Una chispa

Jonathan Martell
Jonathan Martell
Published in
5 min readNov 25, 2021
Marilyn Bell Park, Toronto. Septiembre 2016.

“Una chispa es una cosa pequeña, pero puede encender el mundo”.

Martin Farquhar Tupper, escritor y poeta inglés.

Abro los ojos, veo paredes blancas a mi alrededor. Una mesa y poco espacio para moverme. Días atrás, me encontraba en un cuarto con mucho más espacio, vista de los rascacielos y un baño enorme. Ahora, el espacio era reducido y la ventana muy pequeña. Escucho palabras en chino, definitivamente no entiendo la conversación que se generó fuera de mi habitación.

Ingreso al baño, me aseo y me preparo para salir. Tomo mi gorra, lentes de sol y activo google maps. Camino hacia la puerta, me pongo las zapatillas que se encontraban en la entrada y salgo a caminar.

Toronto, septiembre 2016.

A mi alrededor, más personas con rasgos asiáticos salen de las casas. Me encontraba en Chinatown. Camino de frente hasta Spadina Ave ahí doblo a la derecha y avanzo hasta Kensington Market donde aprecio diferentes esculturas que adornan las calles. En una de las pequeñas tiendas que se encontraban por ahí, compro un sandwich para comerlo mientras sigo mi camino.

Toronto, septiembre 2016.

Camino tres cuadras más y noto el estacionamiento de bicicletas. Desde hace dos semanas las veía al caminar y pensaba que tenía que rentarlas en algún momento. Hoy era ese día. Saco la tarjeta, realizo el pago, recibo el código, desbloqueo la bicicleta y listo. Era momento de comenzar a manejar.

Toronto, septiembre 2016.

Avanzo con dirección sur. Paso las avenidas Queen St. W Adelaide St, King St. Ya llegando a Front St. aprecio con mayor claridad el famoso CN Tower. Manejo cuatro cuadras más y llego a Queens Way. Ahí, el color del lago Ontario genera una dosis extra de motivación.

El sol estaba radiante, muchas personas pasaban por ahí corriendo, caminando, en patines, en bicicleta o tomados de la mano.

Toronto, septiembre 2016.

Manejo hacia el este por unos diez minutos. Paso la zona de taxis del lago para ir a la isla, y comienzo a ir al norte, hacia Rosedale. Por momentos, ya no hay ciclovía, los carros pasan a todo velocidad y me siento más cansado. El camino ahora está empinado y me comienzan, poco a poco, a doler las piernas. Había pasado ya un buen tiempo que no hacía ejercicios en bicicleta y, al parecer, mis piernas no estaban tan acostumbradas.

Paro, respiro. Veo pasar diferentes diferentes marcas de carros, ya no hay personas en bicicletas. Estoy ahí solo con los autos, aquella invención creada hace más de 135 años. Recordé mi auto en Lima, con el que podía manejar a donde quisiera sin problemas y solo dejándome llevar por el momento.

Sin embargo, estar ahí en bicicleta, cansado, con calor y dolor de piernas, me dio otra perspectiva. A pesar de las sensaciones negativas que podía sentir, me sentía bien. El aire fresco que pasaba por mi rostro, el dolor se disipaba, el calor me elevaba y la sensación de libertad se sentía intensamente. Incluso, me sentía más en contacto con mi entorno, no en una máquina encerrado en cuatro puertas. Sino, en una donde — sin puertas — sentía mucho más libre.

Toronto, septiembre 2016.

Aquella bicicleta me hizo sentir otras sensaciones, otra perspectiva. Aquella que me hacía sentir más en contacto con la naturaleza, se sentía más real, incluso más vivo.

Con energías extra, decido regresar. Ya de bajada, la sonrisa de la cara no se me fue. Mientras regresaba a toda velocidad, personas de diferentes edades, culturas y razas, caminaban con alegría. Notaba un ambiente de relajo, de tranquilidad y el de sentirse bien con uno mismo.

Ya otra vez en Queens Way, esta vez me dirigo hacia el oeste. Por mi costado, pasan bicicletas a mucha más velocidad, otras iban a mi ritmo, otras iban en patineta. Respiro, aprecio y sonrío.

Llegué a Marilyn Bell Park y decido parar, encontré una de esas típicas tiendas de helados. Compro uno en vaso, me siento en una de las bancas mientras me dedico a observar lo que ocurre a mi alrededor.

Toronto, septiembre 2016.

Era mi primera vez en Toronto pero aquellas semanas impactaron en mí de distinta manera, sentía que debía explorar mucho más, salir del status quo en el que me encontraba, necesitaba explorar el mundo, conocer más personas, saber qué piensan sobre la vida, quería equivocarme más, que me enseñen, que yo enseñe, que me permitan crecer.

Aquella ciudad me enseñó que había mucho por descubrir, aquel momento mirando el lago me sentí en conexión con el entorno. Era uno de los primeros momentos en los cuales dejaba de pensar en el pasado o en el futuro, solo me dedicaba a estar ahí a no pensar, a ver el rostro de las demás personas, ver cómo caminaban en grupos o solos, ver la vestimenta que utilizaban, los deportes que hacían. Y sobre todo, me causaba curiosidad, saber por qué eran felices o, más bien, qué hacían para ser felices.

Aquel viaje prácticamente, decidí que mi relación romántica debía parar, confirmé que tenía que irme al extranjero y seguir equivocándome muchas veces para aprender. Algún día, pensé, estaría en tranquilidad conmigo mismo.

La chispa que se prendió aquella vez en las calles de Toronto, nunca se fue, permaneció conmigo incluso ya viviendo en Londres. Ahora — ya en Lima — arde más que nunca. ¿Ahora qué sigue?

“Simplemente me siento y observo, aprendes más de esa manera”.

Sonya Teclai, compositora estadounidense.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

--

--