Una brisa

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readDec 22, 2021
Palma de Mallorca, España. Julio 2018.

“La forma en que experimentamos el mundo que nos rodea es un reflejo directo del mundo que llevamos dentro”.

- Gabrielle Bernstein, autora y oradora motivacional estadounidense.

Cierro los ojos. Siento como el viento pasa por mi cuerpo. Escucho el sonido del mar. Comienzo a recordar todas las experiencias que viví en los últimos años. En cómo mi vida había cambiado, en cómo había superado cada problema que se ponía en frente.

Recuerdo a esas personas que llegaron y me llenaron de alegría, a esas personas que de alguna manera impacté y que luego se convirtieron en amigos y amigas. Incluso, si alguna de ellas se fueron sin dejar rastro. Recuerdo esas sensaciones como si fueran ayer. Momentos donde sonreíamos con una broma, la actividad del día anterior o simplemente por estar ahí pasando el momento.

El aire cae con más fuerza, el cual me quita la nostalgia del momento. Genero una sonrisa en mi rostro, abro los ojos. Me veo el cuerpo, estaba en short, camisa y alpargatas. El cielo, lleno de estrellas, me regalan momentos de paz.

Veo pasar por la orilla del malecón a un grupo de amigos. Uno más alto que todos es el que parece llevar la conversación con bromas. Las chicas, de vestidos claros y sutil maquillaje, bailan lentamente. ¿A dónde irán? me pregunté. ¿Qué pasaría si me uno y nos terminamos yendo de fiesta? ¿O es que quizás estarán regresando de Magaluf? Es lo más probable, pensé.

¿Debería estar ahí? No, es momento de estar aquí, solo y percibiendo lo que pasa a mi alrededor. Recordando y estando presente.

Ahora, pasa una familia. Casi todos tomados de la mano y de blanco. Uno de ellos, no paraba de gritar. ¿Quizás buscaba algo para comer?, ¿o lo obligaron a salir cuando buscaba quedarse viendo series? No lo sé pero era claro que estaban disfrutando, por lo menos todos menos el niño.

Minutos más tarde, noté que una pareja se acercaba. Abrazados, se sentaron en una de las bancas muy cerca a la mía. Juntaron sus cabezas de lado y se dieron un cálido abrazo. Estimo que tenían unos 19 años y eran españoles. Ella sacó el celular para grabar el momento. El recuerdo quedará digitalmente por siempre. Se tomaron de la mano y decidieron caminar por la arena hacia el mar.

El aire soplaba cada vez más intenso. Aún así, me quedé sentado, casi sin moverme pero disfrutando lo que ocurría a mi alrededor.

Luego de ver pasar unas 20 personas más que iban sin prisa a sus hoteles, al mar o algún restaurante cercano. Decidí pararme y dirigirme hacia el mar. No mucho, solo lo suficiente como para sentir la arena. Estaba oscuro y preferí quedarme por el malecón. Solo me apoyé contra el muro y decidí centrarme en escuchar el sonido de las olas, mientras volvía a recordar momentos del pasado.

Momentos que me hicieron derramar alguna lágrima. Momentos que construyeron el yo de aquel tiempo, momentos que marcaron algo en mí que era imposible de borrar. Ahora, estaba ahí, solo. Sintiendo el paso del tiempo y cómo mi cuerpo se conectaba con mi alrededor.

¿Qué vendría para mí? ¿Qué hacer ahora? ¿Qué debería cambiar? ¿Qué debería experimentar? ¿Qué esperarían de mí? ¿Cómo afrontarlo? Preguntas que recorrían mis pensamientos, a las cuales buscaba encontrar una respuesta certera. Respuestas que me permitirían continuar mi camino sin preocupaciones.

Realmente no tenía la gran solución pero sentía que debía seguir experimentando y siendo fiel a mis valores y principios de vida. ‘Que pase lo que tenga que pasar, estaré listo’, reflexioné.

Pronto iba a comenzar un nuevo reto internacional y quería llegar preparado. ‘¿Qué es lo peor que podría pasar? Estaré bien’. Con una sonrisa decidí comenzar a moverme. A seguir conociendo la ciudad.

Terminado el camino del malecón, me dirigí hacia una zona de restaurantes. Se apreciaban muchas luces, sonidos de las copas y conversaciones que hacían sincronía para lograr un sonido articulado. Por la hora, parecía que pronto cerrarían.

El viento ahora se encontraba en reposo. Un cálido calor se comenzaba a sentir. Aquella mezcla de calor y aire que erizan la piel y provocan parar el tiempo. Las personas que pasaban por ahí me sonreían gentilmente.

Camino hacia mi hotel, pienso por última vez por qué salí y qué debería hacer. ¿Mi comportamiento estará siendo el adecuado?

Ya las últimas tiendas comenzaban a cerrar. Tenía el celular apagado. Decido prenderlo. Veo llamadas perdidas y mensajes de amigas preguntando en dónde me encontraba. Respondo a V. y le agradezco por el gran cariño y tiempo dedicado. Le comento que necesitaba reflexionar y estar solo. También le envié un mensaje a S. por haberme acompañado durante mis 20s.

Siento por última vez la brisa fresca del mar de Palma. Una brisa que me había acompañado los últimos días. Una brisa que me hizo sentir. Una brisa que le dio un recuerdo a mis reflexiones. Una brisa que me sacó sonrisas. Una brisa que me impulsaba a entrar al hotel a ver a mis amigas. Era ya momento de comenzar una nueva etapa en mi vida: los 30.

“La vida es un espejo, y ves en ella el reflejo de tu yo interior” — Waqi Munim, orador y asesor estadounidense.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

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