Foto gentileza de Conaf.

Con el puma en la mira

El puma es una de las 644 especies endémicas chilenas que corren peligro, sobre todo en la zona central del país. Su caza está penada por ley. Quien la infringe se expone a multas que llegan hasta los 4 millones de pesos. Sin embargo, existen quienes desafían las advertencias del Servicio Agrícola Ganadero y protegen sus animales de los felinos a punta de escopeta y perros de cacería. Aunque existen lugares en Chile donde se han recuperado ecosistemas de pumas en su totalidad, la zona central aún está al debe.

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9 min readJan 11, 2020

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Por Cristóbal Fuentes e Ignacia Ventura

Los Márquez-Urrutia son tres: Cristián, Alba y la hija de ocho años de ella, Isidora, que padece de médula anclada, un síndrome que le produce pérdida de la memoria de corto plazo, dificultades cognitivas y nulo control de esfínter. Viven juntos hace cinco años en la Puntilla, en la zona precordillerana de la región del Maule, a 40 minutos de Linares. Sus ingresos dependen de la venta de carbón, terneros y potrillos. De estas ganancias, mes a mes, un porcentaje se destina a los tratamientos de Isidora, quien viaja junto a su mamá a Talca y Santiago periódicamente para chequeos clínicos y para participar en la Teletón. Estiman en $120.000 pesos mensuales los gastos médicos de la niña.

Según Márquez, la única manera que tiene de proteger a su ganado para poder costear los gastos médicos de Isidora es matar a los pumas que amenazan su fuente de ingresos. Según el SAG, la especie endémica es una de las 644 que están en peligro de extinción en el país. Márquez admite que cada cuatro meses caza entre uno y dos ejemplares del felino más grande del país, conocido en el sector como “el león”.

Para hacerlo, salen en grupos de seis a siete hombres hacia la cordillera, donde tienen a sus animales, a 50 kilómetros de su casa. Identifican cadáveres devorados por el animal y rastrean el perímetro. Los acompañan perros sabuesos, encargados de encontrar e inmovilizar al puma, que puede pesar más de 50 kilos, para que luego sus dueños disparen las escopetas. “Cuando los pumas están arrinconados, rugen. Cuando les disparan, ni tanto”, confiesa. Los cazadores furtivos de Longaví no usan la carne ni el pelaje del animal. Lo dejan en su lugar de muerte.

Una ley que no se aplica

El Servicio Agrícola Ganadero (SAG) aborda estas situaciones mediante la Ley de Caza, que rige desde 1998 y prohíbe la caza o captura de ejemplares de la fauna silvestre catalogados como especies en peligro de extinción, vulnerables, raras, y escasamente conocidas en todo el territorio nacional.

Según Marcela Alcaíde, funcionaria de Vida Silvestre del SAG, el Servicio tiene dos maneras de fiscalizar el cumplimiento de la Ley. “La primera es mediante los inspectores de las oficinas sectoriales, que hacen rondas en los lugares donde históricamente ha habido actividad de caza”, dice. La otra forma son las denuncias que los mismos civiles realizan. “Si se descubre a alguien cazando, se debe denunciar al SAG, PDI y Carabineros inmediatamente”, advierte la bióloga del Comité Nacional Pro Defensa de la Flora y Fauna (Codeff), Yendery Cerda.

Cada vez que Márquez va a la oficina del SAG de Linares a quejarse por los ataques del felino, se le informa, a través de folletos, que la caza de pumas es ilegal. Según él, el SAG nunca ha visitado su terreno. Con tal de defender su ganado, se arriesga a pagar las multas que van desde $1.214.875 hasta $4.859.500 de pesos. Además de que le retengan el arma, podría incluso ir a prisión.

Aunque las multas son millonarias, Márquez insiste en que la caza es necesaria. Según él, en un año los pumas matan hasta a cuatro de sus animales. En el caso de ser potrillos, las pérdidas pueden alcanzar el millón de pesos por cada muerte. Calcula que en un periodo de cuatro meses el puma puede matar de 200 a 300 animales en el sector. El ganadero está convencido de que el felino caza por jugar, pues no se alimenta de todas sus presas. También revela que entre los vecinos han discutido sobre pagarle a alguien para que salga a cazar por ellos. Para solucionar este problema, Márquez espera que el SAG traslade a los felinos o que instalen cercos para que los alejen de su propiedad. “Se tiran la pelota uno a otro. Dicen que van a ir, que van a poner protección, que van a hablar con el Gobierno, pero no hacen nada”, reclama molesto.

El encargado de recursos naturales del SAG del Maule, Luis Villanueva, quien ha trabajado 23 años para la organización, reconoce que no se ha multado ni encarcelado a nadie por cazar pumas en la región en todos sus años de servicio. Villanueva confirma las quejas de los campesinos: el Servicio realiza un trabajo de difusión sobre los pumas y las multas que arriesgan por su caza, más que en intervenir el conflicto y fiscalizar. “Hay mucho desconocimiento, eso es lo que atacamos nosotros”, comenta. El profesional también admite que el SAG no tiene estudios sobre la población y distribución de pumas en la VII región. Villanueva recuerda que la última denuncia que recibió por caza de pumas fue en 1998. Lugareños dieron a conocer que encontraron cadáveres de estos felinos, pero el SAG nunca logró dar con el paradero de los cazadores.

El problema no es exclusivo en la región del Maule. El médico veterinario de la Universidad de Chile, Eduardo Pávez, trabajó durante cinco años con los pumas y su problema con las poblaciones ganaderas del sector del Valle del Cachapoal, en la región de O’Higgins. Al profesional le resulta difícil cuantificar el conflicto, porque no siempre se puede comprobar la responsabilidad del puma. La muerte del ganado puede deberse a distintos factores, ya sea por enfermedades o hasta por ataques de perros salvajes. “Como los animales viven alejados de sus dueños, llegar a ellos a caballo demora horas, incluso días. En ese tiempo, los cóndores y otros carroñeros intervienen los cuerpos y dificultan la detección de la causa de muerte”, comenta el médico veterinario.

Según Pávez, por lo general, el puma caza solo a un animal cuando se encuentra en libertad. Pero cuando están confinados en rebaños, podría matar a más. Particularmente, las hembras paridas y los cachorros son los que podrían causar mayores daños. Las hembras suelen parir de dos a cuatro crías. “Son animales solitarios y territoriales que nunca cazan en grupo”, explica Pávez. También dice que la presa predilecta del puma es el guanaco, que igualmente está en peligro de extinción en la zona centro, según el SAG. La disminución en la población de esta especie en la precordillera, según expone Pávez, provoca que el puma termine alimentándose de los animales de los ganaderos.

En el patio del puma

La crítica situación del felino en el Maule se repite en otras regiones de la zona central. La Región Metropolitana (RM) es la única que no tiene un Parque Nacional para preservar su fauna. Se trata de una área protegida por el Estado, donde coexisten distintos tipos de flora y fauna. Los parques tienen como principal objetivo el cuidado de las especies, como el puma, mediante su reproducción, preservación y estudio.

Reserva Nacional Río Cipreses, Región de O’Higgins. Foto: Conaf.

Marcia Ricci, bióloga y jefa de Sección de Conservación de Diversidad Biológica de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) en la Región de O’Higgins, es crítica ante la necesidad: “No estoy diciendo que en la RM no se necesite, sino que la región ya posee muchas áreas dedicadas especialmente a la preservación” y agrega: “Cuenta con dos Reservas Nacionales, un Monumento Natural, un Bien Nacional Protegido y diez Santuarios de la Naturaleza”.

Según la Codeff, el crecimiento urbano de la RM hacia los cerros justifica la fundación de un Parque Nacional. “Las personas se sorprenden, porque aparecen animales en los patios de las casas en Lo Barnechea, pero en verdad es uno el que está en el patio del animal”, advierte Cerda. Santiago concentra el 40% de la población del país, 7.200.000 personas. Como consecuencia se han urbanizado sectores precordilleranos, como La Dehesa, San Carlos o Lo Curro.

En 2018 murió el último de los 15 pumas que han ingresado históricamente al Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre (CRFS) de Codeff. El lugar está en el Cajón del Maipo, a 30 km de Santiago, y se encarga de atender, cuidar y devolver a su hábitat a los 120 animales que, en promedio, llegan al año con lesiones. La principal razón de arribo de los felinos más grandes de Chile es la caza ilegal. “Una vez encontramos unos cachorros de puma recién nacidos y solos, cerca de Illapel”, relata Roberto Vicens, quien trabajó durante diez años en el CRFS. “Los pumas bajan de la cordillera durante el invierno en busca de calor. La madre se acercó mucho a una parcela donde habían ovejas, seguramente buscando comida para sus crías. El dueño del lugar le disparó y dejó a los pumitas huérfanos”, cuenta.

Según la Codeff, el crecimiento urbano de la RM hacia los cerros justifica la fundación de un Parque Nacional. Foto: Conaf.

“Se nos olvida que tenemos una interacción permanente entre comunidad y fauna silvestre. Obvio que es más fácil fumigar si veo un ratón, pero no nos damos cuenta de que estamos causando un impacto tremendo. Invadimos su territorio”, asegura Betsy Pincheira, vocera del Colegio de Médicos Veterinarios de Chile. En la misma línea, Marcia Ricci concluye: “La naturaleza siempre se hace camino, haya o no un Parque Nacional. A pesar de sus restricciones, la fauna siempre existirá en lugares donde exista coherencia y tranquilidad”.

La Patagonia da el ejemplo

El Parque Nacional Patagonia, en la región de Aysén, sirve como ejemplo de la recuperación de toda una comunidad de especies, incluyendo a los animales de ganadería y a los depredadores. El veterinario y director de conservación del parque, Cristián Saucedo, cuenta que el territorio anteriormente era una estancia ganadera de 60.000 hectáreas, que contenía 30.000 ovejas y 3.500 vacas. Cuando se comenzó a idear el recinto, se retiró el ganado de algunos territorios y se cedió ese espacio a las especies nativas, como los guanacos. “Nosotros no teníamos como prioridad proteger a los pumas, sino al ecosistema completo. Eso incluye hasta la criatura más pequeña”, explica el profesional.

En 2008 el parque inició el programa de protección de pumas. Lo primero que hicieron fue monitorear a los felinos y marcarlos para conocer su desplazamiento y alimentación. Inspirados en una técnica usada por los pastores europeos para proteger a sus animales de los lobos y osos, la Fundación Tompkins Conservation donó perros gran pirineo, que pueden pesar más de 50 kilos, a los ganaderos. Los hicieron convivir desde cachorros con los animales que deben proteger. Ellos no se enfrentan a los pumas, sino que marcan el territorio y evitan que se acerquen a las ovejas.

El Parque Nacional Patagonia, en la región de Aysén, sirve como ejemplo de la recuperación de toda una comunidad de especies, incluidos los animales de los campesinos y los depredadores. Foto: Conaf

Tal como en Europa los criadores de ovejas se enfrentan a los osos y los lobos desde el primer día de la ganadería, los campesinos chilenos deben hacerlo frente al puma, el superpredador, el animal que está más alto en la cadena alimenticia dentro de su ecosistema. “Los pumas se distribuyen en toda América, desde Canadá a Magallanes. A lo largo de toda esa distribución, se generan conflictos con el hombre, principalmente con el campesino y ganadero”, asegura el veterinario Pávez.

Por su parte, desde el SAG del Maule, admiten que no han trabajado con ninguna de las técnicas que han funcionado en el Parque Patagonia. Aunque saben que el puma es una amenaza para el ganado, argumentan que no ha sido necesario intervenir en la zona precordillerana, porque los campesinos no denuncian la presencia del felino. Luis Villanueva asegura que en la región ya no hay guanacos debido a la caza, aunque ocasionalmente pueden verse en la frontera con Argentina, y confirma que el SAG no está trabajando en su conservación.

Lugares donde se encuentran los pumas mencionados en este reportaje

Sobre los autores: Cristóbal Fuentes e Ignacia Ventura son estudiantes de periodismo y escribieron este artículo como parte del Taller de Prensa. El reportaje fue editado por Cristóbal Orellana en el Taller de Edición en Prensa y Belén Castillo como editora de Km Cero.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl