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Ana Pérez, presidenta del sindicato de suplementeros N°2 de Santiago: La lucha de una quiosquera para no ser olvidada

De jugar un rol histórico en la entrega de la prensa, hoy más de 4.000 suplementeros/as en Chile luchan para reinventarse en el oficio. Desde el gremio acusan desprotección de los gobiernos locales y centrales; la falta de lectura impresa y la deshumanización del oficio. Una quiosquera que se resiste a despedir su oficio cuenta su historia.

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Ana Pérez –vestida de chaqueta café– en su kiosco / Imagen: @ana_suplementera

Por: José Arriagada M. (@_jose.tomas_)

Edición: Martina Adasme R. (@adasmemartina)

⏰9 minutos de lectura

“Por favor no orine en mi lugar de trabajo”. Eso se lee en un sticker pegado en las puertas metálicas color verde de un kiosco en la Avenida Nueva Providencia 2094, a dos cuadras hacia el norte de la estación de metro Pedro de Valdivia. Su dueña, Ana Pérez Olivares (55), con los audífonos del celular en las orejas, se apura en abrirlo.

Son las nueve y media de la mañana.

No está escuchando música: está inmersa en uno de los tantos llamados telefónicos que tiene al día. Es la presidenta del sindicato de suplementeros N°2 de Santiago — organización gremial que agrupa a todos los quiosqueros de todas las comunas de Santiago, con más de 700 asociados y que tiene 88 años de historia — y, en este momento, habla con la secretaria de la directiva.

Pérez es algo así como la voz fuerte de un oficio que reúne en el país a 4.000 trabajadores y que parece estar quedando en el olvido. Los suplementeros pasaron de jugar un rol histórico en la entrega de la prensa a convertirse principalmente en vendedores de confites.

En su kiosco, Ana tiene varios “Condorito” colgando en el frontis de la estructura y ofrece Bon o Bon y cuchuflis acomodados en canastos que ordena religiosamente cada día al abrir su lugar de trabajo. No son más de cinco los ejemplares de diario que se aprecian en el lugar.

La precariedad en su oficio es algo a lo que también debe enfrentarse: “Nunca se ha tomado en cuenta el tema que nosotros trabajamos sin baño”, cuenta Ana. La falta de servicios higiénicos públicos de fácil acceso ha significado consecuencias graves para el gremio: “Tenemos muchos socios que terminan conectados a una máquina de diálisis, porque han aguantado su sistema urinario toda la vida y eso produce insuficiencia renal”, dice la suplementera.

Pese a los $300 pesos que Ana paga en el mall cerca de su kiosco para ir al baño, la reinvención hoy es un motivo para no dejar de dar la pelea. Por lo mismo, lleva cinco años como presidenta del sindicato luchando para que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio declare el oficio de suplementero y suplementera “patrimonio cultural inmaterial”.

En 2008, Chile se suscribió a la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. El organismo define este tipo de patrimonio cultural como “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas […] que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”.

Para Ana Pérez, la relevancia del nombramiento es que “siendo patrimonio, los gobiernos locales y centrales van a tener que resguardar nuestro oficio. Sin embargo, ahora para las municipalidades nosotros somos permisionarios precarios. Ellos otorgan o retiran el permiso cuando estiman conveniente […] no tenemos ninguna fuerza, ninguna ley y no tenemos a nadie que proteja nuestro oficio”.

–“Les ganaremos por ser monos porfiados”

Hace poco más de un año, el 30 de agosto de 2022, el Comité Asesor en Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile dependiente del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, compuesto por cinco personas del ámbito cultural — desde el guitarronero Fidel Améstica hasta la poetisa mapuche María Isabel Lara Millapan — revisó la solicitud del gremio para ser declarados patrimonio vivo. Pero rechazaron la petición porque no cumple con los estándares de la Unesco para que una agrupación sea declarada patrimonio vivo.

En el acta oficial de la sesión donde se revisó la solicitud de los suplementeros, el Comité Asesor se rigió por los criterios de vigencia (sobre sus usos contemporáneos); naturaleza colectiva (el elemento se identifica con un grupo social y lo transmite); pertinencia (genera identidad en su comunidad) y responsabilidad. En tres criterios presentaron objeciones y solamente hubo consenso en el criterio de responsabilidad, que establece que el objeto de análisis no debe atentar contra los DD.HH de las personas ni tampoco del medio ambiente.

Parte de los argumentos de los asesores sobre la negativa, fueron que “(los suplementeros) dicen sentir que son una tradición, pero ese sentimiento requiere convertirse en una certeza. Reconocerse como patrimonio cultural inmaterial implica transmisión de saberes y prácticas, empoderamiento de su propia memoria y una voz clara que dé cuenta de ese mundo. Por ejemplo, no tenemos acceso a un registro, ni oral ni escrito, de pregones actuales y antiguos. Necesario es preguntarse y contarse como comunidad quiénes fueron y son los padres y abuelos de esa comunidad”, dice en el registro.

El académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y sociólogo de la misma casa de estudios, Jorge Larenas, interesado en cómo las actuaciones del Estado influyen en los territorios urbanos, sostiene que en Chile hay una “concepción más objetual” a la hora de pensar el patrimonio, pero “el patrimonio no solo tiene que ver con una concepción museográfica, sino que también con una dimensión más vital (viva)”.

Respecto a la lucha de los suplementeros para no ser olvidados, el académico cree que de ser declarados patrimonio vivo “deberían generarse condiciones no solo en términos simbólicos”.

A lo que agrega: “Las posibilidades de generar mecanismos de apoyo pueden resultar más factibles entendiendo que hay sindicatos y organizaciones que pueden interpelar al Estado, y a otros, en generar condiciones para precisamente preservar el oficio”.

Según la presidenta del sindicato, la historia del rubro debería ser un factor tomado en cuenta por el Comité Asesor. Ella es suplementera “de toda la vida, desde mis ancestros, porque mi bisabuela, mi abuelo, mi papá y después nosotros (hijos), trabajamos siempre en kioscos”, cuenta Ana.

Incluso el kiosco de su actual pareja, Víctor Peña (62), está al frente del suyo, cruzando la avenida Nueva Providencia. Él percibe que Ana “es una persona luchadora por su gremio, esto lo lleva en su sangre […] los suplementeros tenemos un gran apoyo en ella, porque ella ha dejado los pies en la calle por nuestro gremio a nivel nacional, no tan solo a nivel de Providencia. Es una mujer luchadora”.

Víctor agrega que el padre de Ana ha sido un motor para ella en su lucha por resistir. Él fue dirigente sindical, por eso Ana hoy atesora “las fotos y los papeles sindicales, que de ahí ella también ha estudiado, ha sacado todo eso en limpio”, dice el suplementero.

El académico Jorge Larenas también menciona que los kioscos no son solo parte de una actividad comercial: “La función, más allá del comercio, que está asociada a un kiosco de diarios, es un espacio de encuentro”, donde antiguamente “se transformaba en un espacio de socialización bien importante para los vecinos y esa función […] sigue operando, sigue siendo un lugar de encuentro”.

Para no perder ese espacio de encuentro, la presidenta del sindicato indica que — por segunda vez — van a apelar la negativa del Comité Asesor del Ministerio de Cultura para ser declarados patrimonio vivo. Ana Pérez dice que “soy súper apasionada con lo que hago. Y soy súper peleadora con lo que hago. Soy catete y estoy ahí, entonces si tengo que volver a hacerlo una, dos, tres, cuatro veces, lo voy a hacer”. A lo que agrega: “Lo voy a hacer porque detrás mío tengo a 800 personas con su fe puesta en mí”.

Su hijo Cristián Cortés (32), que a veces la ayuda en el kiosco, corrobora esa convicción. Su madre “se esfuerza más de lo que ella puede dar y lo hace todo bien, aunque su carácter es fuerte, pero siento que es su forma de ser, es su esencia, y la hace ser una mamá increíble, una presidenta increíble en su cargo y acá en el negocio también”, cuenta el joven.

— ”Tenemos que reinventarnos”

El oficio de suplementero por esencia tenía la función de hacer llegar los diarios a la audiencia. Pero hoy se enfrentan a un mundo digitalizado en el que internet ha arrasado con los periódicos impresos. Algo que no es nuevo, pero que progresivamente va calando en la existencia del oficio, y por eso resisten.

La encuesta Cadem de enero de 2022 sobre el uso de redes y medios sociales, indica que de la muestra encuestada, un 5% dice informarse todos los días mediante diarios impresos nacionales versus un 58% que lo hace diariamente en Whatsapp; siguiéndole Facebook (49%) e Instagram (47%).

La llamada telefónica de la mañana con la secretaria de la directiva tiene que ver con la lucha para no ser olvidados: Ana está coordinando una capacitación en tecnología dirigida por el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec), entidad dependiente del Ministerio de Economía dedicada a fortalecer la capacidad de gestión y desarrollo de negocios para pequeñas empresas y emprendedores.

Al ser un oficio mayoritariamente ejercido por la tercera edad, el internet es una tarea difícil: Hoy no estar en internet es simplemente no existir entre las personas. Por eso “conseguimos una capacitación de Sercotec en manejo de redes sociales para todos los suplementeros, porque hay gente que no se maneja en las redes […] (la actividad es) para que puedan incrementar la tecnología dentro de su kiosco, que es algo que llegó y que se va a quedar”, dice la presidenta del sindicato.

A lo que agrega: “Tenemos que sensibilizar a los socios sobre esta actividad porque es una actividad de crecimiento personal”.

Hoy las redes sociales no son ajenas para Ana Pérez. Es más: accedió a este reportaje mediante su cuenta personal de Instagram (@ana_suplementera). En su biografía se presenta al mundo virtual como “Suplementera de corazón” y agrega “Por ti y para ti papito. Luchadora hasta el fin”.

Sus publicaciones de Instagram confirman su pasión por el oficio: en la mayoría se ven las reuniones que Ana sostiene como líder del sindicato con autoridades municipales y gubernamentales para que sepan de las preocupaciones del gremio. Pero no todo es trabajo; otras imágenes también muestran el amor que le tiene a sus hijos, tal como los collages que les dedica virtualmente con cariño cuando están de cumpleaños.

Parte de la lucha de Pérez ha sido incorporar nuevos servicios en su kiosco. “¿Tiene para pagar cuenta?” es lo que le preguntan harto. Antes no tenía sistema, pero hoy sí: “Puse Caja Vecina, (donde) pago las cuentas con tarjeta de débito Banco Estado, hago recargas de celular, hago transferencias, tengo pago código QR, tengo la ‘Compra Aquí’ […] tenemos que reinventarnos”.

Por eso Ana dice que en su kiosco tiene “lo que el cliente me pide”. Lo que es parte de encontrar un nuevo lugar como suplementera en la ciudad.

Cristián, su hijo, mira con optimismo la lucha de su madre para resistir al olvido, porque “ella transmite seguridad, tiene una voz de mando que es fundamental en cualquier líder. Para poder liderar tienes que tener eso, carácter […] Yo creo que mi vieja sí lo va a lograr (existir en el oficio). Por el esfuerzo que pone, la pasión y la dedicación. Yo creo que esas cosas van pavimentando un camino”.

Esa dedicación tiene un origen. El hijo de Ana cuenta que “mi abuelo en la parte sindical era muy parecido a mi mamá. Casi la misma visión, tanto en tema de trabajo por el sindicato como por sus colegas y por donde él quería llevar a los suplementeros […] Tienen la misma visión de trabajar a un nivel alto, entregar tanto por lo que ellos aman”.

Jorge Pérez se llamaba el ex suplementero de toda la vida. El kiosco en el que trabajaba, en la calle Orrego Luco en Providencia, ahora lo sostiene la hermana de Ana. Con un tono melancólico, a Ana Pérez le llega un recuerdo a la mente: “Mi papá antes de morir me dijo que yo fuera dirigente sindical y que tratara de perpetuar el trabajo que él hizo por toda la vida, así que me dejó la mochila”.

José Arriagada es estudiante de cuarto año de Periodismo en la FCOM-UC (@fcomuc). Previamente, ha publicado reportajes y crónicas en el medio universitario Kilómetro Cero. Actualmente ejerce como consejero académico de la FCOM-UC.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl