Terremotos: cuenta regresiva

Juventud Técnica
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14 min readMay 5, 2021

Por Claudia Alemañy Castilla

Enero 28, 2020. La tierra se mueve. Apenas unos segundos después, los 467 estudiantes y 63 profesores de la Escuela Secundaria Básica (ESBU) Espino Fernández abandonan, organizadamente, sus aulas. Todos se reúnen en una plaza, al frente del colegio, ubicado en las cercanías de varias de las arterias vehiculares más importantes de Santiago de Cuba. Ahí, permanecen durante un buen rato, a la espera de posibles réplicas del terremoto.

El sismo tuvo lugar a las 14 y 10 horas. Se originó a 145 kilómetros al sur del municipio de Niquero, provincia de Granma. Los reportes iniciales indicaron que había presentado una magnitud de 6,9 grados en la escala de Richter. Informes posteriores concluyeron que alcanzó los 7,1.

Vecinos de Cienfuegos, Ciego de Ávila, La Habana y hasta de Pinar del Río tuvieron constancia de un perceptible bamboleo en el firme bajo sus pies. El fenómeno los tomó desprevenidos.

Afortunadamente, no ocurrió lo mismo al oriente de la Isla. A fuerza de costumbre, debido a que en esas zonas la actividad sísmica es más elevada, los habitantes de la región suelen estar mejor preparados.

Pocas semanas después del suceso, Melba Hernández García, directora de la Espino Fernández, narró a Juventud Técnica su experiencia. La docente se encontraba satisfecha por el adecuado comportamiento de alumnos y colegas.

“Durante el temblor, los estudiantes se resguardaron bajo las mesas y esperaron. Cuando el profesor designado tocó el timbre, todos iniciaron las acciones establecidas por el protocolo para abandonar la instalación escolar”.

Las autoridades del centro de estudio también se comunicaron con un puesto de mando, el cual les amplió indicaciones y detalles de lo acontecido. Todos los pasos fueron cumplidos. Además, no se reportó ningún daño estructural.

El desenvolvimiento de los integrantes de esta ESBU no es casual ni aleatorio. De hecho, el comportamiento es más que frecuente y ha quedado pautado en disimiles estrategias y actividades prácticas. Miguel Antomarchi Brook, funcionario del departamento para la Defensa Civil en la Dirección Provincial de Educación, aseveró que los programas educativos se han ajustado para incluir prácticas que posibiliten la prevención de riesgos y desastres en las escuelas.

“Hemos establecido dinámicas que contribuyan a que todos los miembros de un centro estudiantil sepan qué hacer cuando ocurren estos sucesos. También concebimos un programa para la familia, con la escuela como centro de orientación comunitaria, y otro, de ayuda psicoemocional para todos los alumnos, en caso de desastres”.

Muchas escuelas santiagueras han establecido un día y horario de la semana para la realización de simulacros. En ese instante, suena un timbre que sirve para indicar que se produce el sismo. Los alumnos deben guarecerse y esperar. Unos minutos más tarde vuelve a alzarse la bocina, en esta ocasión para indicar que es momento de abandonar la instalación y llegar hasta algún punto — seleccionado de antemano — que sirve para guarecerse de cableados eléctricos sueltos tras el temblor u otros peligros.

Jorge Medina Echeverría, subdirector de Trabajo Educativo en el Instituto Preuniversitario Cuqui Bosch Soto, comentó que su centro ha buscado alternativas para mantener viva la alerta entre los estudiantes.

“Anteriormente, la actividad de prevención se realizaba un mismo día de todas las semanas. Pero decidimos dejar de hacerlo para que tuviera lugar de forma sorpresiva. Así, contribuimos a mantener elevada la percepción de peligro”.

Más allá de conseguir mantener prestos a profesores y alumnos, las autoridades de Educación en Santiago de Cuba también analizan los riesgos, ante el paso de un terremoto, en la estructura de las instalaciones bajo su responsabilidad.

“La provincia cuenta con mil 210 centros escolares. De ellos, 72 son los más vulnerables. Además, hemos identificado los territorios que podrían reportar más daños. Por ejemplo, Guamá, ubicado en el litoral sur, tiene 23 centros que podrían afectarse. También tomamos muy en cuenta el municipio de Santiago por su densidad poblacional y sus edificaciones más antiguas, además de Palma Soriano”, explicó Antomarchi Brook.

El sistema educativo no ha sido el único interesado en evaluar los posibles trances en caso de un sismo de gran magnitud e intensidad.

La Dirección Provincial de Salud Pública es otra de las autoridades locales interesadas en prevenir el mayor número de riesgos posibles. Elaine Moliné Luque, miembro del departamento para la Defensa Civil de ese órgano, comentó a Juventud Técnica algunas de las acciones implementadas por ellos.

“Nosotros hemos realizado estudios de vulnerabilidades a varios de nuestros centros. No a todos, porque son análisis costosos. No obstante, identificamos entre las instalaciones más vulnerables del sector al Hospital Clínico Quirúrgico Dr. Juan Bruno Zayas. Independientemente de que es una de las entidades más nuevas que tenemos, pero por el lugar donde está ubicada es sensible”.

En la ciudad de Santiago de Cuba es frecuente observar señaléticas, colgadas de muros en espacios públicos, con los pasos a seguir en caso de la ocurrencia de un terremoto. (Foto: Claudia Alemañy Castilla)

La funcionaria explicó que, de los nueve grandes hospitales regidos por la Dirección de Salud en el territorio, cuatro cuentan con una pesquisa completa de sus vulnerabilidades en caso de un sismo de elevada magnitud e intensidad.

“De ellos, el que tiene mayor número de vulnerabilidades es justamente el Clínico Quirúrgico, por demás, el más grande de la ciudad. Otros, por ejemplo, cuentan con muy pocas vías de salida o hasta con una sola escalera”.

Moliné Luque recalcó que todas las edificaciones médicas han diagnosticado de alguna forma la calidad de sus diferentes áreas. Es decir, en caso de cualquier tipo de eventualidad, “se tiene idea de cuáles estructuras podrían ser más estables y cuáles colapsarían”.

Asimismo, esclareció que, de ocurrir un terremoto en la provincia, ya se han establecido protocolos previos para garantizar el aseguramiento higiénico-epidemiológico, la atención médica en todo momento y el traslado de los casos graves, en caso de ser necesario. Además, se capacita periódicamente al personal responsable.

Los funcionarios de la Defensa Civil, tanto para Educación como Salud Pública, refirieron el carácter multidisciplinar de las comisiones que se encargan de los estudios de vulnerabilidades de edificaciones en la provincia. Entre los integrantes de esos equipos destaca el nombre del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas de Cuba (CENAIS).

A la caza del temblor

Febrero 4, 2020. En uno de los edificios de 18 plantas de la Avenida Garzón, el DrC. Tomás Chuy Rodríguez esperaba para conversar acerca de los sismos que han afectado a la Mayor de las Antillas.

Con ese entusiasmo que trasmiten aquellos apasionados por su profesión, el investigador del CENAIS y profesor de la Universidad de Oriente, certificó que el primer terremoto del que se tiene notificación en la Isla data de 1528. El siniestro tuvo una intensidad de seis grados y tuvo gran impacto entre los pobladores de Baracoa.

“Lo que ocurre es que Cuba se encuentra en la placa de Norteamérica, la cual presenta un movimiento rumbo deslizante en relación con la placa Caribe. Ello ocasiona que las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo destaquen por su nivel de peligro y riesgo sísmico”, apuntó el experto.

En otras palabras, los temblores, en su mayoría con valores bajos, son algo corrientes en esa región del país. Al mismo tiempo, el área también destaca por ser el espacio donde se recogen eventos de más alto impacto.

“Desde el temblor de 1528 hasta la fecha, en Cuba se han reportado 28 terremotos fuertes. Es decir, con una magnitud superior a seis. De ellos, 20 han reportado su epicentro en las cercanías de Santiago de Cuba. Incluidos un par que superaron una intensidad de nueve, en los siglos XVIII y XIX respectivamente”.

Con esa estadística en la mano, y otros cálculos relacionados con el comportamiento de las placas tectónicas, los científicos advierten que en el futuro próximo podría ocurrir un sismo de gran envergadura con alto impacto para la segunda provincia de relevancia en Cuba. A lo largo del tiempo, los investigadores han trabajado en un pronóstico al respecto.

“Una predicción bien hecha se basa en tres elementos: en que sepas el lugar, la fuerza (a través de los estudios de peligro sísmico) y, por último, el cuándo. Por desgracia, esa variable es imposible de conocer en cuanto a los terremotos”, explicó Chuy Rodríguez.

Los especialistas del CENAIS han estudiado ampliamente el comportamiento de la zona. Gracias a ello, han podido determinar al menos dos de los tres aspectos requeridos para el pronóstico.

“En Santiago estamos esperando un terremoto de magnitud 6.6 e intensidad superior a 7, similar al más reciente en Puerto Rico. Lo trágico, es que eso puede ser tanto mañana como dentro de 20 años”, sentenció el experto.

Magnitud e intensidad son dos términos frecuentemente confundidos y, si bien es cierta su estrecha relación, su significado es totalmente diferente.

La magnitud es utilizada para cuantificar el tamaño de los sismos (mide la energía liberada durante la ruptura de una falla), mientras que la intensidad es una descripción cualitativa de los efectos de los sismos (en ella intervienen la percepción de las personas así como los daños materiales y económicos sufridos a causa del evento).

A pesar de las previsiones, cabe destacar que, en los últimos 50 años, los sismos más peligrosos se han reportado en las cercanías de Granma. El último evento de riesgo del que se tiene notificación en Santiago fue fechado en 1947.

“Mientras más tiempo pasa desde el último sismo severo, más cerca estaremos del próximo. A pesar de que no tenemos certeza exacta de cuándo ocurrirá”, expresó Chuy Rodríguez.

En la imagen se pueden apreciar las bandas de intensidades máximas reportadas, según los diferentes territorios de Cuba. (Imagen: Cortesía del Dr.C Tomás Chuy)

En su conversación, el académico también hizo énfasis en que no existe un único nivel de potencialidad sísmica para todos los puntos geográficos de la Isla. Precisamente, uno de los aportes de su tesis doctoral defendida en 1999, fue un conjunto de recomendaciones metodológicas para la evaluación puntual de los efectos de terremotos perceptibles y fuertes.

Según el experto, este sistema “puede ser utilizado para la validación de esquemas de microzonación sísmica, y en su ausencia, como forma de proyectar la utilización óptima de los suelos en áreas de potencial riesgo”.

Dicho de otro modo, se evalúan todos los potenciales factores que influyen en la estabilidad del terreno y a cada una de las áreas se le asignó un valor de magnitud e intensidad máximas posible a esperar. Las franjas con números mayores se pueden ver al sur de Santiago de Cuba.

El Dr.C. Tomás Chuy ha conseguido organizar cronológicamente los terremotos documentados en Cuba desde 1528. (Foto: Claudia Alemañy Castilla)

“Si alguna persona u organismo quiere edificar en un punto de contacto de las zonas, nosotros podemos hacer recomendaciones precisas sobre si es adecuado o no. Y en caso de serlo, qué aseguramientos contra sismos tendría que tener esa construcción”, especificó Chuy Rodríguez.

El especialista del CENAIS apostilló además una inapelable realidad. La probable ocurrencia de un fenómeno (peligro sísmico), de conjunto con las vulnerabilidades (sociales, estructurales, económicas), inciden directamente en la amplificación de los riesgos.

Por su parte, Grisel Morejón Blanco, vicedirectora científica del CENAIS, afirma que la misión de su grupo de trabajo consiste precisamente en la anticipación del riesgo.

“Nos encargamos de evaluar la seguridad de las edificaciones ya sean sociales, industriales y de vivienda. Lo hacemos a través de servicios científico-técnicos e investigaciones en forma de proyectos”, recalca la especialista, graduada de Ingeniería Civil.

Una de las herramientas para apoyar la información académica sobre sismos es la red de acelerógrafos ubicados en la ciudad de Santiago de Cuba. Se trata de un conjunto de equipos concatenados que miden la aceleración que llega al terreno por causa de un terremoto inmediato.

“Esto nos permite estudiar cómo se comportan los sistemas constructivos, el suelo, si hay amplificaciones y, en caso de un evento fuerte, se puede establecer a dónde se va destinar la ayuda inmediata. Es decir, en el lugar que identifiquemos aceleraciones más altas, ahí se van a concentrar mayores daños”.

Los expertos han conseguido estimar cuál sería la magnitud de un sismo determinado en función del área geográfica de la Isla en que ocurra. (Imagen: cortesía del Dr.C. Tomás Chuy)

La investigadora del CENAIS también advirtió que estos registros son de gran utilidad a la hora de confeccionar las normas sismo-resistentes. Estas últimas son los documentos legales que amparan cómo, dónde y qué construir en zonas de latente peligro.

¿Una afirmación muchas veces dicha, se convierte en real?

Enero 17, 2017. Un pequeño viaje al pasado para sentir cómo tiembla en Santiago otra vez. Todavía no son las 4 y 10 de la mañana. Lali da un salto fuera de la cama. Hace tiempo que duerme vestida, por si acaso. Corre hasta el cuarto donde están sus niñas. Mientras las despierta, cesa el bamboleo. Se echa una a los brazos y arrastra a la mayor hasta la puerta de la casa.

Ellas viven en el primer piso de un edificio de múltiples apartamentos. Desde la calle, ve cómo sus vecinos bajan las escaleras, presurosos pero disciplinados. Menos de 20 minutos después vuelve el vaivén bajo sus pies: una réplica.

Horas después, Lali y sus vecinos sabrían que el sismo alcanzó una magnitud de 5.8 grados en la escala de Richter y que fue perceptible en toda la geografía provincial y también para los habitantes de Granma. Un primer enjambre de repeticiones se agolparía durante los restantes días de ese mes y febrero. La preocupación era latente.

“Tuve miedo a quedarme sin nada. Mi edificio es de esos prefabricados, de los que llaman Sistema Girón. Siempre me han dicho que, si se mueve duro, este tipo de casa se cae. Eso es verdad, ¿no?”, se pregunta esta madre santiaguera, protagonista de esta anécdota.

Para intentar dar respuesta a esta interrogante, Esteban Ferrer Couti se sienta a conversar con Juventud Técnica. Ejerció la profesión de ingeniero civil, aunque ya está retirado. Fue colaborador activo del CENAIS durante décadas y, entre sus méritos personales más importantes, está el haber sido parte de la redacción de la Norma Sísmico-Resistente de 1999.

“Cuando comencé a trabajar, allá por el año 1976, no existía en Cuba una norma como tal. Solamente estaba la Instrucción de Proyecto de 1926 (IP26) de la construcción industrial. Con este documento se proyectaron muchas de las obras de la antigua provincia de Oriente y en él se establecía que había zonas de peligro que podrían llegar a 7 u 8 grados de intensidad”, apuntó el académico.

El experto cuenta que, tras el paso por el archipiélago del ciclón Flora, se comenzó a emplear el sistema constructivo Gran panel ruso. Tenía origen soviético y, hasta entonces, había tenido buenos resultados para soportar los embates de sismos. Edificios de esta tipología habían resistido el fuerte terremoto de Armenia, en 1962.

“Inicialmente, se determinó su uso para la fabricación de edificios multifamiliares. Por otro lado, comenzó a emerger el Sistema Girón, cuyo empleo se destinó a la fabricación de las llamadas ‘escuelas en el campo’, los preuniversitarios. Con el tiempo, ese último se amplió a otras áreas, vivienda, también hospitales y determinadas entidades de índole social”.

A finales de los 60 y principios de los 70, los ingenieros aseguraban que los pedestales de este nuevo sistema no eran suficientes para resistir los embates de un sismo de elevada fuerza. Sin embargo, a pesar de sus alertas, emergió la IP26-A.

“En ese documento se establecía que las zonas de más alta sismicidad solo alcanzaban franjas de intensidad de entre 6 y 7 grados, en lugar de 7 a 8 como aclaraba el texto anterior. Entonces, los pedestales de muchos edificios se calcularon bajo esas cifras”, puntualizó Ferrer Couti.

Para el año 1976, año en que este entrevistado comenzaba su vida laboral activa, ocurrió el sismo de Pilón.

“A los efectos del CENAIS, por su magnitud, ese temblor no está registrado como significativo. Pero para nosotros, los ingenieros y arquitectos, sí lo fue. Muchas escuelas se movieron demasiado, hubo alarmas. Esa fue la antesala para determinar que el Sistema Girón no era adecuado para la zona oriental de la Isla sin un reforzamiento de sus pedestales”.

El investigador aclara que, cuando queremos saber la vulnerabilidad de una estructura debemos siempre preguntar: ¿con respecto a qué peligro?

“Ambos métodos de construcción de prefabricados se han comportado relativamente bien. Se reportan grietas, pero hasta ahora no colapsos. Pero sí debemos tener en cuenta que el Sistema Girón es vulnerable a un sismo 0,3 de la aceleración de la gravedad. Hasta dos pisos no habría problemas para 7 grados de intensidad”, ejemplificó el investigador.

La primera Norma Sísmica cubana apareció en 1983. Este documento, en contraposición a la IP26A, tuvo en cuenta una mayor aceleración que podría ocurrir en caso de un sismo más severo. Estuvo en gran medida inspirado en el texto homólogo soviético.

No obstante, los expertos cubanos seguían insistiendo en la necesidad de confeccionar un documento más cercano a los parámetros nacionales que a los foráneos. Así comenzó el trabajo de mesa para completar la primera actualización del texto reglamentario. Esta no vio la luz hasta 1999.

“A mí me hacen presidente del Subcomité del Sismos del Comité de Normalización del Cálculo Estructural (CONCE). Ahí se confeccionó la propuesta del 99. Aunque estos procesos son muy lentos porque hay que enviarlos a aprobación: los organismos superiores pueden hacer ajustes o no estar conformes, se reúnen, debaten… Cuando la nueva norma sale era mucho más inquisitiva en cuanto a criterios de diseño, fuerza, forma, la relaciones en altura o ancho-largo”, explicó el experto.

También quedó establecido que las Normas Sísmicas debían actualizarse cada cinco años. Contradictoriamente, no se comenzó a trabajar en una nueva versión hasta 2012, la cual consiguió ser aprobada en 2017.

“La revisión vigente es mucho más severa y de obligado cumplimiento — una ganancia respecto a las anteriores — . Además, es muy consecuente con los resultados de peligrosidad aportados por el CENAIS en sus investigaciones más recientes”, afirmó Ferrer Couti. Más allá de las regulaciones vigentes, el experto considera que hay una variable, cuya complejidad para ser controlada es extremadamente elevada: el ser humano.

Las llamadas “escuelas en el campo” fueron de las primeras edificaciones cubanas en las que se usó el sistema constructivo Girón. (Foto: Claudia Alemañy Castilla)

“Es un problema antropogénico. Te pongo un ejemplo que acabo de conocer. En un edificio de construcción Gran panel ruso, un vecino decidió romper una pared, sin consultar a nadie. Eso afectó la rigidez de la estructura. También está la pérdida de materiales, la mala medición a la hora de hacer las mezclas…”.

Grisel Morejón Blanco opina que un alto por ciento de las construcciones con riesgos forma parte de las viviendas edificadas por medios propios.

“Las personas, a pesar incluso de tener proyectos certificados por la Oficina del arquitecto de la comunidad, violan regulaciones y requisitos en cuanto a la cantidad de acero y la calidad de los materiales. Tienen el objetivo de que les salga más barato y eso incide en la vulnerabilidad estructural de las instalaciones que pueden verse afectadas en caso de actividad sísmica”.

Asimismo, la vicedirectora científica del CENAIS refrendó que el comportamiento de la totalidad de edificaciones diseñadas antes de las dos normas más actuales se desconoce.

“Se han modelado algunas de las construcciones para simular cuál sería su respuesta. Casi todas se seleccionaron debido a que fueron fabricadas bajo normas antiguas. A esas edificaciones se les deberían hacer reforzamientos. Pero estas medidas son muy caras y deben completarse paulatinamente”, señaló Morejón Blanco.

Por su parte, Darío Candebat Sánchez, jefe del grupo de Ingeniería Civil de CENAIS, considera que es importante seguir trabajando la percepción de riesgo de la población. El experto opinó que una de las claves para ello debe seguir siendo el vínculo entre la ciencia, los decisores y los medios de comunicación.

La espera continúa

Febrero 23, 2021. La pandemia ha cambiado mucho la vida de los habitantes de Santiago, de Cuba, del mundo. Hay preocupaciones más urgentes a la vista: no enfermar, llevar el nasobuco, lavarse las manos, la esperada vacuna.

Los cálculos sísmicos arrojan el mismo resultado. Todavía se espera un terremoto de gran magnitud e intensidad que afecte la zona oriental de la Mayor de las Antillas. Puede ser hoy, mañana, en un mes, en dos décadas. Pero es un peligro imposible de desestimar, latente, real.

Agradecemos al Dr.C. Enrique Diego Arango Arias, Jefe del Servicio Sismológico Nacional, su inestimable colaboración para realizar este reportaje.

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