Descuidos silentes en el cementerio de Colón

Algunas tumbas de interés histórico, artístico y social, patrimonio de la nación cubana, se encuentran abandonadas al paso del tiempo y las indisciplinas sociales en la Necrópolis de Colón.

Juan Ariel Toledo Guerra
Juan Ariel Toledo
12 min readApr 19, 2018

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Texto y Fotos: Juan Ariel Toledo Guerra

Un día cualquiera en el Cementerio de Colón transcurre con la tranquilidad relativa de un camposanto que acoge la última morada de nuestros seres queridos. Ocho de cada 10 enterramientos de la capital cubana (hasta 40 diarios) ocurren en este sitio.

El único sacrilegio parece ser el bullicio en el edificio administrativo de la entrada, encargado de cada engorroso trámite de panteones, propiedades, osarios y lápidas.

Sin embargo, desandar la necrópolis más importante de La Habana deja entrever otros descuidos silentes, que pudimos constatar en un recorrido durante 9 horas por más de 170 tumbas y panteones de interés artístico, histórico y social.

Al entrar, lo hacíamos gratuitamente por ser visitantes nacionales, pero si queríamos información debíamos pagar un peso convertible por un mapa. Y en efecto, así lo hicimos.

En el camino, descansando sobre un banco, se encontraban Antero Laiho y Sinikka, dos turistas finlandeses a quienes les pareció un poco destruido el cementerio, pero explicaron que se hacía lo mejor que se podía. “They are doing their best”, afirmaron.

Ellos buscaban la tumba de Korda, Ibrahim Ferrer y Rita Montaner.

Por supuesto, también buscaban a La Milagrosa, la tumba más conocida de la Necrópolis de Colón, y la primera que se menciona a los turistas apenas llegan al camposanto, a pesar de que este sitio destila historia por sus obras monumentales arquitectónicas y por las personalidades que allí descansan.

La tumba mejor cuidada del cementerio es la de La Milagrosa, una cubana de nombre Amelia Goyri de la Hoz, que según la leyenda concede milagros, puesto que murió en el parto del bebé con el que fue enterrada y cuando abrieron la tumba ambos estaban abrazados. El mito tiene carácter internacional y este panteón recibe cientos de visitas diarias de todas partes del mundo. Los cuidadores de Colón velan con especial celo esta tumba, que incluso tiene una alcancía para recoger dinero entre los turistas.

Sin embargo, apartando el mero interés comercial, emprendimos el recorrido, dejando huella fotográfica de todo lo que encontramos.

“Cuando uno llega al cementerio de Santa Ifigenia parece un santuario por el cuidado que tiene, sin embargo no pasa así en Colón a pesar de los esfuerzos de la Oficina del Historiador de la Ciudad”, explicó René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba.

“La necrópolis ha sido maltratada y saqueada. Se afectó mucho en el período especial y no ha habido la misma atención. En el caso de los patriotas de la guerra de independencia, que son 72 en Colón, ha faltado una cultura de información, divulgación y cuidado”.

Además de los que pelearon en las primeras gestas, este cementerio alberga las tumbas de personalidades del período republicano y luego de 1959.

La tumba del líder del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, es una de las más afectadas.
La imagen del líder sindical de los obreros portuarios cubanos, Aracelio Iglesias, ya es irreconocible.
La tumba de Álvaro Barba Machado, agrónomo y revolucionario cubano fallecido en 1962, ha sido objeto del vandalismo de quienes sustraen las letras de las inscripciones.

González Barrios afirma que hoy sufrimos mucho al ver el estado de las tumbas de grandes hombres a los que rendimos culto en manuales de historia, en las conferencias de las universidades, los libros de texto con los que se preparan los niños en las escuelas.

“Le estamos diciendo que son importantes, vamos a su tumba y la encontramos plagada de malas hierbas, de vegetación parásita, sin una flor, sin una bandera”.

El panteón donde yacen los padres de Martí se encuentra abandonado y con malas hierbas.
También el Monumento a los mártires del Corynthia ha sufrido la sustracción de letras de bronce.
En ausencia de una seguridad eficiente, dada por el gran tamaño del Cementerio de Colón, las inscripciones son dañadas a menudo. En la foto las tumbas de los Tenientes Coroneles de las Guerras de Independencia Manuel Sanguily y Joaquín Ravena.
Otra de las tumbas que no cuentan con la atención que merece es la del joven revolucionario Rubén Martínez Villena.

Ismael González, trabajador del cementerio, explicó que después de Irma muchas banderas se deterioraron y actualmente no queda ninguna con excepción de la de Máximo Gómez, a quien, al parecer, durante meses no se le han cambiado las flores. El obrero insitió en que hay un proyecto para retornar la enseña nacional a cada una de las astas del cementerio.

La bandera en la tumba de Máximo Gómez fue donada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana para sustituir una bandera de República Dominicana que estaba muy dañada. El cementerio se hizo cargo de los gastos de la soga para colgarla.
Pudimos constatar que además de la de Gómez, solo existe una bandera en el panteón que acoge al revolucionario caído en los sucesos de Humbolt 7, Joe Westbrook Rosales y sus familiares. Sin embargo, el estado de esta es deplorable.
Todos los demás espacios donde debería izarse una bandera, carecen de la enseña nacional. De izquierda a derecha las tumbas de Quintín Banderas, Evelio Rodríguez Curbelo, Evangelina Cossío, Sergio González “El Curita” y José Antonio Saco.

Para contrastar la información y conocer acerca de las causas del descuido recurrimos a la dirección del Cementerio. Luego de algunas horas de espera nos atendió a regañadientes Carlos Bauta Martín, Subdirector de Servicios Necrológicos.

“Su trabajo periodístico no tiene sentido, es tan importante mi abuelita como Máximo Gómez. No cierren el diapasón. El cementerio es un reflejo de la ciudad. La historia no la hicieron solo los mártires de la Revolución”, afirmó.

Ante semejante afirmación no nos detuvimos, pues como diría Miguel Barnet en La vida real: “Todas las vidas humanas son importantes. Sin embargo, ciertas vidas acusan rasgos más sobresalientes que otras”, máxime los que han ayudado a construir esta nación.

Manuel Ascunce, enterrado en el panteón de los Becarios del Gobierno Revolucionario, es un ejemplo de los jóvenes que se integraron a la Campaña de Alfabetización.
En la tumba del intelectual revolucionario, profesor universitario y diplomático Manuel Bisbé hay una lápida ilegible por el desgaste, la que recoge una frase del Comandante Fidel Castro.

“El cementerio tiene muchos espacios que se superponen. Está el espacio de la memoria histórica que lamentablemente nuestros medios tienden a centrarse en el tema político-ideológico. Aquí hay panteones de artistas, de médicos, de ingenieros, de arquitectos y todas esas personas hicieron nuestra nacionalidad”, explicó Bauta Martín.

Sin embargo, también las tumbas de interés artístico y cultural presentan problemas.

La tumba del tecer descubridor de Cuba, el destacado intelectual Fernando Ortiz.
Aquí yace José Raúl Capablanca, campeón mundial del ajedrez cubano. Su deteriorada lápida contrasta con la escultura de una pieza del juego.
La última morada del descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, Carlos Juan Finlay.
“Donde encuentren la cruz más fea del cementerio, ahí está enterrada Cecilia Valdés”, nos dijo un custodio.
La tumba del primer historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring.
El destacado escritor cubano Onelio Jorge Cardoso y su famosa frase “El hombre siempre tiene dos hambres”.
Muy descuidada también la tumba del historiador Ramiro Guerra. Más allá de su imagen, nada indica que este es el panteón del intelectual cubano.
Un monumento a cubanos víctimas de la Segunda Guerra Mundial está totalmente olvidado e ilegible.

Desde finales de la década del 90 del siglo pasado comenzó a trabajar en Colón la Oficina del Historiador de La Habana. Luego, en el 2008 comenzó un esfuerzo masivo para la restauración de varias capillas.

Largas filas de personas buscan resolver trámites y asesoría legal con el Subdirector Carlos Bauta.

El licenciado Carlos Bauta Martín, subdirector de servicios necrológicos, explicó que en la actualidad existe un anteproyecto general de restauración del cementerio realizado por el Departamento de Proyectos de dicha oficina que incluye la rehabilitación de las redes técnicas y en algunos casos de electricidad, agua y teléfonos.

Según pudimos apreciar, en estos momentos se están restaurando varias capillas.

“Existe una orientación de las máximas autoridades del partido y el gobierno en la provincia de restaurar el edificio administrativo. Esto no es solo un tema de restauración, sino de conservación y manejo del patrimonio, un tema complejo, transdisciplinario y con varias dificultades”.

Los cementerios en Cuba pertenecen a los gobiernos municipales. Bauta Martín comentó que no siempre se tienen las condiciones necesarias.

“Por ejemplo, el gobierno pavimentó las calles del cementerio y también continuamente se subvencionan las áreas verdes, la limpieza, la recogida de basura”.

En el camino nos encontramos a Luis Parra, quien forma parte de un equipo de jardinería compuesto por 5 personas de la cooperativa no agropecuaria “Niceto Pérez” de Guanabacoa. Nos explicó que existen dos brigadas más de 9 personas cada una.

Si de algo puede presumir el Cementerio de Colón es de la impecable jardinería. Esto nos hace preguntarnos: ¿por qué no se hace lo mismo con las tumbas?

“Tenemos la jardinería en óptimas condiciones, pues contamos con todos los equipos necesarios”. Recalcó que su equipo no tiene nada que ver con las tumbas sino con los jardines.

En el momento del recorrido, ellos estaban limpiando toda el área del Sureste por las calles 13 y 15, y J y K para un acto en honor a Gerardo Abreu Fontán.

Minutos antes los encargados del acto habían limpiado también la tumba del dirigente del M-26–7.
En la conversación vimos que la limpieza de este sector no era espontánea sino producto del acto del día siguiente

Dentro de un complicado entramado legal, el mantenimiento y cuidado de las tumbas es responsabilidad únicamente de sus propietarios, y no del cementerio, según nos explica el subdirector. Pero, en caso de que no esté vivo ningún integrante de la familia, ¿qué se hace?

Debe tenerse en cuenta que el último censo de propietarios en el cementerio se hizo en el año 1989.

“En Cuba no hay legislación para definir el abandono por lo que las tumbas del cementerio no se abandonan. Las familias se extinguen, el título queda en manos de alguien y nosotros asumimos buena fe en la presentación del título porque no tenemos manera de saber qué pasó con el propietario real”, explicó el abogado.

“Cuando las personas se fueron del país al triunfo de la Revolución perdieron sus propiedades, pero esto no se aplicó con los bienes cementeriales”.

El reglamento orgánico del cementerio regula el mantenimiento de cada tumba o panteón.

Artículo 68: No se consentirá realizar trabajo alguno en la Necrópolis bien sea de construcción, reconstrucción, ornato, limpieza o cualquier cuidado de las propiedades, panteones o sepulturas, a no ser que dichos trabajos estén amparados por la correspondiente licencia de obra.

Artículo 72: El que ejecute una obra de cualquier naturaleza que sea, será responsable de los deterioros que puedan ocasionar a las construcciones de la Necrópolis o de uso de los particulares, bien sea por sus operarios, transporte de tierra, escombros o materiales, o como consecuencia de cualquier causa o motivo de las obras que realicen a personas empleadas en estas operaciones.

Carlos Bauta refiere que las tumbas de valor histórico o cultural están dispersas por todo el cementerio y eso también constituye un problema para su cuidado.

En la avenida principal camina Ulises Jáuregui Haza, un profesor universitario que asistía a visitar un familiar. Aseguró que esas tumbas son patrimonio histórico y que es el Estado quien tiene que hacerse cargo porque es el recuerdo histórico de la Patria.

Uno de los casos singulares que chocan con la legislación es la tumba de Jesús Menéndez. Durante varias horas buscamos incasablemente hasta llegar siempre al mismo punto indicado por el mapa. Sin embargo, no hay rastro alguno del General de las Cañas.

Junto al asta de la bandera se supone que está la tumba de Jesús Menéndez.

“Sucede que cuando matan a Jesús Menéndez no había dónde enterrarlo porque era muy pobre y un amigo de él habló con una persona para que lo enterraran en la bóveda de su familia. Ahí lo único que hay de Jesús Menéndez es una jardinera que le pusieron sus hijos”, nos explican en el edificio administrativo.

Sin embargo dicha jardinera no aparece en el sitio o su nombre ha sido borrado por el tiempo. No hay rastro del nombre Jesús o los apellidos Menéndez Larrondo.

Ningún visitante podrá percatarse de que en este sitio está enterrado Jesús Menéndez.

“Hace un tiempo el Consejo de Estado quiso trasladar a Jesús Menéndez para otro lugar y la hija del hombre que brindó su bóveda no quiso ya que su papá había permitido que lo enterraran en esos momentos de persecución para obreros y comunistas. Era su voluntad y ya había fallecido”, comentó Bauta Martín.

Mientras buscamos una tumba que nunca encontramos, la del General del Ejército Libertador Miguel Coyula, nos intercepta Elvira Serrano Infante.

Ella dice ser trabajadora retirada del MININT y fue a enterrar a su prima. Estaba observándonos desde hacía un rato, y supuso que éramos periodistas.

“Yo buscaba precisamente un periodista, para denunciar que es una falta de respeto que hay una tumba semiabierta con un palo y había tremendo mal olor, perceptible entre todos los que asistimos al entierro”.

“Realmente es bochornoso. Con las tumbas de interés histórico o cultural pasa igual. Si son muy antiguas y no tienen dueño, debe atenderlas Patrimonio. El Estado tiene que dar un tratamiento virtuoso con dueño o sin dueño porque es parte del patrimonio de la nación”, afirma Elvira.

En toda la cuadra nunca pudimos encontrar la tumba de Miguel Coyula. El lugar indicado por el mapa muestra un conjunto de tumbas destruidas y abandonadas.

Casi al salir, a un lado de la entrada de la Necrópolis, se encuentra el panteón de los Abreu. Sin embargo, durante minutos dialogamos sobre si esa era o no la última morada de Marta Abreu de Estévez.

Ninguna señal afirma que la benefactora de Santa Clara se encontrara allí, aunque el mapa así lo indicaba.

El subdirector de la Necrópolis nos indicó que en Cuba no queda ningún descendiente de Marta Abreu, y su tumba quedó destruida completamente en el 2004 por el huracán Charlie.

“El propio cementerio reconstruyó el panteón, sus familiares desde el exterior han traído cenizas de otros miembros de la familia y se muestran muy agradecidos del cuidado de estas tumbas”, explicó.

Nada indica el lugar exacto donde está enterrada la patriota Marta Abreu de Estévez.

Afortunadamente no todas las tumbas de interés histórico se encuentran en mal estado, ya que según el propio subdirector “el cementerio tiene muchos espacios y en relación a la memoria histórica no se le puede prestar toda la atención que merecen”.

Algunas tumbas como las de Carlos Roloff, Juan Gualberto Gómez, Antonio Guiteras, Juan Bruno Zayas, o el Monumento a los Veteranos de la Independencia se encuentran en un estado aceptable de conservación y cuidado.

Las palabras finales del Subdirector fueron: “Si llego a saber que no vienen con el permiso de Patrimonio, no les doy la entrevista. Tengan cuidado con lo que escriben”.

En contraste, el presidente del Instituto de Historia cree que hay que rescatar la cultura de atención, no solo en el Cementerio de Colón, sino con todos los monumentos a los próceres de la independencia.

“Nuestro discurso político, nuestro discurso histórico y la práctica de la conservación deben estar en consonancia”, comentó René González Barrios.

“El respeto a nuestros próceres tiene que formar parte de la cultura identitaria de nuestro pueblo y creo que nos faltado trabajar en ese sentido. Los tiempos que se están viviendo, con una dinámica cultural totalmente diferente, influenciada por la globalización de la pseudocultura y los pseudovalores que a la sociedad capitalista le interesa inculcarle al mundo, nos han borrado de nuestra mente darle la prioridad que lleva la conservación de los monumentos”.

El clamor de todos durante los últimos tiempos ha sido un mayor respeto en los servicios necrológicos, tanto de nuestros héroes, como de cualquier persona. Y así bajo la mala hierba del descuido, sin el debido respeto y con el huracán de la desmemoria, la Patria, esa que ayudaron a construir con su sangre en muchas ocasiones, siempre los recordará.

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Juan Ariel Toledo Guerra
Juan Ariel Toledo

Periodista, investigador, emprendedor • Graduado de UCLV • Maestría Opinión Pública y Marketing Político ICGDE BUAP