“Ya casi…”
Vivir ajeno a las tecnologías de la información y las comunicaciones, en pleno siglo XXI, resulta descabellado. En dos décadas, estas han reconfigurado el desarrollo de la vida en ámbitos como el profesional, el laboral e, incluso, el personal, fundamentalmente en el público joven. No es fortuito: somos quienes presentamos mejor plasticidad cerebral para adaptarnos a nuevas situaciones, aprender, y lo más importante: incorporar rápidamente los conocimientos a nuestra vida cotidiana con el fin de transformar la realidad.
Afortunadamente, en Cuba nos hemos percatado del potencial de las (ya no tan) nuevas tecnologías para el desarrollo de una sociedad más abierta, donde los procesos públicos sean transparentes y fiables, sostenidos por un aprendizaje permanente, donde la posibilidad tanto de criticar como de sugerir o elogiar esté al doblar de un clic o de un toque de pantalla. Prueba de ello es la Política para la Informatización de la Sociedad, actualizada el último febrero y que abarca disimiles áreas.
Como parte de dicha Política, varios sectores se han visto privilegiados en cuanto a la conexión a Internet, sobre todos aquellos vinculados a la investigación, que pueden ser motores de cadenas productivas con alto impacto social.
Así, universidades como la de La Habana han experimentado una evolución en cuanto al uso de la red de redes, mientras que algunas de sus facultades (como la de Comunicación) actualizaron asignaturas relacionadas con la informática, de manera que los estudiantes aprovecharan mejor el nuevo entorno y que la exigencia de incorporar las nuevas tecnologías en la formación no se quedara en el simple hecho de confeccionar una presentación para ser proyectada o escribir un informe usando Microsoft Word. Proyectos de relevancia para la sociedad han surgido de allí, como de la Universidad de las Ciencias Informáticas. Basta mencionar, de esta última, Apklis, una tienda de aplicaciones en dominio cubano; juegos realizados en conjunto, como las versiones de La Neurona; y, más recientemente, toDus, enfocado en la mensajería instantánea y la transferencia de archivos pequeños.
Otro de los organismos estatales que ha sido potenciado es el Ministerio de Educación. Cinesoft, empresa subordinada a este, ha desplegado el portal Cubaeduca, con el propósito de convertirlo en un verdadero repositorio de las materias impartidas en los niveles primario, secundario y preuniversitario, incluso con actividades prácticas en pos de la preparación de los estudiantes para sus exámenes de cambio de nivel.
Dentro de los ministerios, el de Comunicaciones también presenta cierta ventaja, no solo en términos de conexión, sino también en el área de su autogestión. Muchas de las resoluciones emitidas por esta entidad están disponibles para su lectura online y/o descarga: una medida de peso en la búsqueda del respeto a la legalidad y el conocimiento pleno de las normas dispuestas, para evitar interpretaciones erróneas que difurcan el camino del desarrollo.
Sin embargo, todas estas acciones se ven anuladas por tres realidades existentes en los cimientos de la Política de Informatización: la apropiación real y efectiva de las tecnologías por los ciudadanos, la conectividad y, mal puesta en un segundo plano, la calidad de los servicios asociados a esta.
En la actualidad, las políticas de acercamiento tecnológico se han enfocado fundamentalmente en lo social. Es plausible que esta dimensión alcance notoriedad dadas las características de nuestro sistema político-social, pero debería acompañarse de medidas que impulsen la adquisición de dispositivos aceptables por la población. Los precios de hoy, tanto en el mercado informal como en los puntos de venta de Etecsa, dejan mucho que desear si de teléfonos inteligentes se trata. Las tabletas y las laptops son prácticamente invisibles en el mercado minorista estatal. Encima, la decisión de que la empresa surcoreana Samsung abriera una tienda en La Habana solo ha servido para que varios usuarios, además de llamarla “museo”, aprecien y prueben equipos que no comprarán ahí: resulta más barato importarlos desde otros países.
Respecto a la conectividad, es laudable que Etecsa haya ajustado su plan inicial de zonas públicas de conectividad inalámbrica y lo haya enfocado hacia los parques (recordemos que la primera zona WiFi fue, erróneamente, en La Rampa habanera, la cual continúa funcionando y agrupa aún a personas en muros, aceras y escaleras, aunque en menor número).
También es reconocible el ascenso de la cantidad de estas zonas, que sumaban 709 en mayo último, así como la progresiva rebaja de las tarifas hasta llegar a 1 CUC (25 pesos cubanos) por hora de conexión, aunque aún son elevadas si tomamos en cuenta el salario mínimo y el hecho de que la comunicación mediante la tecnología, en los últimos tiempos de Cuba, ha pasado de privilegio a necesidad.
A esto agreguémosle que el servicio merece una revisión de calidad. Por solo citar un período de poco más de un mes: el 11 de agosto (2:26 am), el 24 de julio (5:24 pm), el 20 de julio (2:36 pm) y el 3 de julio (11:05 pm), el Portal de Usuario del servicio Nauta sufrió afectaciones, al punto de que no cargaba completamente la página de autenticación (aunque esto puede deberse a demasiadas personas conectadas a los hotspots) o no reconocía a los usuarios (no los dejaba entrar o, de hacerlo, no les mostraba correctamente sus datos). A la par, el correo Nauta también se vio afectado.
Dicho tema adquiere mayor importancia al estar tan cerca el lanzamiento de la navegación por Internet desde los datos móviles, servicio que tienen contratado algunos usuarios pospagos; o sea, personas jurídicas, y para lo cual se han instalado 520 radiobases de tercera generación (3G) en La Habana y las cabeceras provinciales del país.
Según dijo Tania Velázquez Rodríguez, Vicepresidenta de Estrategia de Negocios y Tecnología de Etecsa en la Mesa Redonda del martes 22 de mayo de este año, estaban creadas las condiciones técnicas “para dar un servicio de calidad y con seguridad”.
Sin embargo, una resolución de la presidenta ejecutiva de Etecsa a la que Juventud Técnica tuvo acceso, firmada el 13 de julio, daba como plazo máximo el 31 de julio para que todos los directores territoriales dieran el “listo” para iniciar el servicio; es decir, manifestaran por escrito la cantidad de nodos previstos, la cantidad de nodos en servicio, cualquier dificultad con la infraestructura, la fuerza de venta capacitada, la creación de un Grupo de Expertos para cualquier eventualidad, la creación del Servicio de Atención a los Consumidores, la disponibilidad de los medios de promoción y de teléfonos móviles y tarjetas SIM de prueba (para comprobar el terminal del usuario y su tarjeta SIM en caso de queja; las tarjetas SIM de prueba tendrán un saldo máximo de 15 CUC) y las principales dificultades en la preparación del territorio.
A esto hay que sumarle que en un documento de la Vicepresidencia de Integración Comercial que circula junto a la mencionada resolución se reconoce que, cuando se lance el servicio, la red no será idónea para soportarlo, por lo cual se “aconsejará” a los usuarios, entre otros elementos, que apaguen los datos móviles cuando no los estén usando y que eviten actualizar aplicaciones y ver videos en alta resolución.
Es evidente que las necesidades de información y comunicación de la sociedad cubana requieren de acceso permanente a Internet a costos asequibles para quedar satisfechas, pero también resulta importante atender a la calidad de los servicios afines, sobre todo cuando estos son tan esperados.
Por supuesto, existen ciertas limitaciones que escapan de nuestras manos como país. Las restricciones financieras son reales, están allí, pero no tienen por qué relacionarse en absoluto con la comunicación a los ciudadanos, a los usuarios, al pueblo, mucho menos en un área tan centralizada como son hoy las telecomunicaciones cubanas. Borrar una mala imagen, después de crear expectativas, es diez veces más difícil que construir una buena. Todo parece indicar que lo comprobaremos una vez más. Ya casi.