“Aunque las palabras vuelen, las obras quedan”
Por: María Lucía Expósito, estudiante de Periodismo
Fotos: Enzo Valdés
Quien atravesó los portones del anfiteatro en el centro Varona de la Universidad de La Habana este jueves, de seguro respiró los cimientos de casi un siglo de historia de su Alma Máter. Puede que quien se sentara en aquel salón encontrase allí la adyacencia de la nueva comunidad universitaria con sus antecesores y fuese ese el hipervínculo ideal para desandar zancadas paralelas.
La presentación del volumen Doctores Honoris Causa de la Universidad de La Habana (1926–2016) del Doctor en Ciencias de la Comunicación, periodista, profesor e investigador histórico Arnaldo Rivero Verdecia, resultó ser un canto a noventa años de grados honoríficos otorgados por la Casa de Altos Estudios a 146 personalidades cubanas y extranjeras de diferentes ramas del conocimiento y de la lucha político-social.
El libro reconstruye una de las más importantes facetas de la historia académica y de las funciones culturales, científicas, políticas y sociales de la institución madre de la educación superior cubana. Como obra de acuciosa investigación, en medio de las celebraciones por el aniversario 290 de la Universidad, rescata y muestra documentos, piezas oratorias de alto nivel informativo, conceptual y estético, así como fotografías de inmenso valor que hacen del contenido una contribución notable a la historia de la educación superior cubana y de la nación.
Por las abundantes páginas desfilan figuras extraordinarias, algunos que además ostentaban ya el premio Nobel y merecieron también la distinción cubana en el período anterior al año 1959. Otro de los tópicos de relevancia social es la presencia de la mujer entre los laureados con una mención especial a Alicia Alonso, la primera cubana en obtener el título. No menos importante es encontrar, igualmente, cómo se destaca el trabajo de la prensa cubana junto a la labor de historiadores y académicos en su apuesta por enaltecer la dignidad humana.
El Doctor Eusebio Leal Spengler, uno de los referentes citados en el cúmulo de textos, aguardaba para ofrecernos su palabra en la mesa de presentación; lo acompañaban el Doctor Gustavo Cobreiro, rector de la madre nutricia, así como otros invitados de honor.
Leal piensa que a veces se encuadran períodos históricos sin hacer énfasis en el matiz de pensamiento lúcido, en los valores que siempre fueron referencias morales y los hechos que marcaron hitos. La figura de Mella, llamado el discóbolo de la juventud cubana, ha sido aquí reavivada en el testimonio de quienes presenciaron las secuencias: “Es preciso desandar la trayectoria de los premios para recuperar las memorias honorables de hombres de la talla de Raúl Roa, Juan Marinello, Fernando Vecino Alegret y otros tantos baluartes del pensamiento y la sabiduría”.
Doctores Honoris Causa… permite, en primer lugar, rememorar la propia historia de la Universidad de La Habana y es también un homenaje a la lucha estudiantil por defender la dignidad de este título encabezado por Julio Antonio Mella. Es representativo de todo cuanto ha hecho la universidad en sus distintas perspectivas académicas. Asimismo, resulta importante el hecho de que más de 45 países estén representados en esta relación de Doctores Honoris Causa.
“Hacer esta investigación me aportó una riqueza extraordinaria desde el punto de vista cultural porque me acerqué a 146 personalidades de los más disímiles saberes. Confluyen en el libro no solo letrados, filósofos, sino también matemáticos o físicos de reconocido prestigio internacional provenientes de universidades de gran reputación en el mundo”, declaró a JT su autor, Arnaldo Rivero.
Este compendio hace reflexionar en torno a temas de una obra que se afianza con los claustros y los jóvenes que ingresan buscando caminos y destinos, las oportunidades y matrices que brinda la universidad. A su vez, se nutre de los antecedentes académicos trazados por Eduardo Torres Cuevas y Ana Cairo Ballester.
Tras ovaciones al buen decir de un devenir amenizado por el éxito académico cubano, la oratoria del Historiador de la ciudad fue el sello de oro: “Me ofende cuando dicen que hay falta de maestros cuando lo que existe es falta de memoria política.Dicen que la juventud es lo único que se cura con el tiempo. Yo tuve que reconocer que, evidentemente, el tiempo había avanzado y aunque las palabras vuelen las obras quedan”