Ilustración por Roberto Parra (Coves)/Km Cero.

Desorden en la fila

Este artículo expone que cinco hospitales de la Región Metropolitana tienen pacientes que reconocieron haber usado pitutos para esperar menos tiempo por una consulta o cirugía. Además, accedió al sistema de gestión de la espera del Hospital San José, identificando casos de personas que fueron sacadas arbitrariamente de la lista. Estos son los síntomas, de una enfermedad cuyo diagnóstico es la ausencia de protocolos para las filas de espera de los pacientes no GES.

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14 min readMay 17, 2019

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Por Martín Ebner y Diego Martorell

Es un mediodía de fines de octubre en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT) del Hospital San Borja Arriarán. Las salas de espera están llenas, calurosas, y mientras algunos pacientes esperan sentados por una consulta, otros se quejan por tener que hacerlo de pie. Abundan las muletas y las sillas de ruedas y sobre ellas, generalmente, se apoyan personas de la tercera edad. “¡Abran las ventanas!”, se escucha en la sala, al tiempo que aparece una enfermera. Todos la miran expectantes, ansiosos, en absoluto silencio. Grita un nombre y nadie responde, nadie se para. Ahora insiste, con más fuerza, y por fin un anciano se levanta con dificultad de su silla. El resto de los pacientes, decepcionados, vuelve a bajar la cabeza.

Muchos de ellos aguardan hace años por una atención. “Si no conoces a nadie en el hospital o no tienes contactos, no te atienden nunca”, reclama Gerardo Olivares, paciente de 55 años con artrosis en ambas caderas y que lleva cerca de 36 meses en espera por una cirugía.

Para esta investigación fueron visitados 12 hospitales de alta complejidad que ofrecen atenciones en más de una especialidad de la Región Metropolitana. En cinco de ellos detectó casos de alteración al orden de las listas de espera por pitutos: pacientes de los hospitales San Borja Arriarán, San Juan de Dios, Del Salvador, Barros Luco y La Florida reconocieron haber utilizado influencias a través de familiares o conocidos para esperar menos tiempo por una consulta o una cirugía.

Teodolinda Reyes, de 70 años, recuerda que a mediados de 2017 le dolía frecuentemente el pecho. Generalmente le pasaba cuando caminaba mucho por el centro de Santiago o hacía esfuerzos físicos, y se le ocurrió ir lo antes posible al consultorio, a ver si luego la derivaban a un especialista. “Pero la vuelta es taaaan larga, es todo taaaan lento”, reclama. Entonces se acordó de su sobrina, que trabajaba en el San Borja Arriarán y conocía a las recepcionistas del mesón de la consulta de Cardiología.

“Arreglaron entre las chiquillas, le avisaron al doctor y listo”, relata.

Reyes explica que no pasó por consultorio ni listas de espera y se sentó aliviada en la sala de espera del San Borja, el hospital base del Servicio de Salud Metropolitano Central, que debe ofrecer consultas de especialidad sólo a través de la derivación desde consultorios y otros establecimientos de la red. En cinco minutos, el médico la examinó y llegó a la conclusión de que lo suyo era una arritmia normal para la tercera edad.

Gracias a su pituto, Reyes se demoró solo una semana en ver al médico, a diferencia de las cerca de 30 mil personas del país que esperaban desde hace más de siete meses por una consulta en Cardiología, según datos del Ministerio de Salud (Minsal) a diciembre de 2017. Estos pacientes representaban el 58% del total en espera por una atención en esta especialidad.

GES o no GES

Las 80 patologías GES son las más graves y frecuentes en la población, que requieren atención inmediata. En la lista están, por ejemplo, los cánceres, diabetes, cardiopatías y enfermedades traumatológicas comunes como la artrosis de cadera, en caso de que la persona sea mayor a 65 años y tenga problemas motores graves.

Un paciente no GES puede tener desde varices hasta cataratas, el tabique desviado o caries en las muelas. “No son enfermedades urgentes, pero a través de los años se vuelven molestas y afectan mucho la calidad de vida de las personas”, explica Soledad Martínez, académica del Instituto de Salud Pública de la Universidad de Chile.

Esta investigación encontró casos de alteración a las listas de espera por pitutos, tanto en pacientes con Garantías Explícitas en Salud (GES) como en personas sin ellas (no GES). En los hospitales, los pacientes se priorizan según el tipo de enfermedad que tienen y su gravedad: se atiende primero a las urgencias, luego a las enfermedades GES y, finalmente, a las no GES.

De acuerdo a Hernán Bustamante, encargado de la Unidad de la Gestión de la Demanda del Hospital Padre Hurtado, del total de 417 camas que existen en el hospital, entre un 70% y 80% es ocupado por personas que vienen desde urgencias, entre un 10% y 15% es destinado a las patologías GES, y lo restante es para no GES. Asegura que esta distribución se repite en la mayoría de los hospitales de alta complejidad del país.

Por ser la tercera prioridad, las patologías no GES son las que tienen las listas de espera más numerosas. Según datos del Minsal en marzo de 2018, cerca de 800 mil personas esperaban por una consulta con un médico especialista o una cirugía, sólo en la Región Metropolitana. Mientras tanto, la cantidad total de atenciones GES retrasadas en la misma región era de cinco mil.

Según información del Minsal, el promedio de espera de pacientes no GES en la Región Metropolitana es de 435 días para Consulta de Nueva Especialidad (CNE) y de 424 días para Intervención Quirúrgica (IQ). Por su parte, la media de retraso de las atenciones GES es de 82 días.

Las etapas del proceso de espera son las mismas para las enfermedades GES y no GES. El paciente tiene que ir a su consultorio, donde se determina si debe ser derivado a un especialista de algún hospital de mayor complejidad. En caso de que así sea, se realiza una Solicitud de Interconsulta (SIC) que, una vez aprobada, registra a la persona en la lista de espera para CNE.

Infografía por Diego Martorell y Martín Ebner.

Martín Cruz es el cofundador de Sáltala, una aplicación móvil que trabaja con hospitales de la Región Metropolitana para reducir las listas de espera y filas ambulatorias. Según él, es urgente modernizar el proceso de las SIC: “En la mayoría de los hospitales todo se hace en papel y eso tiene un riesgo: si se pierde, moja o quema, no hay nada que hacer. El beneficio de digitalizar es que se podría aumentar la tasa de atención, porque con los exámenes disponibles virtualmente, se pueden tomar decisiones mucho más rápido”.

Falta de manuales de priorización

Vladimir Pizarro, ex director del Servicio de Salud Metropolitano Occidente, explica que el sistema GES produjo una gran inequidad. Detalla que a diferencia de las atenciones con Garantías Explícitas en Salud, que tienen plazos de atención legalmente establecidos y sistemas de priorización claros, las patologías no GES están menos reguladas: “No está la obligación de establecer tiempos de atención. Se tiene que avanzar en que todas las patologías tengan priorizaciones transparentes, con plazos claros y fijos de atención, porque eso ordenaría el sistema en su conjunto”.

En abril de 2018, el contralor Jorge Bermúdez presentó ante la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados (ver acta de comisión), los resultados de una auditoría sobre gestión de listas de espera de 23 hospitales públicos, que identificó la falta de manuales de priorización para los pacientes con enfermedades no GES. Bermúdez describió la situación como: “un caldo de cultivo para la corrupción”, al no reglamentar ni limitar la acción de los encargados de estas listas y así posibilitar alteraciones arbitrarias a ellas.

Para esta investigación se realizaron solicitudes de Transparencia a los 35 hospitales públicos dependientes de los Servicios de Salud Metropolitanos, detectando que no existe un manual unificado de gestión de la espera y que 19 de los establecimientos no trabajan con criterios explícitos de priorización de los pacientes. Esto significa que los hospitales determinan de manera autónoma sus variables y las personas se pueden encontrar con realidades muy distintas según el establecimiento al que sean derivadas.

15 instituciones indican en sus respuestas que se siguen variables clínicas para establecer las preferencias y adjuntan escritos creados por el Minsal, como el Manual de Registro de Listas de Espera y la Norma Técnica. Pero estos documentos no especifican ni enumeran los criterios para priorizar a los pacientes. Dentro de este grupo están, entre otros, los hospitales Sótero del Río, San José, La Florida, Del Salvador y San Borja Arriarán. En estos tres últimos se encontraron casos de alteración a las listas de espera por pitutos.

El Instituto Psiquiátrico, el Instituto Nacional del Cáncer, el Instituto Traumatológico y el Hospital de Til Til reconocen no tener manuales con criterios formalizados para dar preferencia a los pacientes. “Sin embargo, estos son priorizados por jefes de equipos de cirugía, según condición clínica de cada usuario y fecha de ingreso a Lista de Espera”, dice la respuesta a la solicitud de información pública del Instituto Nacional del Cáncer (ver respuestas).

Once establecimientos presentaron una serie de criterios con los que se prioriza a los pacientes de las listas de espera no GES. En promedio, tienen entre tres y seis variables, compuestas principalmente por el tiempo que lleva la persona en espera, la gravedad de la patología, la edad y la situación social. En este último criterio se prioriza, por ejemplo, a niñas y niños del Servicio Nacional de Menores (Sename). Dentro de ese grupo hay hospitales como el Roberto del Río, Félix Bulnes e Instituto de Neurocirugía (ver respuestas).

Pero con manuales o no, con criterios específicos o no, hay una situación que se repite en todos los casos: la calendarización de cada atención depende de la ponderación que realice un médico o un conjunto de médicos especialistas, además de la intervención y participación que tienen funcionarios técnicos en el proceso de registro y gestión de las listas.

Para Soledad Martínez está bien que sea un médico el que determine la priorización de las listas de espera, porque “es el especialista y es el que sabe”. Pero advierte: “Ese poder puede prestarse para que ponga o saque a quien quiera y se puede dar que reciba u opere a un determinado paciente sin respetar el orden”.

Hace dos años, María Díaz acompañó a su marido al hospital San Juan de Dios, donde fue operado por una hiperplasia en la próstata. Ella recuerda que esa vez no hubo espera, porque “todo fue por cuña”: un concepto clave en la jerga hospitalaria. Se dice que cuando las personas que trabajan en salud usan sus redes para que a sus familiares les den una consulta o los operen antes, estos son atendidos por cuña, es decir, usan influencias para saltarse la lista de espera.

La hija de Díaz trabajaba en un consultorio desde el que derivan pacientes al San Juan. Viendo cómo estaba su papá, habló con uno de los médicos, el que a su vez hizo la gestiones con el hospital: en dos semanas, el marido de María Díaz estaba de vuelta en su casa. Nunca ingresó en una lista de espera y gracias a los contactos de su hija, adelantó su operación.

Coimas

En la misma presentación de la auditoría realizada a 23 hospitales, el contralor Jorge Bermúdez declaró que en 2017 la CGR recibió “cientos” de denuncias sobre pacientes de la salud pública a los que se les exigió un pago para avanzar en la lista de espera, sin respetar su orden. Esto significa que ciertas personas, a través de una coima, pudieron haber sido atendidas u operadas antes de lo que les correspondía, pasando por encima de otros pacientes que, en condiciones normales, habrían accedido antes a la atención médica.

Para este reportaje se solicitó vía Transparencia el contenido y cantidad de las denuncias expuestas por el contralor. La CGR respondió que en 2017 recibió 1.918 acusaciones sobre hospitales, “pero ninguna de carácter formal respecto de la situación por la que se consulta”. Además, explicó que no tiene un sistema de clasificación temática, por lo que encontrar denuncias sobre coimas implicaría “asignar una excesiva carga de trabajo a los funcionarios encargados de responder” (ver respuestas).

Desde la Unidad de Acceso a la Información de la CGR explican que la inexistencia de denuncias se debe a que estas no fueron recibidas de manera formal, sino que a través de fiscalizadores en hospitales. Según cuentan, los pacientes se habrían acercado en persona a estos funcionarios, quienes a su vez le habrían comentado al contralor sobre las coimas para adelantar atenciones.

Pese a lo planteado por Bermúdez, ningún hospital de la Región Metropolitana registra denuncias de alteraciones a la priorización de la lista de espera. De acuerdo a información obtenida por Ley de Transparencia, los 35 hospitales de la Región Metropolitana afirman que no existen antecedentes en los que a una persona se le haya solicitado un pago a cambio de una atención médica, sin respetar el orden de la lista (ver respuestas).

A pesar de la inexistencia de denuncias, el presidente de la Federación de Trabajadores en Salud (Fenats) del Hospital San José, Luis Morales, asegura que en el establecimiento hay un mecanismo habitual con el que los pacientes adelantan sus atenciones a través de pagos.

Según cuenta, el proceso consiste en que el médico le dice a una persona que requiere operarse, pero que debe esperar, por ejemplo, un año en la lista de espera. “La razón suele ser que, supuestamente, no hay disponibilidad de pabellón o camas para la hospitalización”, explica Morales. Pero luego, el doctor le ofrece una cirugía más inmediata, a cambio de un pago equivalente al costo de un bono de Fonasa, que va directo al equipo médico. “Si el paciente está dispuesto a pagar, aparecen mágicamente los pabellones y las camas. Hacen una atención privada con los recursos públicos, y la persona se ahorra la espera”, detalla el dirigente.

Un funcionario administrativo que pidió que su nombre se mantuviese en reserva para este reportaje, cuenta que ha sabido de pacientes que al ser contactados para agendar su cirugía, responden que ya se operaron en el mismo San José: “Tuvieron la atención y siguen en la lista de espera. Además, muchos dicen que están endeudados por la operación, cosa que no debería pasar si es que lo hicieron en el Hospital”.

El presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, Juan Luis Castro (PS) cree que las coimas son un fenómeno que se puede dar porque “el principal problema de las listas de espera es la falta de registro: es un mecanismo obsoleto que no se logra transparentar, no existe control sobre la plataforma en la que se sitúa a las personas y los pacientes no saben en cuál lugar de la lista están ni por qué avanzan”.

La caja negra

Carlos Rodríguez espera desde hace dos años por una operación en su hombro izquierdo. Recuerda que partió con un dolor leve en la espalda, que ahora lo tiene con problemas para moverse, tieso y con “pinchazos en el brazo todo el día”.

Desde el consultorio lo derivaron al Hospital Sótero del Río, donde ha pasado mañanas enteras esperando a ser atendido. “¿La lista de espera? Yo no sé, ni la posición ni nada. ¿Cuándo me operan? Tampoco sé, porque se suponía que era en septiembre pero me la corrieron”, cuenta.

“Lo que genera más angustia en los pacientes al entrar a la lista de espera es que ingresan a una especie de caja negra: no saben en qué lugar están, cuándo los van a llamar y, a veces, pasan años sin que los contacten”, dice Vladimir Pizarro, ex director del Servicio de Salud Metropolitano Occidente.

El paciente tiene tan poca información, que puede ser eliminado de una lista sin enterarse. Esta investigación tuvo acceso a los sistemas de gestión de la espera del Hospital San José e identificó que en una semana de agosto de 2018 hubo dos casos de personas a las que se les cerró arbitrariamente sus Solicitudes de Interconsulta (SIC).

Una paciente de 60 años ingresó a la lista de espera de Oftalmología el 12 de julio de 2018. Menos de un mes después, el siete de agosto, su SIC fue cerrada bajo la causal de “Inasistencia”, que aplica cuando una persona falta dos veces a una hora médica agendada. Sin embargo, en la entrega de horas del Hospital no existe registro de un agendamiento formal de la consulta. “Es muy difícil que en menos de un mes se le hayan agendado dos atenciones y que se haya ausentado a ambas”, advierte un funcionario administrativo del hospital que no quiso que su identidad fuera revelada.

Otra paciente de 56 años fue derivada desde su consultorio para atenderse en Urología, Nefrología y Rehabilitación. Estuvo más de un año en las listas de espera y el 14 de agosto de 2018 le cerraron las tres SIC bajo la causal “Contacto no corresponde”. Un hospital puede cerrar la atención de una persona cuando esta no contesta al teléfono ni a una carta certificada que se envía a su casa.

Pero en la entrega de horas del San José está registrado que la paciente asistió a una consulta en Reumatología el 17 de agosto, tres días después de que la sacaran de las listas de espera de las otras tres especialidades. “No calza que se hayan podido contactar con ella para agendar esa atención y que para las otras tres haya sido inubicable. Es un ejemplo más de las cosas inexplicables que pasan en este hospital”, comenta el mismo funcionario.

Cuatro meses después de las declaraciones del contralor sobre las denuncias de coimas, el Minsal lanzó en agosto de 2018 una plataforma llamada Monitoreo Ciudadano de Listas de Espera. Inicialmente iba a contener un buscador individual donde el paciente podía hacer un seguimiento de su posición, pero la realidad es que hoy solo muestra información general sobre la cantidad de personas en las listas de espera quirúrgica de los hospitales.

Mauricio Osorio, director de la escuela de Medicina de la Universidad de Santiago, asegura que la única forma de mejorar la gestión de las listas de espera es que los pacientes tengan acceso a más información: “En la medida que el sistema de registro sea más transparente y permita a las personas ver su posición y la de las otros, disminuirían las alteraciones, porque las decisiones clínicas serían fiscalizadas por los mismos ciudadanos”.

“Lo único que quiero saber es cuándo me van a operar, cuándo me toca. ¡Nadie me dice nada!”.

Clac, clac, clac, clac. Con la ayuda de dos muletas, un hombre se aleja lentamente del mesón de Traumatología del Hospital San Borja Arriarán y vuelve a su silla luego de reclamarle a la recepcionista. Su nombre es Gerardo Olivares, de 55 años, y tiene artrosis en ambas caderas. Cuenta que le cuesta mucho desplazarse, que la enfermedad le ha impedido trabajar normalmente y que el dolor a veces se vuelve insoportable. Por ser menor de 65 años, califica como paciente no GES y lleva tres años en espera por una cirugía.

Ahora tiene una entrevista con la enfermera de la especialidad, que va a determinar qué exámenes debe realizarse antes de la operación. A pesar del tiempo que ha esperado, considera un milagro que lo hayan citado: “O hay algo divino o de verdad me priorizaron, porque ya ni me puedo mover (…) Es sorprendente, porque no conozco a nadie en el hospital y no tengo ningún pituto”.

Lo llaman con un grito desde el mesón y entra por fin a la consulta. Sale 15 minutos después, con una tímida sonrisa en su cara. “Supuestamente en tres meses me van a contactar para darme la hora de los exámenes”, cuenta.

Clac, clac, clac, clac. Olivares se va del San Borja. Pero la sala de espera del hospital se va con él, lo acompaña hasta su casa y se instala en su living.

Sobre los autores: Martín Ebner y Diego Martorell son estudiantes de Periodismo y escribieron este reportaje en el curso Taller de Periodismo Avanzado impartido por Paulette Desormeaux. El reportaje fue editado para Km Cero por Sara Alfaro.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl