Cuba: rutas de una pandemia

Juventud Técnica
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12 min readMay 29, 2020

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Dayana Rodríguez explica que desarrollan estudios de probabilidad, vulnerabilidad y riesgo para conocer las áreas de mayor afectación

Por Osvaldo Pupo Gutiérrez/Fotos: cortesía de los entrevistados

¡Ni atrevimiento, ni intromisión! Los geógrafos también pueden ser médicos, a su manera. Y aunque no es lo suficientemente conocida, existe una especialidad asociada a la medicina dentro de la ciencia que estudia la superficie terrestre.

Desde los años 80 del siglo XX, cuando los primeros expertos se incorporaron al sistema de salud en Cuba, la aplicación de los conocimientos geográficos en la vigilancia sanitaria contribuye a avizorar dónde pueden aparecer brotes de enfermedades con mayor probabilidad y a reducir los casos.

Sin embargo, el vínculo entre esos dos saberes no es tan reciente, pues el doctor Carlos Juan Finlay Barrés también incluyó la geografía en sus estudios para descubrir las causas y combatir la epidemia de cólera en La Habana en el siglo XIX.

En el escenario actual, la contribución de especialistas de la Facultad de Geografía de la Universidad de La Habana, del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM) y del Instituto de Geografía Tropical (IGT) como parte del grupo de científicos que asesora el enfrentamiento a la COVID-19 en el país, ejemplifican el valor de la relación entre las dos ciencias.

Geografía y salud, un punto de encuentro

La profesora y especialista en salud ambiental del INHEM, Liliam Cuéllar Luna, definió la geografía de la salud, en un artículo publicado en la Revista cubana de Higiene y Epidemiología, como “la rama que se ocupa del estudio de los efectos del medio ambiente en la salud de las personas, la distribución geográfica de las enfermedades, además del estudio de los factores influyentes en su propagación”.

Según aseveró la autora principal del texto “Desarrollo de la geografía médica o de la salud en Cuba”, esa ciencia facilita la representación y el análisis espacial de informaciones procedentes de diversas fuentes de manera sucinta y clara. Además, su aplicación permite garantizar la accesibilidad a la atención sanitaria y la distribución de los recursos hacia las zonas más necesitadas.

Francisco Cutié, vicedirector del IGT, considera que la geografía de la salud es poco conocida.

Por su parte, el vicedirector científico del Instituto de Geografía Tropical, perteneciente al Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente, Francisco Cutié Rizo, explicó que la salud humana es el resultado de complejas y dinámicas interacciones entre factores sociales, económicos y ambientales, por tanto, las ciencias médicas incursionan en aspectos geográficos y ambientales.

“Cada vez más las fronteras entre disciplinas como la epidemiología y la geografía de la salud se diluyen para lograr un mejor entendimiento del estado de salud de la población. Esto ha propiciado que, en ocasiones, los aportes geográficos a la salud queden reflejados como importantes resultados de la medicina”, expuso el experto del IGT.

Francisco Cutié también recalcó que las posibilidades de publicación en revistas internacionales de alto impacto son mayores en las de ciencias médicas, por ende, estas acogen más estudios sobre geografía de la salud.

“En consecuencia, la integración entre las ciencias médicas y geográficas es una de las principales causas del poco conocimiento de la población sobre la existencia de esta rama, enfocada en la aparición, incidencia, propagación y formas de prevención de las enfermedades”, argumentó el vicedirector.

Infografía: Dary Steyners

¿Cómo ubicar las enfermedades?

“Los mapas crean una diferenciación territorial, por tanto, facilitan la toma de decisiones y la planificación. Las autoridades pueden actuar con mayor eficacia, destinar recursos a un lugar en específico, realizar pruebas, organizar pesquisas en áreas afectadas, entre otras medidas”, aseguró el profesor de la Facultad de Geografía, Alejandro Veranes Miranda.

El docente comentó que en la actualidad las representaciones cartográficas del comportamiento de las enfermedades, sus causas y proyecciones son realizadas en herramientas informáticas destinadas al análisis espacial: los sistemas de información geográfica (SIG).

La Facultad de Geografía identificó en todo el país la población más vulnerable ante la COVID-19

“Los SIG agilizan el proceso de obtención e interpretación de los resultados. Sin embargo, para que sean útiles los mapas resultantes debe tenerse en cuenta varios factores, entre ellos, la selección de los métodos de representación cartográfica de fácil entendimiento por el público general”, aclaró el vicedirector científico del IGT.

Francisco Cutié expresó, además, que los SIG contribuyen a la precisión en la ubicación de los datos, debido a su capacidad de almacenamiento y análisis, lo cual mejora, a su vez, el procesamiento de la información. Según dijo, estos softwares también son empleados por otras ciencias.

“Entre los SIG utilizados en Cuba están el ArcGIS y el QGIS (software libre). Para confeccionar los mapas, importamos la información y la ubicamos en el espacio, de acuerdo al objetivo de estudio. Como resultado se facilitan las observaciones del comportamiento de una enfermedad u otra situación sanitaria”, declaró Veranes.

Sobre el empleo de esos programas informáticos en el área sanitaria, las profesoras de la Universidad Central de Las Villas, Mercedes de los Ángeles Rodríguez Rodríguez y Milagros Alegret Rodríguez, refirieron, en su artículo Los sistemas de información geográfica: una herramienta para la estratificación en salud, que los SIG son cada vez más necesarios para el manejo de bases de datos, la superposición de mapas y el análisis de la situación de salud de un espacio dado”.

Aportes desde la academia

Desde el mes de marzo, estudiantes y profesores de la Facultad de Geografía analizan la vulnerabilidad de la población al coronavirus

Para apoyar a las autoridades sanitarias del país y contribuir a que sus decisiones sean más efectivas, profesores y estudiantes de la Facultad de Geografía realizan desde marzo análisis espaciales de la población vulnerable a la COVID-19. Los mapas y las investigaciones resultantes contribuirán a la edición de un atlas sobre el desarrollo de la pandemia en Cuba, un material de consulta para futuros eventos epidemiológicos.

Ese proyecto está integrado por los doctores en ciencias geográficas Nancy de las Mercedes Pérez Rodríguez, Ricardo Remond Noa, Juan Manuel Fernández Lorenzo y Vivian Oviedo Álvarez; los licenciados Antonio Torres Reyes y Alejandro Veranes Miranda; los estudiantes de quinto año Alder Luis León Brito y Carlos Tovar Morffi, así como la especialista del Instituto de Geografía Tropical, Diana de la Garma García.

Alejandro Veranes (derecha) junto a la decana Nancy Pérez (al centro) y el profesor Antonio Torres Reyes

“A partir de la experiencia acumulada en temas relacionados con la geografía de la salud, nos propusimos realizar la investigación, estructurada en tres dimensiones: estudios de grupos de riesgo (adultos mayores con patologías de base), áreas vulnerables y ubicación de los casos positivos”, explicó la doctora Nancy Pérez, decana de la facultad.

La directiva confirmó que, en la primera fase, dedicada a identificar a las personas con 60 años o más con enfermedades crónicas no transmisibles (hipertensión arterial, diabetes mellitus, cardiopatía isquémica, asma bronquial, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer), la representación cartográfica se realizó para todo el país.

Además, precisó: “en las provincias Villa Clara, Santi Spíritus, Ciego de Ávila, Santiago de Cuba y La Habana también fue analizada cada área de salud”. En la capital, el trabajo de la facultad comenzó por el municipio Plaza de la Revolución, debido a la cantidad de casos reportados en esa localidad. Allí los especialistas validaron la metodología de trabajo de conjunto con las autoridades del Consejo de Defensa Municipal.

“Tras comprobar la eficacia de los métodos empleados, en la segunda etapa identificamos en La Habana las áreas de salud más vulnerables a la transmisión del virus, de un total de 62, para conformar un mapa síntesis con la densidad poblacional, los centros donde ocurren aglomeraciones de personas, el hacinamiento poblacional y la presencia de barrios con condiciones precarias”, declaró la decana.

Otro de los aportes de la facultad fue ubicar las zonas donde pueden aparecer casos del nuevo coronavirus en La Habana

Pérez Rodríguez comentó que, a partir de la información diaria emitida por el Ministerio de Salud Pública (casos confirmados, cantidad de días con casos positivos, tasas de incidencia por cada 100 mil habitantes, así como el número y porcentaje de pacientes asintomáticos), el estudiante de quinto año Carlos Tovar Morffi elabora mapas resúmenes.

Adicionalmente, la facultad confeccionó un modelo de densidad de casos positivos que representan las áreas de mayor concentración en la capital, lo cual ha permitido identificar zonas donde es más factible aplicar los test diagnósticos y las pruebas PCR de manera masiva, así como intensificar las pesquisas.

Seguirle las “pistas” a la epidemia

Ángel Miguel Germán (primero a la izquierda) es uno de los geógrafos del IPK que integra el centro de dirección del MINSAP

En el centro de dirección del MINSAP laboran por estos días de enfrentamiento a la covid-19 dos jóvenes geógrafos del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, junto con otros profesionales de diferentes instituciones. Dayana Rodríguez Velázquez, especialista en ensayo físico, químico y mecánico, y Ángel Miguel Germán Almeida, aspirante a investigador del Centro de Investigaciones, Diagnóstico y Referencia del IPK, integran el equipo liderado por el doctor Lorenzo Somarriba López, director del Sistema de Vigilancia en Salud.

Ángel Miguel Germán relató que, con anterioridad a la llegada a Cuba de los turistas italianos contagiados con el coronavirus, el grupo de expertos ya analizaba la situación de los países con mayor número de casos como China, Italia y España. Tras ese suceso, inició también el seguimiento en tiempo real del comportamiento de la epidemia en el país.

“Mantenemos contacto con los geógrafos de los departamentos de Vigilancia de cada provincia, quienes monitorean la situación epidemiológica en sus territorios. Con la información enviada por ellos y algunos mapas de la facultad realizamos una georreferenciación (técnica de posicionamiento espacial). Además, estratificamos las localidades por tasas de incidencia de la enfermedad”, expuso el especialista.

En tanto, su colega Dayana Rodríguez aseguró que también desarrollan estudios de probabilidad, vulnerabilidad y riesgo para determinar las áreas de mayor o menor afectación. “Entre los métodos empleados para obtener los resultados está el análisis de puntos calientes (zonas de mayor concentración de casos), así como los estudios de heterogeneidad y vulnerabilidad espacial”, dijo.

Según afirmó la geógrafa, esa información contribuye al entendimiento por parte de las autoridades sanitarias y la dirección del país de la evolución de la enfermedad en Cuba y el resto del mundo. Asimismo, permite adoptar y rectificar decisiones relacionadas con la disposición de los recursos humanos y materiales.

Tanto Dayana Rodríguez como Ángel Miguel Germán tienen tres años de experiencia en el campo de la geografía de la salud. Sin embargo, con anterioridad a su participación en el centro de dirección del MINSAP, ya habían colaborado en proyectos nacionales e internacionales relacionados con las arbovirosis. Además, trabajan en investigaciones asociadas con la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud sobre enfermedades como la tuberculosis, con bajo nivel de incidencia en Cuba, pero con indicadores muy superiores en la región.

No solo en tiempo de pandemia

El Instituto de Geografía Tropical, centro pionero en la aplicación de la geografía de la salud en Cuba, ha realizado alrededor de 15 estudios municipales vinculados con el Programa de Desarrollo de la montaña (Plan Turquino — Manatí) para contribuir al perfeccionamiento del sistema de atención de salud en esos territorios.

A esa institución del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente le corresponde la autoría de varios mapas de geografía médica, publicados en el Nuevo Atlas Nacional de Cuba (1989). Además, han desarrollado investigaciones sobre las aguas minero medicinales en Cuba, así como las implicaciones de la contaminación electromagnética y sonora.

“En el ámbito del enfrentamiento a la COVID-19, el instituto ha participado en reuniones del Grupo de Trabajo Temporal del gobierno cubano, donde hemos expresado nuestra opinión sobre el comportamiento de la enfermedad. Además, especialistas de la institución colaboran con ese grupo de expertos y con la Facultad de Geografía”, confirmó el vicedirector del IGT, Francisco Cutié.

También dijo que geógrafos de ese centro contribuyen con sus valoraciones a la adopción de metodologías de análisis para incrementar la eficacia de la gestión de riesgo en la fase recuperativa. Otro de los aportes es el apoyo a la confección de mapas sobre la evolución diaria de la enfermedad.

Impulsar la rama médica

“A la geografía no se le sitúa en el lugar correcto, a pesar de su importancia. Muchos solo la asocian a la educación. Sin embargo, el análisis geoespacial es útil para estudiar cualquier fenómeno en la superficie terrestre. Los mapas confeccionados para el enfrentamiento a la COVID-19 en el país evidencian el valor de esta ciencia en la adopción de decisiones y para la planificación”, destacó el profesor Alejandro Veranes.

Veranes asegura que el uso de los mapas facilita la toma de decisiones y la planificación

El joven geógrafo resaltó que un primer resultado de la experiencia de la facultad es la adquisición de conocimientos sobre la geografía médica, la cual no había sido estudiada en los últimos años con tanta profundidad por el colectivo docente. Además, aseguró que la aplicación de los conocimientos geográficos para frenar al coronavirus puede derivar en la realización de trabajos de posgrado.

“Cuba cuenta hoy con un panorama favorable para el desarrollo de la geografía de la salud. El enfrentamiento a la actual pandemia demuestra que contamos con geógrafos capaces de aportar sus saberes para una mejor interpretación de los indicadores geoespaciales y el seguimiento de las medidas de control sanitario. Sin embargo, es necesario compartir todas las experiencias adquiridas con el fin de fortalecer e incrementar el valor de los resultados de la geografía médica en el control de epidemias”, expuso el vicedirector científico del IGT, Francisco Cutié.

En tal sentido, el especialista del IPK, Ángel Miguel Germán, consideró que sería oportuno conformar una red nacional de geógrafos vinculados a la salud para intercambiar conocimientos y discutir problemas, con vistas a ser más proactivos. También lamentó el desconocimiento sobre el papel de los especialistas en geografía en algunos centros de salud.

“Tenemos muchos retos, entre ellos, incorporar más jóvenes a esta rama y lograr el reconocimiento de nuestra labor, principalmente en la base, donde aún no ocurre y generalmente, es solapada con otras funciones relacionadas con la sociología o la informática”, reflexionó Germán Almeida.

A pesar de los obstáculos a vencer, la geografía de la salud, por estos días de enfrentamiento a la mayor pandemia de las últimas décadas, ha resultado un apoyo crucial. El esfuerzo de jóvenes y consagrados de esa especialidad para “adelantarse” al contagio del SARS-CoV-2 es loable. Y, sin lugar a dudas, cuando se quiera reseñar la historia de estos meses de ciencia y conciencia también habrá que recurrir a los mapas.

Geografía de la salud en Cuba, ¿un asunto reciente?

La prensa periódica de fines del siglo XVIII publicó algunos escritos relacionados con la influencia del clima tropical sobre determinadas enfermedades, los cuales constituyen, a decir de la investigadora Liliam Cuéllar Luna, primeros indicios de la geografía de la salud en Cuba.

En el artículo de la profesora, citado con anterioridad, fue referenciada la incursión del médico cubano Tomás Romay y Chacón en el terreno de la geografía cuando estudió la fiebre amarilla. Asimismo, la autora señaló a Carlos Juan Finlay Barrés como otro de los científicos vinculados a los conocimientos geográficos, por demostrar la asociación que existía entre la difusión de la epidemia de cólera de 1868 en la barriada capitalina del Cerro con las características de esa zona urbana y su vinculación con la Zanja Real, principal fuente de abasto de agua.

Otros textos publicados en el siglo XIX como “Sobre el influjo de los climas cálidos y principalmente de La Habana en la estación del calor”, de José Fernández de Madrid; “Memorias sobre la topografía médica de La Habana y sus alrededores”, de Marcial Dupierris y “Topografía médica de la isla de Cuba”, de Ramón Piña y Peñuelas, también reflejan la aplicación de la geografía.

Luisa Íñiguez Rojas

Sin embargo, la doctora en ciencias geográficas Luisa Íñiguez Rojas, una autoridad en la rama vinculada a la salud, aseguró que esa especialidad cobró auge en el país en 1988, cuando, como parte de uno de los programas de cooperación del Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” con la URSS, fue invitada la doctora en Medicina y Geografía Natalia Petrovna Darchenkova, del Instituto Maksimovich de Moscú.

“En sus visitas al país la experta rusa impartió cursos teóricos y prácticos e impulsó la aplicación del conocimiento geográfico en el área sanitaria. Además, coordinó con la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública que los geógrafos entrenados por ella estudiaran la meningitis meningocócica para identificar los espacios prioritarios con el fin de iniciar la vacunación contra esa enfermedad”, explicó Lucía Íñiguez.

Los resultados exitosos de ese estudio nosogeográfico abrieron nuevas oportunidades para los especialistas, según dijo la también docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Tras la incorporación de los expertos en geografía en el sector de la salud, son varias las afecciones donde han intervenido, entre ellas, la leptospirosis, la lepra, la tuberculosis, el dengue y la neuritis. El rol de los geógrafos fue vital para disminuir la incidencia de esta última, cuya epidemia de grandes proporciones en el periodo 1992–1993 causó unos 55 mil enfermos

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