómo eran formuladas las preguntas realizadas aleatoriamente por el software para el concurso.
Durante el proceso de aprendizaje y práctica, nos dimos cuenta que las respuestas de cada pregunta, siempre se encontraban en la misma posición. ¿Oportunidad? Identificar la pregunta y luego la posición de la respuesta correcta. De esta manera, tan pronto al ver la pregunta, podríamos responder en menos de dos segundos, casi de manera automática.
Nos tomábamos el tiempo por cada sección. Claro, cada uno tenía que ser experto en su tema, ya que eran muchas preguntas. Si bien sonaba un trabajo algo mecánico, uno terminaba por realmente aprender sobre los seguros.
Pasaban las semanas y nos sentíamos cada vez más preparados. Estábamos listos para el gran concurso.
El día de la primera etapa llegó, y lo hicimos juntos en el mismo Directorio. Fue todo remoto. Primero, pasaba uno de los integrantes y luego el otro y así cada uno con su tema respectivo. Todos respondíamos lo más rápido que podíamos de acuerdo a lo planificado.
Como imaginarán, pasamos de fase.
La siguiente etapa fue similar pero con un menor grupo de equipos y, esta vez, en una sala de Recursos Humanos. Ellos estarían presentes para verificar que todo saliera bien.
Esta vez, conversamos sobre cómo ellos reaccionarían al ver que marcábamos tan rápido. Por lo que decidimos, a propósito, bajar la velocidad de nuestras respuestas. Como para dar la imagen de que estábamos leyendo y comprendiendo cada pregunta.
El día llegó y, con mucho entusiasmo, pusimos en práctica el plan.
¿Creen que funcionó? Pues sí. Hubo algo de nervios iniciales pero se disiparon al estar enfocados y confiar en todas las horas de práctica que le habíamos puesto en las últimas semanas.
Dieron los resultados y nos dijeron que pasábamos a la gran final. Saltamos de alegría, nos reunimos, festejamos.
Esta vez, el escenario sería completamente diferente. Serían solo tres equipos que ya no estarían al frente de una computadora sino en un auditorio, con público en vivo, tal cual en un concurso de televisión.
Esta vez, tocaba demostrar que realmente sabíamos las preguntas. Si bien confiábamos en nuestras capacidades, al estar cara a cara, cualquier imprevisto podía ocurrir. El equipo estaba unido por lo que calculamos cada detalle y estábamos decididos en llevarnos el premio.
Sin embargo, aquel día, hubo un detalle que no calculamos y fue justo el que me hizo perder los papeles.
¿Sabes cuál fue?
Lee la segunda parte aquí.
“No es la situación… Es tu reacción a la situación”.
- Robert Conklin, autor norteamericano.
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¡Que tengas un buen día!