El adiós de una Quimera

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7 min readJul 1, 2023

Fundada en 1984, la tradicional librería independiente de los Dos Caracoles en Providencia cerró sus puertas el pasado 31 de mayo. Era reconocida por su política de descuentos, iniciativa del dueño Luis Alberto Jadue, quien pagaba de su propio bolsillo. El fin de este clásico permite revisar la situación que viven otras librerías independientes en Chile.

Agustín Piza @agustinpizal

Edición de Josefina Rochna @jose.rochna

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Estaba ubicada en una de las tres salidas del edificio Dos Caracoles, la que da a la calle Nueva de Lyon en Providencia, pero la librería Quimera ya no existe. Su dueño, Luis Alberto Jadue (72), decidió bajar la cortina para siempre el 31 de mayo de este año. Quienes saben del proceso coinciden: tiró la esponja, agobiado por la pena. Contactado por este medio, Jadue se restó de hablar.

Fundada en 1984, Quimera abrió sus puertas para cumplir el sueño de Jadue. “Por eso le puso así”, cuenta María José Retamal (27), una de sus dos últimas administradoras. De acuerdo a la Real Academia Española, la palabra quimera significa “aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”.

Retamal agrega que hasta el final el local se mantuvo “absolutamente pujante, con una clientela estupenda”. Ricardo Navarro, administrador de los Dos Caracoles desde hace 31 años y alguien que se define como cercano a Jadue, cuenta que la muerte de su padre, después de 15 años de enfermedad, aniquiló al dueño de Quimera emocionalmente e hizo que “en uno o dos meses decidiera liquidar el local”.

Ximena Escobar (56), quien llegó junto a Navarro y ejerce como su secretaria, describe a Jadue como alguien serio y simpático pero selectivo. Agrega que solía vestir de camisa y chaqueta, de sombrero cuando llovía y siempre con un maletín colgado al hombro. Eso, sumado al cerca de metro ochenta de altura, el pelo castaño y los ojos azules, a ella le daba la impresión de respeto: “Tú no llegabas y le hablabas, él se acercaba. Era don Alberto”.

“Para afuera era así, pero aquí era otra dinámica”, cuenta Fernanda Marín (26), administradora junto a Retamal, y agrega: “Era muy relajado y simpático. Nos conversaba, nos recomendaba libros”. María José Retamal complementa: “Es alguien muy letrado y culto”. Cuentan que entre sus gustos están autores como Dostoyevski, Tolstói o Flaubert y que estudió periodismo en Barcelona, pero nunca ejerció. Siempre se dedicó a su pasión, los libros.

La llegada de Retamal a Quimera fue fortuita. Conoció a Jadue cuando hizo unas instalaciones de cámaras al local. Fue administradora desde el 2017 hasta al día del cierre, y fue también la que reclutó a Marín, que se integró en octubre de 2020. Para ambas, dicen, era como un hogar. Pasaban más tiempo allí que en sus casas. Relatan que armar algo para después desarmarlo “ha sido heavy”. Retamal agrega: “A todos nos da pena”. Y cuenta que hasta el final los clientes preguntaron la razón por la que Quimera había dejado de atender.

La librería, que funcionó siempre en dos locales fusionados, atendió al público hasta febrero. En marzo un cartel escrito en una hoja de impresora anunciaba que no había atención a público por inventario general. El mensaje cambió a comienzos de mayo, para confirmar el cierre definitivo.

Fernanda Toro (34) empezó a ir a Quimera hace 10 años: “Atendían muy bien, era una librería pequeñita. No recuerdo que me hayan atendido mal, y lo bueno era que tenían siempre los libros con 20% de descuento. Entonces, si veías algo en el Drugstore que costaba equis cantidad, en la Quimera siempre iba a estar un poquito más barato”.

La Galería Drugstore, otro clásico de Providencia, está a 190 metros de Quimera. Es un centro de venta minorista que cuenta con cuatro librerías al interior del edificio: Feria Chilena del Libro, Contrapunto, Nueva Altamira y Hora de leer. Dentro de la oferta se cubren diversos temas o públicos: últimas novedades, clásicos, juvenil, niños, rarezas o títulos poco conocidos, diseño, interiores o arquitectura. Entre los locales exteriores, sobre la calle Las Urbinas, están Catalonia y Green Libros, que se dedican a los libros usados. Por Andrés de Fuenzalida está Takk, con un catálogo de títulos sobre ciencias sociales, humanidades y narrativa. A unos 30 metros del local de Quimera por Nueva de Lyon está Karma, especializada en esoterismo.

Todas forman parte de un grupo de 19 librerías, tanto independientes como cadenas, que se reparten en el sector que va entre las calles Pedro de Valdivia y Suecia al poniente y Nueva Providencia y Andrés Bello al norte. Con sus casi 40 años, Quimera era una de las más antiguas.

María José Retamal cuenta que la librería tuvo descuento permanente por años. Antes era del 20%, pero cuando ella entró a trabajar había bajado al 15%. “Era para aminorar el IVA”, dice Retamal. Agrega que este descuento siempre fue sostenido por el bolsillo de Jadue: “Esto era como un hobby, meramente de gusto del dueño de la librería”.

Rebajar en un 20% o un 15% el precio de un ejemplar no es algo que se puedan permitir todas las librerías chilenas. “La mayoría están en un modo de supervivencia cercano a lo crítico”, dice Fabio Costa (39), presidente de la Asociación de Librerías de Chile (ALCH).

Esta agrupación nació en la pandemia como “una red de seguridad”. Costa dice que la idea era proveer de un espacio donde los libreros asociados pudieran buscar formas de ayudarse “de cara a las autoridades”. Cuenta que obtuvieron un fondo del libro, iniciativa provista por el Ministerio de Cultura, y que salió “de emergencia” durante la pandemia.

El fondo, añade, estaba pensado para pagar sueldos o arriendos, con montos de hasta 18 millones de pesos. “Salió el 2020 y les salvó el año a varias librerías”, afirma. Pero la época del Covid-19 pasó y hoy la situación para las librerías independientes es compleja: “Se reduce la posibilidad de competir. Hay descuentos brutales en páginas como Amazon. Una librería chica vende 10.000 o 20.000 títulos distintos. Hay una riqueza cultural ahí, que esos puntos de venta grandes no tienen. Pero que te quitan una parte importante de ventas, porque se meten al rubro con descuentos que son totalmente abusivos”.

Costa cuenta que, dentro de lo que la ALCH ha logrado, está el día de las librerías, que es el 11 de diciembre. Explica que ahora están buscando lograr una ley de precio fijo, que consiste en fijar el máximo descuento posible que cualquier librería o vendedor como Amazon pueda ofrecer. La idea es que no supere un porcentaje establecido y Costa dice que lo usual es el 5%, sobre el precio de venta público, que es definido por las editoriales. Añade que así se hace en países como Japón, España o Argentina. “El fin último de esta ley es la protección de la cadena del libro (editoriales, distribuidoras, librerías, clientes)”, remata.

La ALCH es parte de la Red Latinoamericana de Librerías Independientes (RELLI), donde participan locales de México, Colombia, Argentina y Chile. Costa señala que Chile es el único que tiene Impuesto sobre el Valor Agregado (IVA) al libro. Sabe que es un tema importante, ya que hay una “cuestión filosófica” por detrás: “Es una lucha de muy largo plazo y tenemos problemas mucho más urgentes en el corto”.

Para él hay “mucho mito” alrededor del IVA. Afirma que no porque se baje del 19% actual a cero, los precios bajarán en la misma medida, debido a que hay servicios que las librerías pagan, como el arriendo de un local, que sí tiene IVA. “Tal vez baje un 5, un 10, pero nunca el 19. Incluso entiendo que la fórmula matemática de IVA óptimo al libro sería del 6%”. Además -señala- no porque bajen los precios “de la noche a la mañana la gente va a empezar a leer y el mercado va a crecer. Hay un tema cultural también”.

Andrés Díaz (36) cuenta que era cliente de Quimera desde hace más de 10 años. La conoció siendo vecino del sector. Ahora ya no vive en la zona, pero dice que la visitaba si iba a Entre Juegos, una tienda cercana: “Me parece terrible. Son las librerías locales las que cierran”.

Díaz dice preferir las tiendas pequeñas antes que grandes cadenas como Antártica: “Siento que te dan un servicio más personalizado, y generalmente te dan mejores recomendaciones”. Fernanda Toro añade: “Creo que es una pérdida increíble. Es triste también para el consumidor, porque el descuento era muy bueno, atendían muy bien, estaban muy actualizados, siempre tenían las novedades”.

Toro dice no sorprenderse por el cierre: “La gente está leyendo muy poco. Si yo hablo con otras personas a veces te dicen yo me leo un libro al año”.

En el estudio “Encuesta de hábitos y percepciones en Chile”, publicado en abril del 2022 por la compañía de estudio de mercado Ipsos y Fundación La Fuente, se muestran distintas mediciones sobre hábitos e intereses lectores. Los datos indican que siete de cada diez encuestados siente mucho (22%) o bastante interés (48%) en la lectura por gusto. Dentro de este grupo las formas de leer principales se distribuyen así: el 69% lo hace por medio de redes sociales, el 52% prefiere portales de noticias o páginas web y el 51% opta por los libros. El 82% de los encuestados le gustaría leer más de lo que lee actualmente, y solo un 11% dice que no tiene interés.

Actualmente el local se prepara para recibir a su nuevo arrendatario, una pizzería. En los últimos días de mayo se sacó el cartel verde con el nombre que estaba ubicado arriba de la puerta de Quimera. Hoy, al pasar ya no se ve ni en cartel ni la hoja que avisaba el cierre. No quedan libros en las estanterías, el lugar está vacío y las persianas están abajo. Cada tanto pasan personas que al mirar el local se detienen a observar con detenimiento. Ya no queda ningún rastro de lo que alguna vez fue.

Para Benjamín Peña (24), administrador de la librería Karma, “en el rubro de los libreros la mayoría de la gente es mucho más grande”. Dice que hay pocos jóvenes y cree que “es necesario que sean parte de esto”.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl