Una noche blanca (I)
“La gente no viene a los estadios solo para ver resultados. Vienen a ver una reacción, quieren ver que también somos humanos, que podemos llorar o reír”.
Blanka Vlasic, atleta croata.
— Hola. ¿Cuál es el precio y cómo podríamos hacer para comprarte las entradas?
— Hola, el precio son 15€ cada una. Son dos entradas juntas en el 4º anfiteatro. Para comprarlas pues por transferencia o por Paypal y te las mandaría ahora ya que son digitales y van con la aplicación PassWallet.
— ¿De qué zona son?, ¿lateral?, ¿fondo? Justo estoy viendo con una amiga. ¿Cómo aseguramos que es la original?
— Son en el 4° anfiteatro, fondo sur. Porque se acceden por la aplicación móvil únicamente.
— Si prefieres hablamos por WhatsApp.
Minutos más tarde:
— A ver te explico. Con todas las entradas que he vendido, me han pagado por Paypal (como amigo o familiar) y a continuación les he explicado cómo descargarse las entradas en el móvil, que es la única forma de acceder al Bernabéu.
Luego de intercambiar mensajes y fallar en el primer pago, finalmente pude realizarlo con éxito.
Aquel mayo del 2018 estaba muy entusiasmado por acudir al Bernabéu a presenciar la transmisión de la final de la UEFA Champions League 2017–18. El torneo más importante de clubes del mundo.
Aquel día de la compra, solo me dediqué a confiar, pagar el monto y esperar que pueda entrar al estadio sin problemas. Horas antes, había buscado por Twitter si algún socio revendía sus entradas. Aquellos que, por motivos inexplicabables, no iban a poder asistir. Felizmente encontré dos, uno de ellos fue con el que terminé comprando las entradas. ¿Suerte? Seguro.
La mañana siguiente me desperté temprano:
— ¡Clau! Hoy es el día.
— Ya vamos, que se nos hace tarde. Tenemos que recoger el carro.
— ¡Hoy es el día! Uno de mis sueños se va a cumplir. El poder estar en la final de la Champions League. O sea, no estaremos en el estadio de la final pero no importa. Es mejor estar acá en Madrid con toda la hinchada en su estadio.
— ¡Me muero! Ya vamos entonces.
Tomamos el tren que nos llevó a la Estación de Madrid — Puerta de Atocha. Nos dirigimos al estacionamiento donde no esperaría el carro que habíamos alquilado, un Seat Ibiza negro automático. Por esta última característica del carro, nos miraron sorprendidos. Nos dijeron que suelen alquilar mecánico, que no es usual el automático. Felizmente tenían un automático porque no manejaba mecánico desde que había aprendido a manejar varios años atrás.
Me puse detrás del volante, ajusté el asiento, tomé unas fotos, le di un abrazo a Clau. Y decidimos comenzar el viaje. Había que manejar unos 100Km para llegar a Segovia.
Pusimos Spotify, cantamos latin pop, rock y algo de pop en inglés. Estaba contento. Aquella noche presenciaría uno de los más grandes eventos de fútbol, sería demasiado emocionante. Yo seguía al Real Madrid desde pequeño. Además, siempre que jugaba FIFA mi equipo preferido — por varios años — fue el Real Madrid. Pisar el Bernabéu en una final, sería un sueño cumplido.
También estaba contento porque estaba en Madrid. Luego de pasar varios meses en Londres extrañaba el idioma y la cultura. Estar en España me brindaba esa energía latina que se encontraba a miles de kilómetros. Me volví a sentir como en casa, a pesar de aún encontrame en Europa.
Y lo sentí desde que llegué y pedí un Burger King. La chica que atendía, luego de escuchar mi orden, me susurró con una sonrisa: “¿Pero no deseas agregar un postre? Que te veo delgado”. Me sacó varias sonrisas. Era imposible que me hicieran esas bromas en las calles de South Kensington. En Madrid, era muy diferente, todo era mucho más familiar.
Pero también estaba muy contento porque estaba con Clau. La había visto el año anterior y tenerla de nuevo cerca me llenaba de alegría. ¿Por qué? porque se convirtió en una persona muy importante para mí desde que la conocí. Muy atenta, detallista, sonriente, con correa para las bromas, tierna, con experiencia profesional y, sobre todo, de vida. Además, siempre estaba ahí cuando la necesitaba.
Ella me puteaba cuando tenía que hacerlo. Remecía mi vida con sus comentarios y puntos de vista. Cuestionaba hasta el límite mis decisiones pero luego tenía una manera muy cálida para dejar que nuestra comunicación fluyera con naturalidad.
Entonces, ¿por qué no quererla y disfrutar de su presencia mientras me encontraba manejando?
Ya en la ciudad, paseamos por la Plaza Mayor, los castillos que se encontraban a los alrededores y por el Acueducto de Segovia. Aquel lugar donde casi ‘mato’ a Clau por pararse a tomar fotos muy cerca del borde. Le temo a las alturas y con tan solo ver personas cerca de un precipicio, siento el vértigo por todo mi cuerpo. Se me hizo imposible tomarle fotos.
Horas más tarde, le dije que teníamos que irnos, el momento mágico había llegado. A las 5:15pm decidimos retornar a Madrid. Esta vez, ya no manejaba con tanta tranquilidad, buscaba llegar lo más pronto posible.
Las palpitaciones subían y mi cuerpo lo sentía. Quedaban horas para ingresar al estadio — si es que realmente las entradas eran verdaderas — y sentir lo que era festejar un triunfo en el Bernabéu. ¿Sería posible?
Esta historia continuará…
“Pero prefiero ser extranjero en España y no en cualquier otro país. ¡Qué fácil resulta hacer amigos en España!”. George Orwell, novelista y ensayista inglés.
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¡Que tengas un buen día!