La política, esa cultura de nicho

Ná más que tontás

Juntando letras
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4 min readApr 14, 2019

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Llevo ya bastantes años trabajando como consultor con compañías alrededor del mundo. La mayoría de estas compañías tienen el mismo problema. Son grandes, tienen muchas áreas y éstas no hablan entre sí. Son gigantes en los que cada persona tiene un nicho de conocimiento. Esto ocurre a todos los niveles. Hasta cierto punto podría tener sentido, ya que no podemos ser expertos en todo, sin embargo, el gran problema proviene de la falta de comunicación.

Miremos ahora a la política. En el fondo está estructurada de la misma manera que las grandes empresas. Si miramos a nivel nacional, tenemos un presidente y sus ministros con sus respectivos ministerios. Estos ministerios ni siquiera tienen por qué estar liderados por especialistas en el campo, no es extraño que veamos a políticos con una formación que nada tiene que ver con el ministerio que le ha tocado. Esto, viniendo de la consultoría tampoco me preocupa tanto, si el equipo que se crea es bueno. Y ahí radica otro gran problema, en los equipos.

Los equipos en política

La política es un ámbito profundamente endogámico, lo que fomenta las burbujas de información que llevan a la frecuente desconexión entre la ciudadanía y sus políticos. Y cuando se incorporan asesores al proceso, iniciativa a priori loable, con frecuencia son más de lo mismo. Es decir personas de la élite social conversando con más élite social.

Muchas veces uno lee como grandes empresarios mantienen reuniones con políticos de alto rango. En estas reuniones se conversará de muchas cosas, y eso está perfecto pero crea una imagen en los políticos que será muy diferente a la que tiene otra gran parte del pueblo para el cual la política gobierna. ¿Pero cada cuanto mantiene una reunión un político de alto rango con un trabajador medio? Las clases medias y bajas no tienen ninguna llegada en las clases políticas más allá de algún mitin puntual en época de campaña electoral.

De modo que no es una sorpresa que las decisiones de la clase política rara vez coincidan con las necesidades de los ciudadanos porque la política no está en contacto con esa realidad, está en contacto con la realidad de las élites sociales cuyos problemas son muy diferentes a los del grueso de la población.

Tenemos por tanto equipos, véase partidos, que no hablan realmente entre sí, élites que no hablan más que con otras élites y un montón de tomas de decisión sumamente relevantes hechas desde la endogamia más absoluta. Falta de comunicación.

Diseñar una cultura de equipo para la política

Si la política aplicase algunos principios de las compañías de diseño obtendríamos resultados con algo más de sintonía con la sociedad a la que se supone que representa.

No solo es el hecho de incorporar en las tomas de decisiones una variedad de perfiles a través del establecimiento de equipos multidisciplinares, sino también retarse a través del enfrentamiento de puntos de vista bien dispares. De algún modo el congreso pretende ser eso, un lugar donde diferentes visiones ideológicas exponen sus propuestas y se debaten en conjunto. Pero la realidad es mucho más un entorno de batalla que un lugar de resolución de retos.

Esto se debe a que en el congreso no hay un equipo sino facciones enemistadas. No es que como equipo tomen un reto y traten de abordarlo poniendo sobre la mesa sus diferentes ideas en modo de divergencia, para luego llegar a un grado de convergencia con el cual sentirse cómodos. Más bien el tiempo se invierte en despreciar cualquier propuesta que no sea propia con el fin de desacreditar al partido contrario.

Lo que importa es el reto no quién tiene la razón

La política ya de por sí tiende a abordar todo desde la problemática y no desde el reto. Cuando uno mira los titulares de los discursos de los políticos por lo general son una sucesión de dramas concatenados con toda la intencionalidad del color del partido en cuestión. Si nos limitamos a enumerar problemas es probable que sucumbamos bajo la parálisis.

Puede parecer ingenuo, pero es muy diferente subirse al estrado en el parlamento y enunciar: “señorías el problema es…” que decir, “señorías, ¿cómo podríamos…?”. La primera afirmación en un parlamento ya sabemos como acaba, como una batalla de perros rabiosos en torno a un pedazo de carne en descomposición, cada uno tratando de quedar de salvador mientras inculpa al otro partido de ser el promotor de dichos problemas. Un reto en cambio invita a ser solucionado, no culpa a nadie, de hecho une porque al formularlo de este modo invita a que todos piensen en cómo solucionarlo, porque un reto ofrece opciones y anima a buscar soluciones.

El parlamento, por tanto los partidos políticos y en última instancia sus representantes, los políticos, no han interiorizado que son consultores que trabajan para la sociedad. Y por tanto no va a de quién tenga la razón, solo va de que sean capaces de poner a las mentes más brillantes al frente de sus partidos y que cada uno aporte las mejores ideas en el parlamento para resolver retos de manera conjunta. El parlamento no es un lugar de batalla es una mesa de trabajo muy grande.

El KPI que mide el éxito de la política son los proyectos llevados a cabo con éxito para la ciudadanía, y no el número de votos de un partido.

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