UN HOMBRE EN UN BUZÓN

Gastón Belondi
Revista KM.0
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19 min readJul 11, 2020

Para aquellos que no lo saben, quiero aclarar, que en el lenguaje de la cárcel “BUZÓN” se le llama a la celda de CASTIGO o AISLAMIENTO en la que se encierra a las personas privadas de su libertad, a fin de cumplir una sanción disciplinaria, ponerlo en aislamiento, o simplemente, por el capricho de la autoridad penitenciaria.

I. LA CHARLA

Necesitaba definir al buzón pero quería hacerlo solo con mis palabras, por eso fui a hablar con “Pepa”, un hombre ya grande que en el transcurrir de su vida y sus años ha pasado por varias cárceles, institutos de menores y buzones, por muchos buzones…

— Buzón ¿qué es un buzón para vos? — Le pregunté aquel día a mi amigo Pepa.

Me miró por encima de sus lentes, directamente a los ojos, apoyo sobre la mesa un libro de….(cuya lectura interrumpí) y me dijo:

-¿Vos necesitas que te dé una respuesta ahora, en este momento? Porque tenemos rato largo para hablar de esto.

Tenía razón, era un tema en el que necesitábamos tomarnos un tiempo, profundizar e incluso filosofar.

Así arranco nuestra charla con Pepa, mate de por medio, y en actitud reflexiva, se comenzaron a avivar tanto en él cómo en mí muchos recuerdos vividos en ese lugar. Recuerdos tristes, de sentimientos fuertes, de penosas emociones, y mientras lo observaba a Pepa hablar y rememorar su pasado, volvían a mi mente imágenes, sonidos y sensaciones terribles que, a pesar del tiempo que ya ha transcurrido y de que hoy se encuentran en mi naturalizados por haberlas vivido en muchas oportunidades, siguen ahí crudas, vivas e hirientes.

Gritos, golpes, ruidos desgarradores, sonidos de candados, puertas de hierro y rejas que se abren y cierran, el dolor de una paliza recién recibida, el frió del suelo, el piso mojado, tu cuerpo ahí tirado, el hambre, los olores indescriptibles pero nauseabundos, el olor a humo, el fuego, la oscuridad, las chinches criadas para verduguearte, los gritos que son por excelencia la única forma de comunicarse a través de las rejas, las paredes y las distancias que te separan de los otros “embuzonados”, del “buzonero”, o del encargado penitenciario, gritos que también utilizas como herramienta para que los agentes del Servicio dejen de darle la paliza que le están dando a otro interno.

También recordé aquel sentimiento de incertidumbre de no saber qué va a pasar con vos a partir de ahí o a donde irías a parar después de esa buzoneada… Es que, aunque muchos lo nieguen, lo disfracen o lo oculten, el “buzón” se hizo para agravarte las condiciones de vida (todavía más de lo que ya está). Para ser más específico, el buzón se hizo para castigarte y aun seguir castigándote luego de que ya lo haya hecho la vida, la sociedad, un juez.

— ¿Pero cómo llegaste a estar encerrado así en un buzón? — le pregunté a Pepa.

-Vos sabes -me dijo-. por muchas posibilidades. Porque no dejaste que alguien, ya sea un penitenciario u otro detenido, robe tu dignidad, la poca autoestima que te queda, o tus escasas pertenencias. Apareciste ahí por orgullo, por necesidad, e incluso porque estuviste de nuevo borracho o drogado. Porque era la forma que tenía a mano el penitenciario para verduguearte, para hacerte sentir una basura y que sientas el miedo, habías llegado ahí para ser verdugueado.

Así te convertís en habitante frecuente de esos lugares, capaz que por inconsciencia, o ignorancia, o por ser rebelde a los procedimientos que fueron hechos para humillarte, o individualizar, desmembrar, o matar tu personalidad. Pasas a ser habitante regular de esas celdas sucias porque al Servicio no le gusta tu cara, tu piel, tu visera (gorrita), tu corte, tú teñido de pelo, o tus aritos. Nos volvemos habitúes de esas mazmorras porque no te resignas a que tu familia sea verdugueada, desnudada, manoseada o robada por los penitenciarios que requisan en la entrada del penal cada vez que vienen a visitarte, porque conoces a tu familia y los sabes sanos e inocentes y sabes que no merecen ser castigados ni verdugueados por vos, más de lo que ya son castigados con la situación y por el amor que te tiene. O también llegas ahí porque no soportas que te quieran dar de comer comida que en realidad es mierda o porque ya no aguantaste más los dolores de tu enfermedad y la única forma de que te atienda el médico fue haciendo ruido, mucho ruido. Te haces habitué de esas celdas porque defendiste las pocas pertenencias que tanto le costaron a tu familia y que otros iguales a vos vinieron a quitarte, con permiso de la misma gorra. Frecuentas esos calabozos sucios porque no te resignas a ser parte del sistema de gente pobre que es usada por el Servicio para controlar a gente pobre a cambio de una paga con monedas de poder y centavos de algún beneficio. Llegaste ahí porque quisiste tener una faca o un celular ilegal que son ilegal porque la gorra solo les da permiso de tenerlos a los presos que colaboran con ellos. Concurrís con frecuencia a ese lugar porque no podes soportar ni los pensamientos ni la situación que estás pasando y nadie te explica como sobrellevarlos. Tal vez estas ahí porque te declaraste en huelga de hambre, que es la única forma de hacer que tengan en cuenta tu reclamo cuando los jueces, el presidente, los diputados o el servicio violaron o violan obsesiva y atrozmente tus pocos derechos. O que te presten atención cuando la policía te armo la causa por la que estas pagando injustamente.

Después de un rato de hablar de la historia de esta parte extrema de la cárcel, de pensarla y comparar sus diferentes etapas , de entender que no todos los buzones son iguales, ni en sus formas de aplicarte el castigo, ni en la forma de aislarte, ya que algunos son más viejos y lúgubres otros están llenos de sombras y habitados por espíritus tristes y sin descanso, otros fueron preparados especialmente para desterrarte y ocultarte del mundo, otros están mejor (¿o peor?) confeccionados para verduguearte y torturarte.

Pero a pesar de todas sus diferencias, coincidimos con Pepa que el buzón es siempre y en todo sus casos sinónimo de Castigo, Miedo, Depresión, Soledad, Tristeza, Tortura, Suicidio, Muerte, Locura, Aburrimiento, y Lectura. Y los nombro así con mayúscula, como si fueran personas, porque todos estos sentimientos crueles dentro del Buzón se personifican, se vuelven entidades vivas que se presentan reales en aquel lugar y en un momento dado te acorralan te atrapan y te agobian dolorosamente incluso hasta matarte.

Es verdad, puse a la LECTURA entre todos esos demonios malignos, pero no porque la lectura sea uno de los castigos que se te aplican en el Buzón, (es más, muchas veces te privan de ella para sobreverduguearte) pero creo que leer es lo único bueno que aparece en un buzón para nivelar el ánimo y hacerle frente a aquellos demonios o al menos brindarte un escape transitorio. “Leer” si es que tenés la posibilidad de tener un libro y si es que sabes leer, en aquel momento en un buzón, te ayuda a escapar de aquella pesada realidad que te está atravesando.

II. EL BUZÓN

En un Buzón las horas son interminables y las cosas que podes hacer son casi ninguna… ahí no hay patio, no hay música, no hay tele, no hay teléfono, la mayoría de las veces no hay agua ni luz eléctrica.

El mundo es de cuatro paredes, su paisaje lo componen cuatro esquinas y una escasa luz de sol. Ahí solo tenés encierro, mucho encierro, y cuando estas encerrado y sólo en un buzón, parece que más necesitas hablar, charlar y escuchar. A veces hablas incluso solo, como si fueras un loco, pero en realidad es una charla para mantener la cordura. Creo que necesitas expresarte de alguna manera, escuchar al otro en un acto de solidaridad e intercambio, en un acto de ida y vuelta, lo haces para escuchar y que te escuchen, lo haces para socializar y distraerte, lo haces para desahogarte, también por aburrimiento, para entretenerte, y para no sentirte tan solo y agobiado. Pero lo que más me convence es que en esos momentos hablas y hablas — a veces gritando- para callar tus pensamientos y tus sentimientos. Hablar, en esos momentos, es una herramienta de lucha inconsciente, pero no herramienta para ser usada en contra de los demás, sino para no dejar que los pensamientos tiranos y la situación que te toca se conviertan en sentimientos. Es una forma de lucha para no dejar que lo que pensás se te meta en la piel y te la haga escamas, para no permitir que esos malos pensamientos se hagan carne, y mucho menos dejar que se conviertan en lágrimas, es para no dejar que te hagan raíz ni en el cuerpo ni el alma, porque si lo hacen te lastiman como aguijones por dentro y duelen y te marcan mucho, no solo duelen en el momento también te van a doler en el tiempo si se quedan ahí agarrados. Por eso hablas y hablas para no sentir esa realidad que te rodea, que te angustia y te impregna como la humedad densa, realidad que hace fuerza para internarse en vos, castigarte por dentro, aislarte, herirte y reprimirte para siempre y que eso te duela más que los golpes que recién te dieron.

Y por eso hablas tanto. A veces hablas con el pibe que está castigado en una de las celdas cercanas a la tuya, muchas veces no podes ver su cara y, tal vez, nunca vas a conocer la cara, solo vas a conocerle la voz. Su tono, la fuerza, la agudeza o la gravedad de su hablar te dirá mucho de él. Quizás algún día, lo reconocerás por su voz en un pabellón, o en un camión cuando vas al juzgado o te sacan de traslado, o en una leonera, en algún colegio, o capaz de nuevo en un buzón, porque ninguno de nosotros queda libre nunca de pasar o volver a pasar por ese encierro agravado, extremista y verdugo que es el Buzón. Tal vez te vas a encontrar de nuevo con aquella voz en un buzón, porque somos muchos los que nos encontramos con frecuencia por esos lugares. Y de nuevo no nos veremos las caras pero podremos conversar y escuchar nuestras voces y nuestros gritos, nos perderemos los gestos y las expresiones, también quedaran encerradas dentro de las paredes y las gruesas puertas de aquella jaula. Hablaremos de nuevo sobre la familia, la visita, las pibas, los compañeros, los amigos y los enemigos. Nos contaremos sobre como extrañamos a nuestros hijos, como nuestras madres o mujeres nos siguen bancando a pesar de las malas que estamos pasando, contaremos como alguna “traidora” nos dejó “tirados” en el momento en el que más la necesitábamos. Volveremos, con las palabras y el pensamiento a pasear un rato por el barrio o estaremos parados en la esquina o en un pasillo de la villa con la vagancia, tomando una cerveza. Recordaremos a los tranzas y a la calidad de las drogas que nos vendían y que tanto nos gustaría tener en este momento para escaparnos de la realidad. Contaremos de puñaladas , de robos, o de algún problema que tuvimos en algún pabellón, criticaremos a los buchones que trabajan para la yuta, nos contaremos los bajones, la bronca y la impotencia que sentimos por haber sido golpeados, lastimados, o por haber perdido las pertenencias al salir del pabellón -porque la yuta u otros presos, se quedaron con tu ropa, tus zapatillas, tu bolso de visita y encima te pegaron y te lastimaron, y todo por las cosas… Jurarás venganza contra aquellos que decían ser tus amigos, o tu “rancho” y que te traicionaron dejándote sólo cuando intentabas defenderte o defender lo poco que tenías. Hablarás y hablarás muchas veces, te inventarás, en algún momento, un personaje que será tu coraza de defensa para defenderte de los demás, porque en la cárcel no se te permite ser débil, dócil, o inocente, y todo eso ello te llevará a crearte una historia, un hecho, o alguna novia, todo eso lo repetirás tantas veces que en algún momento también vos mismo te lo creerás, te terminaras viendo y siendo como ese personaje que se adapta a lo que los demás quieren que seas y que vos, para sobrevivir, necesitas ser.

Pero la verdad es que no podes estar todo el día hablando y en el momento en que dejas de hablar te quedaste sólo, de vuelta sólo y en el silencio del buzón lo único que te queda es pensar…, pensar … y pensar… Pensás en todas las cosas que te pasaron y que te están pasando. En el lugar horrible, y obscuro en el que estas metido. Y en esa tristeza de tu soledad recordás a tu familia, a su amor y en ese abrazo que tanto te hace falta que te den en ese momento de fracaso, miedo y tristeza. Y entre muchas cosas te empezás a preguntar ¿cómo llegue hasta acá?… ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué perdí tanto? ¿Cuándo dejaste de ser ese nene que alguna vez se desveló esperando a los Reyes Magos, aquellos que muchas veces te dejaron llorando por que no habían llegado a traerte un regalo? ¿Cuándo dejaste de ser ese niño inocente que se levantaba ansioso a la mañana temprano para cobrar la recompensa que el ratón te dejaba a cambio de tus dientes? ¿Cuándo habías dejado de ser ese niño que lloraba desconsolado y pedía tener un papá que lo proteja? ¿Qué paso con aquel nene que dormía acurrucado tierno y seguro en el pecho de mamá? ¿Cómo pasaste de ser ese niño casi adolescente que soñaba con una profesión a ser un adolescente-semi hombre repudiado, castigado, y encerrado como a un animal?… ¿Qué, cómo, o quién me habían convertido en esto?… ¿Por qué merecía sufrir esta situación?

En la soledad y la depresión, empezás a buscar respuestas tanto en la superficie como en lo profundo de tu ser, de tu historia y de tu pasado, y te encontrás ahí con personas que de niño te rodearon, con visiones que de chico no querías ver ni vivir pero sin embargo estaban ahí para ser tu realidad del día a día y para marcar tu personalidad para siempre.

¿Me habrá hecho así la pobreza de mi villa? Me preguntaba ¿o, tal vez, la violencia que veía a mi alrededor? ¿Influyeron los tiros que sonaban por todos lados? ¿Tenían que ver con esto la falta que me hizo mi papá cuando era un niño? ¿Habrán tenido que ver la falta de comida en casa? ¿O aquellas noches en que mamá nos hacía chupar carbón con azúcar y tomar mate cocido para calmar nuestra hambre y diciéndonos que el menú era rico pero que, con mi enano (hermano), sabíamos en silencio que esa era la cena porque no había nada para comer? ¿Tenían algo que ver ese equipo de gimnasia o esas zapatillas que miraba en las vidrieras, cuando era niño, y que tanto creí necesitar, para sentirme querido, admirado, valorado y respetado y que en mi pobreza jamás me hubiera podido comprar? ¿O el de lujo de las casas, la ropa y los juguetes que veía en donde mamá trabajaba limpiando? ¿Habrán tenido que ver la desigualdad que observaba y sentía en la calle cuando salía a vender? ¿O las diferencias entre nuestro rancho en la villa y las casas que miraba despampanado por su ostentación y que tras sus puertas estaban habitadas, muchas veces, por personas que luego de que tocáramos su timbre para vender algún producto, nos miraban por la mirilla y solían llamar a la policía para que venga a encerrarnos o, como mínimo, echarnos de su barrio? ¿Habrán tenido que ver los golpes, las humillaciones y los robos que recibías de aquellos policías cuando te llevaban a la comisaria o cuando entraban a tu villa? ¿habrán influido las drogas que me vendía la vecina o el vecino? ¿En qué momento empecé a creer que robar estaba bien porque me podía comer un sándwich, comprarme una zapatilla, o el último equipo de gimnasia, y esto, además, me permitía tener amigos y tal vez una novia? ¿En qué momento decidiste armarte para defender a los tuyos y a vos mismo o atacar a otros? ¿Habré sido víctima de alguna brujería o maleficio que deparo la pobreza, el sufrimiento y la cárcel para mi vida? ¿Por qué fallaron los santos-demonios que me protegían? o ¿en qué promesa les habré fallado? ¿Cuál fue el momento en que apareció aquella justicia, desconocida, ausente, extraña y severa para decirme a garrotazos y a tiros que todo aquello que había aprendido y estaba practicando estaba mal? ¿Era verdad lo que decía aquella psicóloga sobre que no importa la edad ni de donde vengamos somos cien por ciento responsables de lo que nos pasa en la vida? ¿O era más cierto que ningún niño nace chorro? ¿Tan malas decisiones habría tomado?

Muchas veces aquellas respuestas van más allá de tu propio ser e incluso de tu propia historia y se comienzan a dibujar desde las más reales, lógicas y razonables, a las más espirituales y supersticiosas. Respuestas que tocan todo tu pasado y el de los tuyos, y que incluso toca tu propia alma.

Todas ellas van llegando de a gotas en forma de imágenes y palabras que se hacen sentimientos y lágrimas, Porque ahí unido únicamente a tu soledad y sin la coraza del fuerte, llorar te está permitido, y este es un permitido que en algún momento no desaprovechas y te lo tomas y lloras mar de lágrimas porque en el buzón hasta el más fuerte llora.

Y si… Un papá que hizo mucha falta. El hambre, la violencia y las necesidades habían estado presentes para determinarte y formarte aunque lo nieguen. Ese pasado te había marcado. Un pasado de pobreza, de miseria, de frio: la falta de zapatillas o la campera se habían convertido, en algún momento, en una necesidad insoportable. Las drogas habían hecho mucho daño y te habrían llevado a hacer cosas que no querías hacer, también te habían quitado el miedo y la vergüenza para hacerlas y te dieron el coraje de ser quien, en ese momento, debías ser. El vecino vendiéndote drogas para explotarte y a la vez sobrevivir. La violencia que hizo estragos. La policía que entra al barrio muy violenta y pega, hiere, secuestra y mata o simplemente levanta los cuerpos y se va, se va así nomás, dejando más fantasmas de muerte y de violencia que los que ya había; también tus vecinos son violentos, tu familia es violenta, los niños son violentos. ¿Y por qué la gente de mi barrio y la villa son violentas? Porque el hambre, las drogas, el alcohol, la falta de educación, las necesidades, las frustraciones y las faltas de oportunidades que padecen son violentas.

También los médicos y los maestros son violentos por tu condición de pobre, villero y morocho; tus amigos necesariamente armados, se encuentran listos para ataque o para defensa, en si para subsistir, no importa cuál sea el costo, vivir, matar, o morir ¿qué más da? La muerte a la vuelta de la esquina es posible y natural. Ahí morir de un balazo es una muerte natural, accidentarte con una bala en el cuerpo es natural. De esa forma la vida no vale nada, ni la tuya, tampoco la de los demás. Por eso solo el día a día importa, cada uno impone su ley y la hace respetar con fuerza, y violencia, porque la yuta solo está para “recaudar”. Les importa solo que de la villa no salgas, nada más. Rodean el barrio como a un gueto para dejarte ahí encerrado, adentro podes hacer y deshacer no les importa, no se meten. También estan para que cuando vuelvas, poder sacarte algo de plata.

Vender en la calle o el colectivo no fue buena opción. La policía te pega o te encierra te saca la plata o la mercadería, los vecinos denuncian porque creen que un niño pobre tocando un timbre es peligroso. “Tenés que estar en la escuela” te dicen, como si fuera fácil con el hambre y la necesidad, pero en sus mentes tu hambre y tu necesidad son ficción. Creen en su imaginación que ello no existe porque no lo viven, no lo conocen, no lo sufren y no la pasaron. Pero eso en el cuerpo, todo eso, cuando lo vivís te transforma, te convierte.

En una escena de los recuerdos apareces vos ya armado y tus amigos, conocidos o vecinos que matan y mueren, van desapareciendo, la muerte o la cárcel (que son muy parecidas) hacen su trabajo eficazmente por eso a la cárcel en la villa se la llama tumba, un cementerio de personas vivas. La cárcel y la muerte son una realidad posible e inmediata en la vida de un niño pobre. ¡¡¡¡Uno menos!!! gritan los periodistas y lo escriben en sus diarios festejando como si ese menos no fuera hijo, no fuera hermano, no fuera padre o incluso no fuera un niño. Y ese menos, es al que nosotros lloramos.

También reconoces en aquel momento, haber tomado malas decisiones, malas decisiones que te hicieron hacer daño a otros y además te costaron años de tu vida e incluso se hicieron tu propia ruina. Muchas de esas decisiones las habías tomado con la mente nublada por las drogas, las desesperaciones, o el alcohol. Y esas malas decisiones, mas tus vicios y tus supuestas “verdades” aprendidas te hicieron arrastrar a tu familia al infierno y al sufrimiento. Tus pecados los pagaban junto con vos quienes no habían tenido la culpa. Tus familiares, quienes no merecían llorar, lloraban, se retorcían y pagaban con su dolor, solo por amarte.

También les habías hecho mal a tus victimas desconocidas. Victimas que tuvieron la desgracia de cruzarte ese día en el camino cuando estabas convertido en una mezcla de perro hambriento y gato negro y aquel día los mordiste y les arruinaste la suerte. Victimas con las que ya consciente, algún día, te gustaría y te serviría estar en Paz. Victimas que hoy comprendo como víctimas de víctimas y a la vez de otras víctimas.

Aparecen en las respuestas, además, aquel juez que se auto proclamo semidiós, y juega a serlo. Juez Inhumano, formado en el totalitarismo más aberrante de la historia; que aplica “Justicia” justa a quien pueda pagarla, y que aplica una pena no solo por tus actos sino también porque naciste pobre.

También está un fiscal que solo quiere hacer de tu cuerpo una estadística que le sirva para su ascenso y para no perder su puesto, aun a costa de tu vida, tu libertad, tu inocencia, tu futuro y tu dignidad y la de tu familia. Aparecen los policías corruptos que lucran con una chapa y el poder con el cual oprimen a los que menos tienen, policías que te roban, te arman causas fraguando pruebas, y así se hacen el día haciendo ese trabajo. Se presentan en las respuestas, también, abogados ¿defensores? Que con un vocabulario admirable y términos inentendibles que, en tu ignorancia, te vislumbran. Abogados que, por un par de monedas, con mentiras, desidia e ineficacia juraron –mintiendo- defenderte.

Lo peor es que cuando todas esas respuestas aparecen estando adentro de un buzón, te duelen tanto, que en tu mente empezás a imaginar que una sábana es una corbata, ves en un cordón la posibilidad de que se transforme en una magnifica corbata, o crees ver en un tallón una excelente corbata, corbata que quisieras lucir ajustada en tu cuello y que haga juego con tu cara ya pálida y sin aire. Y en ese momento de pensamiento y necesaria acción te sentís cobarde, cobarde porque querés que esa corbata termine ya con tu sufrimiento y que te ayude a escapar de tantos problemas que, en realidad, deberías enfrentar, y también te sentís cobarde porque tenés miedo de que esa corbata acabe en minutos con tu historia y tu respirar y te querés quedar en el mundo a jugar una mano más, aunque ello signifique seguir renegando y sufriendo como siempre. También te quedas por miedo a no saber que podes encontrar más allá o porque no querés imaginar a tu familia llorando. Y muchas veces, después de que saliste del buzón, te consideras valiente porque te quedaste a seguirla peleando, pero también consideras valiente a aquel que decidió terminar con esta horrible vida.

III. UN LIBRO EN UN BUZON

Pero, como dije, en el buzón si tenés la posibilidad y sabes leer, lees… lees y te escapas por un rato de esos pensamientos que te agobian, huis de esos problemas y la incertidumbre que te aqueja.

-Yo leí por primera vez en la vida una biblia en un buzón -me dice Pepa- pero no es que fuera cristiano, es que el libro cuando llegue estaba ahí y yo estaba tan aburrido que me puse a leer y ese fue mi primer encuentro con un libro y no deje de leer más.

Hoy Pepa es universitario.

Es que los otros que estuvieron antes que vos en la celda hacen eso, cuando salen del buzón dejan en él, entre otras cosas, los libros o revistas que tenían, si es que tenían… es solidaridad y conciencia, pienso yo, dejan algo para que al que venga después, la buzoneada, le sea más suave.

Es así que a muchos de nosotros el primer encuentro con el hábito de la lectura se dio en un buzón, costumbre que la mayoría de nosotros no pudo, ni quiere dejar más. Y empezamos así a leer, por aburrimiento, para que pase el tiempo y sin querer mientras lees te escapas… si te escapas con tu mente, tu imaginación, y en tus pensamientos de aquella celda sucia, olorienta, y fría … mientras tu cuerpo está encerrado ahí en esa celda, sin agua, con el inodoro tapado, y solo con la luz que filtra por las rejas, tu mente vuela hacia donde te lleva la lectura y de repente apareces en escenarios del mundo y en historias de las cuales jamás hubieras imaginado participar, llegas con tu mente a lugares que en tu pobreza jamás hubieras podido visitar. Con la lectura empezás a entender de ciencia, de historia, de política, de religión, de revoluciones y ¿porque no? De chimentos… y eso te transforma, transforma tu forma de pensar, de ver la vida de vivirla y de actuar.

Y así reflexionando sobre un buzón con Pepa entendimos que lo único bueno que pudimos sacar de haber pisado un buzón, es la LECTURA, el haber comenzado a leer, y además seguir leyendo porque después el buzón no sirve, nunca sirvió ni soluciono nada. No hay menos violencia porque exista el buzón, al contrario el buzón es violencia, aberrante y cruda violencia… y la lectura es una defensa y escapatoria de tanta violenciaOjalá algún día, mas de mis iguales, tengan la posibilidad de leer, eso cambiaría muchas cosas.

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Gastón Belondi
Revista KM.0

Estudiante de Derecho (UNLP) privado de la libertad.