Amapola y Adormidera: análisis de la representación de flores en obras de arte

Kaiqui Macaulay
KAIQUI MACAULAY
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15 min readDec 13, 2019

Simbología y ornamento en "Retrato de niña en un paisaje" de Carlos Luis de Ribera y Fieve, "Florero con cuadriga vista de perfil" de Tomás Hiepes y "La Virgen del Prado" de Rafael Sanzio*

Amapolas y Adormideras destacadas en obras de Tomás Hiepes, Carlos Luis de Ribera y Fieve y Rafael Sanzio

LAS FLORES EN LA HISTORIA DEL ARTE

La ausencia de una figura humana en la pintura de flores y bodegones contribuyó para que la historiografía considerase este tipo de composición un ejercicio menor en relación a otros temas representados a lo largo de la Historia del arte considerando que esta tradición se dió en un contexto de expansión del pensamiento antropocéntrico.

Las flores y otros elementos vegetales ya estaban presentes en representaciones artísticas del mundo antiguo, sin embargo, en el siglo XVII casi que de manera simultánea, tres pintores en Europa difundieron un modelo de composición que marcaría la tradición artística llegando hasta la actualidad. Sánchez Cotán (1560–1627) en España, Jan Brueghel (1568–1625) en Flandes y Caravaggio (1573–1610) en Italia desarrollaron un modelo de composición que representaba flores, frutas, vegetales, animales y objetos como tema autónomo y libre de simbolismos dando lugar al estilo denominado naturaleza muerta o bodegón.

En un primer momento la pintura de flores y bodegones estuvo dedicada a la ornamentación de hogares lo que dificulta el acceso a una gran parte de estas obras que actualmente se encuentran en colecciones privadas. Las que pertenecen a instituciones públicas son, en muchos casos, obras fundamentales de la producción pictórica de un artista. Además, muchas mujeres pintoras se dedicaban a la pintura de flores, puesto que la formación limitada que ellas tenían acceso no les permitía desarrollar otros estilos como la pintura histórica, los retratos u otros temas que tuvieron más protagonismo en la historiografía artística.

Valencia tenía una particularidad en relación a otras ciudades españolas que influyó en el desarrollo de la pintura de flores, llegando incluso a la creación de una escuela de pintura de flores. En 1778 se creó la Sala de Flores y Ornatos en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, con el objetivo de fomentar la formación de especialistas en el diseño de flores y ornatos para la industria de la seda que en esta época era el motor económico de la ciudad, debido al alto coste de importación de los diseños textiles. Sorprendentemente, la sala de flores tuvo una proyección mayor de lo que se esperaba, esta originó un elenco de Maestros de Flores, que se dedicaron a la pintura de flores y bodegones, repercutiendo en el destaque que obtuvo este estilo pictórico en los siglos XVIII y XIX y consecuentemente justipreciar este estilo pictórico a nivel nacional.

AMAPOLA Papaver Rhoeas L.

Amapola Papaver Rhoeas L., 1887, Franz Eugen Köhler

Una de las plantas medicinales y comestibles más antiguas, la amapola es originaria del mediterráneo oriental y creen que se expandió por Europa y por el resto de países mediterráneos a partir de la exportación de cereales que empezaron hace cerca de ocho mil años. Las civilizaciones egipcia, griega y romana comían las hojas de la planta como verdura y utilizaban los pétalos y las semillas como medicina.

Es una planta anual y puede llegar a medir 50 cm de altura. Los tallos son erectos y tienen pocas ramificaciones, las hojas son muy dentadas en las extremidades y contienen una nervadura central. La flor tiene un color rojo intenso, formato esférico, dos sépalos, cuatro pétalos y miden entorno a los 5 o 6 cm de diámetro. El fruto es una cápsula unilocular que contiene muchas semillas y así como su ciclo anual simultáneo al cultivo de cereales han generado una serie de simbologías sobre esta especie, sobre todo relacionándola con la fertilidad.

Los griegos atribuyeron la amapola a Deméter (Ceres en la mitología romana) la diosa de la fertilidad y de la agricultura, pues creían que la presencia de las flores en los campos de trigo significaba una buena cosecha. Además, las numerosas semillas del fruto también influyó en la vinculación de la amapola con la fertilidad.

En la actualidad la amapola sigue presente en el imaginario popular de algunas culturas, como por ejemplo la inglesa. El 11 de noviembre se celebra “el día de la amapola” o “día del recuerdo” en el cual las personas llevan un broche en formato de amapola en homenaje a los caídos de la Primera Guerra Mundial que terminó el 11 de noviembre de 1918. Esta tradición viene de un poema que escribió el teniente coronel John McCrae, intitulado In Flanders Fields, que sensibilizado con la pérdida de sus compañeros, dedicó este poema a ellos describiendo un campo de amapolas que había crecido sobre el cementerio de los soldados.

El museo estadounidense Wadsworth Atheneum ubicado en la ciudad de Hartford, Connecticut, mantenía desde hace 60 años en su pinacoteca el lienzo “Vase with poppies” que tuvo su autoría cuestionada en los años 90, pero la carencia de herramientas no les permitió averiguar la autoría del cuadro. Sin embargo, en marzo de 2019 investigadores del Museo Van Gogh en Amsterdam confirmaron con la ayuda de un rayo x digital que la obra fue pintada por el pintor holandés en 1886 en sus primeros meses en París y que corresponde al estilo de flores pintadas por el artista en el mismo periodo, además del esbozo de un retrato que el rayo x detectó abajo de la obra finalizada.

ADORMIDERA Papaver Somniferum L.

Adormidera Papaver Somniferum L., 1887, Franz Eugen Köhler

La adormidera por su vez es una planta que no se conoce su origen con seguridad, aunque se cree que es una creación del hombre a partir de la selección de una especie autóctona de la cuenca mediterránea, la Papaver Setigerum. Rafael García Mahíques, en su tesis la describe de la siguiente manera:

La adormidera es una planta anual que, nacida en otoño, si el invierno no mata la joven plantita, o en primavera, florece y dura todo el verano. Es una planta muy ornamen­tal. Su tallo puede alcanzar una altura de hasta metro y medio, y es hueco, fistuloso, con hojas grandes de un verde glauco, sin rabillo y abrazando el tallo por su base. Las flores son también grandes, con cuatro pétalos blancos, ro­sados, violados, etc., negruzcos en su base. El fruto es grueso, una capsula ovoidal, con una corona, bajo la cual se abren unos agujeros por los que escapan las semillas que no quedan depositadas en la base de la cápsula. Se cria en jar­dines, cultivada, en todo el continente euroasiático. La Península Ibérica tiene un clima muy apto para su desarro­llo. Se cultiva a gran escala en Asia Menor y Persia.

La similitud entre las dos especies (Rhoeas y Somniferum) ha generado una serie de representaciones y interpretaciones ambiguas sobre las flores lo que ha contribuido para que ambas tuvieran la misma simbología en algunas civilizaciones y fueran atribuidas a las mismas divinidades. Entretanto, las propiedades estupefacientes de los alcaloides presentes en la adormidera han sobresalido y esta especie ha sido vinculada mayoritariamente con el sueño, la embriaguez, el olvido y finalmente con el opio, que se supone ya en el antiguo Egipto se producía y sigue en la actualidad.

Las propiedades medicinales de las planta en la antigüedad solía ser una atribución a partir de la similitud entre alguna parte de la planta con un órgano del cuerpo humano. En el caso de la adormidera algunas poblaciones la recomendaban contra las migrañas debido a la similitud de la cápsula con una cabeza.

La amapola fue considerada un atributo de la diosa Deméter o Ceres gracias a la presencia de la flor en los trigales, sin embargo, hay varias versiones del mito que relacionan la diosa con la adormidera debido a sus propiedades alucinógenas. La versión más difundida cuenta que Hades se enamoró de Perséfone la hija de Démeter y pidió el consentimiento de Zeus para que la joven pudiera vivir con él en el submundo, ante la respuesta ambigua del dios que le contestó que no daría ni negaría su consentimiento Hades raptó Perséfone. Deméter desolada por el rapto de su hija comía las hojas de adormidera para que las sustancias alucinógenas de la planta aliviaran el dolor causado por el desaparecimiento de su hija. Otras versiones cuentan que Perséfone estaba en un campo de adormideras en el momento del rapto.

CARLOS LUIS DE RIBERA Y FIEVE — RETRATO DE NIÑA EN UN PAISAJE, 1847

Retrato de niña en un paisaje, 1847, Carlos Luis de Ribera y Fieve, Óleo sobre lienzo, 116 x 95 cm, Museo del Prado

Carlos Luis de Ribera y Fieve (1815–1891) fue un pintor español primogénito del pintor Juan Antonio de Ribera (1779–1860). El artista tuvo una carrera exitosa. A los quince años ganó una primera medalla en un concurso en la Academia de San Fernando en Madrid por su cuadro Vasco Núñez de Balboa. Siguió estudiando en París y también estuvo como pensionado en la Academia de España en Roma. Fue nombrado pintor honorario de cámara de la reina Isabel II en 1846. Desarrolló su carrera juntamente con el pintor Federico de Madrazo que fue su grande amigo, pero que al final se convirtió en su mayor enemigo. Pasó a la historia conocido como un grande retratista, sin embargo realizó obras grandiosas en otras técnicas como la bóveda del salón de sesiones del Congreso de los Diputados y también la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, ambas al fresco.

La obra en cuestión, Retrato de niña en un paisaje, es una figura del romanticismo español y se destaca sobre todo por el dibujo preciso y por el brillante cromatismo. El personaje retratado no se ha identificado lo que dificulta establecer un simbolismo con los elementos vegetales representados. La presencia de la amapola (Papaver Rhoeas L.) abajo, a derecha, no cobra ningún protagonismo a simple vista, pero se destaca en comparación con las otras especies representadas. Tratándose de una especie silvestre podríamos decir que la presencia de la amapola es simplemente de carácter ornamental, dado que podría encontrarse fácilmente en el paisaje que el pintor eligió para la composición. Es importante destacar el detallismo con el cual se representó la flor, las hojas y otros elementos que componen la especie como la cápsula que todavía no abrió y la nervadura central de las hojas. Además, el pintor reproduce la flor desde distintos puntos de vista, en una de ellas se puede ver el interior de los pétalos y en la otra que está hacia abajo se ve el exterior y una tercera flor que está abriendo.

TOMÁS HIEPES — FLORERO CON CUADRIGA VISTA DE PERFIL, 1643

Florero con cuadriga vista de perfil, 1643, Tomás Hiepes, Óleo sobre lienzo, 115 x 86 cm, Museo del Prado

Tomás Hiepes (ca. 1600–1674) es el bodegonista más destacado de la pintura barroca valenciana. Se conoce muy poco sobre su vida, aunque se sabe que creció en Valencia. Sus cuadros más tempranos están fechados en 1642 y las obras más tardías en 1674, año de su muerte. Fuentes documentales comprueban que en mediados de 1620 su estilo pictórico ya estaba consolidado como detalla María José López Terrada en su artículo dedicado a la obra del pintor:

Las noticias biográficas y documentales que hoy se conocen han permitido determinar que Yepes fue un hombre integrado en la vida local, con una posición económica saneada, en estrecho contacto con los artistas valencianos de la época, conocedor del arte castellano, en especial del toledano, y relacionado posiblemente con el mundo cortesano.

La obra de Tomás Hiepes (o Yepes, como el artista firmaba sus obras anteriores al año 1649), según estudios recientes sobre las obras del artista, refleja la Valencia del siglo XVII en la cual el artista desarrolló su estilo. Además, sus composiciones eran bastante variadas incluyendo frutas, flores, vegetales, animales y cerámicas. El ángulo que predomina en la mayoría de sus obras que es ligeramente alto, los fondos neutros y uniformes y la iluminación intensa mostran que el artista conocía el estilo de pintura de bodegones que se estaba produciendo en la misma época en Madrid y Toledo.

En cuanto a la obra, Florero con cuadriga vista de perfil, se puede afirmar que corresponde al estilo más característico del artista. Este cuadro tiene una “pareja” que también está en el Museo del Prado y se intitula Florero con cuadriga vista de frente, del mismo año. Esta composición es una poco más tímida, quizás por que hay menos especies de flores representadas o por la ausencia del girasol que llama tanto la atención en el otro cuadro. En la obra analizada se ha identificado 26 especies distintas de flores, entre las cuales están dos amapolas y dos adormideras. En general tanto la amapola como la adormidera fueron consideradas flores nocturnas debido a su relación con el sueño, el olvido entre otras simbologías derivadas de las sustancias alucinógenas que la planta produce y por lo tanto la antítesis del girasol, teniendo en cuenta que el contraste entre el día y la noche implicaba bondad y maldad. En algunas obras artistas utilizaron las amapolas o adormideras y el girasol como metáfora del bien y del mal, aunque esta es una simbología que no se aplica a esta obra, la presencia del girasol nos remite a esta idea.

Finalmente, es importante destacar la técnica detallista utilizada por el artista en esta obra. Las flores son representadas con bastante fidelidad, además el artista opta por posicionar las flores de maneras variadas de manera que se puede desarrollar distintas formas de representación de las flores que aparecen de espaldas en algunos casos y no solamente son representadas hacia el espectador, comprobando la preocupación del artista en construir una composición realista.

RAFAEL SANZIO — LA VIRGEN DEL PRADO, 1506

Madonna im Grünen (Virgen del prado), 1505–1506, Rafael Sanzio, Óleo sobre madera, 113 x 88,5 cm, Kunsthistorisches Museum Viena

Raffaello Sanzio (1483–1520) es uno de los más destacados pintores italianos del alto renacimiento. Era un niño prodigio, a los 25 años ya pintaba profesionalmente y de hecho realizó una de las pinturas más importantes de su vida en esta época en las Estancias Vaticanas, donde se encuentra uno de sus frescos más conocidos, La escuela de Atenas. Rafael (como se conoce popularmente) también era arquitecto y poeta, trabajó para los principales mecenas de su época los Papas Julio II y León X. En 1504 se estableció en Florencia donde conoció a Miguel Ángel y Leonardo, en este período recibió muchos encargos y su taller creció llegando a ser uno de los más conocidos del renacimiento. En 1514 fue nombrado arquitecto del nuevo San Pedro de Roma sustituyendo a Bramante que había fallecido.

En cuanto a la obra en cuestión, esta corresponde al periodo florentino del pintor y también se conoce como Virgen con el niño y San Juan. El lienzo fue realizado para la Capilla de los Novicios ubicada en la Iglesia de San Marcos en Florencia. El tipo iconográfico “virgen con niño” fue interpretado por muchos pintores renacentistas y la composición es bastante característica de Rafael, los colores, el rojo destacado bajo el manto azul y la disposición de los personajes retratados. El encuentro de los dos niños ha sido mencionado en la literatura devocional toscana desde finales del siglo XIII. La presencia de la amapola a la derecha de la virgen ha sido interpretada como un símbolo de la pasión. En otros casos han justificado su presencia como mero complemento ornamental que hace contrapunto con el vestido de la virgen.

Sin embargo, la tradición cristiana ha mantenido un mito en relación a la amapola y a la adormidera en el cual tanto la forma de cruz de su peristilo como el color rojo de la flor, que había sido manchada por la sangre de Cristo, han suscitado una simbología que relacione estas flores con la pasión de Cristo. Además, en la simbología religiosa la presencia de estas flores en los trigales hace alusión a la Eucaristía donde el trigo representa el cuerpo de Cristo y las flores su sangre.

Aunque esta simbología generalista de la amapola no está claramente justificada en el lienzo podría estar presente en la composición como un anuncio o simplemente como un elemento que tendría su simbología asimilada por la sociedad y por eso el autor optó por añadirla.

CONCLUSIONES

Las flores han estado presente en la Historia del arte desde la antigüedad, de distintas maneras, ocupando posiciones variadas, sea con alguna simbología implícita, netamente como un elemento ornamental o como protagonista de la composición en el caso de las naturalezas muertas. Las tres obras analizadas fueron elegidas con el objetivo de ilustrar estas posibilidades aunque en ninguna de ellas la amapola y la adormidera representan la simbología más general que fue atribuida a estas flores a lo largo de la historia como la fertilidad, el sueño, la embriaguez, etc.

Sin embargo, la ausencia de simbología refleja la complejidad que supone investigar estos temas, puesto que cada cultura atribuye diferentes simbologías a un mismo elemento vegetal que también varía en determinados periodos de la historia, lo que dificulta llegar a conclusiones exactas cuando uno se propone a investigar estos temas. Además, el carácter secundario que el elemento vegetal ocupaba en composiciones del periodo clásico daba al artista libertad para representar estos elementos y muchas veces se han representado sin ninguna fidelidad con la planta original.

Por otro lado la presencia de una flor, una fruta y incluso de un paisaje de fondo en una obra nos puede aportar informaciones fundamentales sobre un cuadro o sobre el artista, lugares que puede haber conocido, la estación del año, influencias y incluso puede ser un criterio de identificación del artista que suelen representar estos elementos de manera particular.

En cuanto a las obras analizadas se puede afirmar que la presencia de las flores no es imprescindible, en algunos casos más que otros, pero son elementos fundamentales en la construcción del discurso compositivo que transmiten. En el lienzo de Carlos Luis de Ribera y Fieve, por ejemplo, el hecho de que no se haya identificado el personaje representado desvía nuestra atención a otros elementos representados, pues estamos acostumbrados a buscar discursos coherentes y justificados en las pinturas de este periodo, consecuentemente nos deparamos con una amapola que el artista no dedica menos esfuerzo a la hora de representarla.

El florero de Tomás Hiepes es un ejemplo de cómo las flores exigen técnica para ser representadas, la obra corresponde al periodo en que el artista ya era considerado especialista en este tipo de pintura y el lienzo comprueba su maestría. Además, es importante notar que tratándose de una composición del artista las flores podrían estar todas dirigidas a la misma dirección, no obstante el autor representó las flores desde distintos puntos de vista, dirigidas hacia atrás, comprobando el trabajo de representación fidedigna que se buscaba, dado que las flores aparecen representadas tanto por la parte frontal como la parte posterior.

Finalmente en el lienzo de Rafael Sanzio nos deparamos con una obra en la cual la presencia de las flores suscita algún tipo de cuestionamiento. La manera que el artista optó por inserir la amapola genera dudas sobre la existencia de simbolismos. La flor ocupa un espacio de destaque en comparación con el restante de elementos vegetales que están mejor contextualizados en el paisaje. La amapola tiene proporciones un poco distorsionadas si tenemos en cuenta la distancia que se localiza de la composición principal, lo que significa que el artista prestó algún tipo de destaque a este elemento. La tradición cristiana es una gran promotora del simbolismo, si la presencia de la flor no se justifica por ninguna simbología que sea más específica en este tipo iconográfico podríamos afirmar que Rafael tenía una flor preferida.

*Artículo presentado como requisito de evaluación en la asignatura El Mundo Vegetal en la Pintura Europea. Desarrollo Histórico y Métodos de Estudio en el módulo Enfoques y Temas del Máster en Historia del Arte y Cultura Visual (2018–2019 Univ. de Valencia).

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Kaiqui Macaulay
KAIQUI MACAULAY

Journalist, master's degree in History of Art and Visual Culture (Universitat de València). Areas of interest: Contemporary Art | Queer | LGBTQIA+ | Fashion