Buin: Miedo fuera de la zona cero

A excepción del Santiago más céntrico, muchas comunas en la Región Metropolitana han vuelto a la normalidad a tres años del estallido. Pero Buin no es el caso. Los locatarios de Balmaceda, su calle más comercial, no han podido retomar rutinas desde 2019, teniendo que adaptarse a un ambiente de inseguridad que prima en la zona desde entonces. ¿Por qué este lugar conocido por su ritmo tranquilo y vida rural no ha podido superar su angustia?

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7 min readNov 15, 2022

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María Magdalena Ariztía @maneariztia

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Risas, gritos, familias paseando, música y vitrinas coloridas… Así recuerda Belén González las cosas antes del estallido social de 2019 en la calle Balmaceda, la principal vía de comercio que reúne a 199 locales en la comuna de Buin.

“Me gustaría volver al Buin antiguo, donde uno podía salir tranquila en las tardes, y no pasaba nada”, dice González, 26 años, estudiante de técnico en párvulos y vendedora en una pastelería de Balmaceda.

Antes del estallido, no le complicaba volver caminando a su casa después del trabajo. Sin embargo, ahora prefiere tomar un colectivo. Extraña ir a la plaza con sus amigas y quedarse conversando hasta las 21.00 horas. En cambio, prefiere volver a su casa lo más temprano posible. “A las 7 de la tarde, ya está todo cerrado. Ves las tiendas de Balmaceda con rejas y alarmas. El estallido cambió la mentalidad de las personas”, indica.

Para sus locatarios, el estallido lo cambió todo. Desde horarios de atención hasta la disposición de espacios al interior de los establecimientos. Ya casi no hay vitrinas, las tiendas fueron reforzadas con planchas de fierro y la vida del lugar termina más temprano, afectando la sensación de seguridad de las personas.

“En Buin ahora tomas medidas que antes eran impensadas para la comuna. Jamás ibas a poner cuatro candados en tu cortina”, señala Militza Cruz, quien atiende en “Tu decora” en Balmaceda. “Al ser una comuna tranquila, cuando ocurren hechos violentos, que no son frecuentes en la zona, se genera una sensación de inseguridad más allá de la realidad delictual que existe”, indica Alex Corral, jefe de la Dirección de Seguridad del municipio.

Buin está ubicada a 35 kilómetros al sur de Santiago. Es conocida por el zoológico Buin Zoo; por el arquero de la selección, Claudio Bravo, y por tradiciones campesinas, como la vendimia. Tiene una superficie de 214 km², lo que equivale a 1,39 % de la región metropolitana. Cuenta con 109.641 habitantes, según la proyección del INE para el 2020. Según las unidades económicas registradas por el Servicio de Impuestos Internos, en 2019 existían 1.534 microempresas en la comuna, lo que corresponde al 53% de la base empresarial de esta. El 38% correspondía a pequeñas empresas, y el 8% y 2% a medianas y grandes empresas respectivamente.

A excepción del Santiago más céntrico, muchas comunas en la Región Metropolitana han vuelto a la normalidad a tres años del estallido. Pero Buin no es el caso. La comuna no fue el foco de atención en 2019, ni lo es en la actualidad. El que se desarrollaran hechos violentos y manifestaciones marcó una novedad en el lugar. “Después del estallido la sensación de inseguridad de los vecinos aumentó significativamente”, indica Carolina Jara, coordinadora técnica de Seguridad Pública del municipio. Eso concuerda con las estadísticas a nivel país. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de percepción del aumento de la delincuencia en Chile en 2018 era del 76,84%, en 2019 del 82%, y en 2020 del 84,31%.

¿Pero por qué el miedo tiene todavía atrapados a los habitantes de esta comuna?

Antes del estallido, la municipalidad contaba con tres “guardias”, llamados también “orientadores vecinales”, que custodiaban desde casetas dispuestas en lugares como la Plaza de Armas de Buin y Villa el Diamante. Durante las marchas de octubre, estas fueron quemadas y, desde entonces, no han vuelto a operar como antes.

Una de las medidas municipales a raíz del 18O, fue la instalación de doce cámaras de vigilancia en el cuadrante centro de la comuna. Actualmente está en proyecto la instalación de once más. A raíz de la urgencia de seguridad, en junio de este año, el municipio creó la Dirección de Seguridad Pública, de la que dependen hoy todos los órganos que proveen algún tipo de asistencia en seguridad a la población para fortalecer su coordinación. Entre ellos, está el programa “Buin Seguro”, el cual, según Jara, se ocupa de mantener la sana convivencia entre los habitantes. A través de vigilancia presencial, patrullaje en camionetas y monitoreo por cámaras, atiende cualquier tipo de problema que altere a la comuna.

De acuerdo al Plan de Desarrollo Comunal 2021–2028, gracias a los patrullajes preventivos, en 2019 se asistió a 7.685 procedimientos, lo que corresponde a 5.740 más que en 2018.

El concejal demócrata cristiano Francisco Becerra señala que la comuna necesita de políticas públicas que aborden la seguridad ciudadana, a través de la participación de vecinos y el trabajo conjunto entre autoridades municipales, Carabineros y la fiscalía. “Hay que tratar de volver a tener confianza en el lugar donde se vive”, indica.

Para el concejal independiente Claudio Salinas el trabajo tiene que ser colectivo. “El municipio tiene que seguir haciendo su labor de la forma más eficaz posible, el Gobierno central debe dar el respaldo a Carabineros y los vecinos tienen que seguir organizados”, dice Salinas.

“Buin es mi pueblo, es mi todo”

Los comerciantes del lugar recuerdan con angustia las marchas que se producían a toda hora del día, a veces por semanas consecutivas. En Balmaceda, a la altura de la plaza de Buin, personas se reunían para protestar de forma violenta, golpeando las vitrinas y cortinas de fierro de los locales a partir de las 16.00 horas y no se detenían hasta la noche.

En 2019, en Buin quemaron una sucursal del Banco CrediChile, utilizaron las bancas del lugar para hacer barricadas, destruyeron algunos semáforos y rompieron las plantas de la calle.

“Frente a mi negocio, había una banquita donde las personas se sentaban a comer helado. A mí me gustaba instalarme ahí por las tardes, pero la destrozaron”, dice María Angélica Dinamarca, dueña de “Maka todo bebé”, un local que ofrece ropa de guagua, y que está ubicado hace 30 años en Buin.

Rancagüina de origen, Dinamarca estableció su tienda allí décadas atrás, porque quería instalarse en un lugar tranquilo, acogedor y familiar. Si antes atendía de 10.00 a 20.00 horas, hoy su horario se extiende de 11.00 a 18.00 horas. Como otros locales, también tuvo que cambiar vitrinas por cortinas de fierro y achicó la entrada del local, para tener mayor control en caso de necesitar evacuar rápidamente.

Comparando septiembre de 2019, con este año, sus ventas han bajado un 20%. “El miedo nos tiene todavía atrapados, ahora todo me lleva a querer cerrar el local”, indica. El estallido también la dejó muy sola. Una de las jóvenes que tenía contratada para atender en el local de manera part time, dejó el trabajo tras el 18O. “Quedó al punto de estar traumada, no volvió a trabajar”, indica la locataria.

Un caso similar es el de Carolina Caneleo, de 51 años, oriunda de Buin. Atiende en la peluquería “Astor” de su padre, que lleva 60 años en la zona. “Antes Buin era como una familia, todos se conocían y existía empatía”, recuerda.

Para ella el estallido fue una experiencia imborrable y no ha vuelto a trabajar de la misma forma desde entonces.

“Cuando siento las cortinas (cerrar), salgo a mirar cuántos locales quedan abiertos, por el miedo de quedarme sola y no saber qué hacer o a quién recurrir si pasa algo”, señala.

Sus ventas también se han visto impactadas: Si para agosto de 2019, semanalmente ganaba 750 mil pesos, en agosto de este año, la ganancia fue de 550 mil. El local fue fortalecido con cortinas de fierro, candados, alarmas y sensores. Caneleo destaca que la coordinación con “Buin Seguro” y los otros comerciantes, ha sido clave para aumentar la sensación de seguridad. “Desde el estallido social, cambió la actitud de la gente, nadie se siente tranquilo”, declara.

“Cuando nos piden reuniones para ver el tema de inseguridad, nosotros partimos por decirles que tienen que hacer vida en comunidad”, señala Jara, quien afirma que la percepción de seguridad aumenta en un 50% cuando los vecinos se conocen. Por eso el municipio recomienda crear grupos de vecinos en redes sociales, mostrar señales de organización y poner placas disuasivas en los establecimientos.

Con el estallido, los comerciantes de Balmaceda hicieron un grupo de WhatsApp que integra a los administradores de cada local, sus contactos de emergencia, y el número de atención al vecino de la municipalidad. Se comunican constantemente, advirtiendo la presencia de “mecheros” y personas sospechosas en el lugar. El municipio, además, está trabajando en impulsar el funcionamiento de la Cámara de Comercio de la comuna, para que fortalezca el lazo entre la municipalidad y los comerciantes.

En abril de este año, la municipalidad convocó a reunión a los comerciantes de Balmaceda, para intentar limpiar las fachadas de los locales que habían sido rayados durante la revuelta. A pesar de las dificultades que presentó el 18O para los locatarios del lugar, están decididos a tomar las medidas necesarias, con tal de permanecer en la comuna.

“Me mantengo en Buin por el cariño de la gente y el status que ha logrado mi tienda en la zona. Le tengo cariño a la comuna y estoy agradecida. Me ha brindado mi clientela, he construido mi vida acá. Con todo lo que ha pasado, he sabido cuidarme y no pienso abandonar la comuna. Buin es mi pueblo, es mi todo”, indica Dinamarca.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl