Fotos por Daniela Parraguez.

Paso Olvidado

Bajo la Alameda, entre la publicidad, los rayados y la suciedad, se mantiene una de las obras de arte más importantes y significativas de los años 70, el mural cinético más grande de Chile: el paso bajo nivel Santa Lucía. La falta de mantención y el desconocimiento de las autoridades y los santiaguinos ha hecho que esté expuesto a rayados y que parte importante de los cerámicos que lo componen ya no estén, dejando el concreto al aire. Desde 2004, distintas organizaciones han tratado de levantar la preocupación por su estado sin resultados hasta hoy.

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8 min readJun 22, 2017

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Por Daniela Parraguez

Al bajar por Santa Lucía y pasar por el lado del cerro donde se fundó Santiago, justo antes de llegar a la Alameda, la calle se transforma. Los automovilistas que siguen la ruta se sumergen por unos segundos bajo tierra y en las paredes los cerámicos forman franjas horizontales en distintos tonos de azul, con una pequeña línea roja entremedio. Suben, aparecen, avanzan y luego desaparecen. La obra abarca los pasos peatonales superiores e invita a entrar y descubrir hacia donde llevan estas formas. Pero pocos se dan cuenta por su estado.

El paso bajo nivel Santa Lucía fue construido en 1969. El objetivo era, y sigue siendo, conectar el lado norte de la ciudad con el sur sin tener que cortar el flujo de la Alameda. Fue un proyecto pensado, principalmente, para facilitar el tránsito de las personas. Su ubicación junto con su propósito social, fueron algunas de las razones por las que fue elegido por la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu), en 1969, como espacio para ser intervenido con un objetivo artístico al amparo de la ley 17.236, promulgada el mismo año y aún vigente, en la cual se promueve la incorporación del arte en edificios y espacios públicos.

El presidente Eduardo Frei Montalva, en el inicio de obras en 1969. Fotos gentileza de la Casa Museo Eduardo Frei Montalva.

La Cormu fue una institución gubernamental que funcionó desde 1965 hasta 1976. Su principal objetivo era el desarrollo urbano, el cuidado y mejora de la ciudad. Mónica Salinero, investigadora en el área de sociología política y sociología del arte de la Universidad de Valparaíso, plantea que la Cormu cumplió un papel importante en la urbanización de Santiago: “En esa época hubo mucho traslado de masas a la ciudad y había que intentar integrar estas masas al centro cívico. La Cormu buscaba hacerlos parte, reconocerlos como ciudadanos”. Sumando su labor urbanista con la de la incorporación de la ley 17.236, se dio paso al primer concurso de la Cormu en 1970, que pretendía dar vida al paso bajo nivel Santa Lucía, que solo tenía una pared de cemento. 19 proyectos fueron presentados, de los cuales tres pertenecían al Taller de Diseño Integrado.

Paralelo a la promulgación de la ley, el colectivo artístico Taller de Diseño Integrado, compuesto por los artistas nacionales Eduardo Martínez Bonati, Carlos Ortúzar e Iván Vial, buscaban la incorporación del arte a la sociedad. En una entrevista que se hizo a los tres artistas para la revista Paula en 1970, Ortúzar dijo: “La obra debe estar en la calle o en el parque, o en lugares de acceso cotidiano”. A esto se suma lo dicho por Martínez Bonati en una entrevista sin publicar realizada por la investigadora Salinero en 2012, que fue facilitada para este reportaje: “Siempre fui de la idea que el arte no podía ser exclusivo de las galerías y los museos, había que sacarlo de allí, sacarlo e incorporarlo al contexto del medioambiente urbano y usar la incorporación de nuevas tecnologías industriales”.

Entrevista al colectivo de Taller de Diseño Integrado en Revista Paula, 1970. Foto obtenida de http://arteymedios.org/biblioteca/publicaciones/item/299-el-taller-de-diseno-integrado bajo una Licencia Creative Commons Atribución No Comercial Sin Derivar 4.0 Internacional.

Dentro de los requisitos del concurso, se planteaba que el muro debía estar recubierto de un material resistente y lavable, y considerando que tal como dice Martínez Bonati, buscaban usar nuevas tecnologías industriales, como los cerámicos y el hormigón, no el clásico mármol o bronce, el proyecto se alineaba con los principios ideológicos fundamentales del colectivo.

Una de las características del Taller de Diseño Integrado fue la convivencia de la individualidad del artista y el trabajo en conjunto. Los artistas, aparte de ser muy amigos, trabajaban en un mismo taller, y vieron en el concurso de la Cormu la oportunidad de realizar una obra que aportara al país. Luego de discutir los puntos generales de cómo abarcar el proyecto, decidieron presentar tres opciones al concurso y en el caso de que una saliera ganadora, trabajarían todos para llevarla a cabo. El ganador fue Iván Vial.

En menos de un año cubrieron con teselas cerámicas chilenas la superficie de aproximadamente 2.695 m2, equivalente a más de ¼ de una cancha de fútbol profesional y formaron el que fue hasta hace poco el mural más grande de Chile. Superado en 2015 por el mural que cubre el canal de los relaves de la mina El Teniente.

La escultora e investigadora de la Universidad de Chile, Marcela Ilabaca, se ha dedicado a investigar al grupo de artistas y su obra, y plantea que esta se caracteriza por ser arte abstracto y a su vez cinético. Ilabaca explica que cada decisión del diseño fue tomada conscientemente por los artistas para lograr que el automovilista pase por el lugar guiándose por las líneas. “La propuesta se centra en estabilizar la percepción, no poniendo un foco central. Es muy continua y a la vez muy fragmentada”, expone Ilabaca y agrega: “Es cinética, porque trabaja el concepto de movimiento y tiempo. Para percibir, el espectador requiere de un tiempo y una trayectoria. Lo que hace que estos elementos horizontales inviten, no a la velocidad, sino a un tránsito moderado. Por eso trabajan estas líneas horizontales, que invitan al reposo y pasividad, y el color azul que invita a la calma, por eso es arte abstracto”.

Al rescate

Desde su inauguración han pasado 48 años y jamás se le ha hecho una restauración. Ha resistido terremotos, choques, rayados, incluso la han intervenido con publicidades y rejas, pero sigue en pie.

En 2014 la Municipalidad de Santiago llamó a concurso a distintos arquitectos para realizar obras de mejoramiento al cerro Santa Lucía. Dentro de las opciones consideradas, la del arquitecto Mario Pérez de Arce proponía ampliar la entrada del lado que colinda con el paso bajo nivel, para que la plaza Vicuña Mackenna, que se encuentra al lado opuesto del Santa Lucía respecto al paso bajo nivel, se una al cerro. Dentro de los fundamentos del proyecto se planteaba que el mural sería “afectado parcialmente”. “La losa proyectada lo cubrirá en una parte importante, el anclaje del sistema de vigas obliga a recortar su tramo superior en el costado oriente. Entendemos que estos costos están con creces justificados por el alto valor de las conquistas espaciales para el ciudadano”, propone el documento.

El proyecto obtuvo el segundo lugar en el concurso y fue archivado en la municipalidad, sin embargo, la sola idea de intervenir el mural, puso en alerta a arquitectos y personas vinculadas al mundo de la cultura, que se han organizado desde finales del 2015 para proteger este hito.

Gastón Vega en conjunto con CIF propuso una iniciativa ciudadana para limpiar el mural, que fue frenada por el Consejo de Nacional de Conservación y Restauración, que argumentó que el limpiador dañaría la cerámica.

Su daño es evidente: estructural, marcas de rayados y parte importante de sus están cerámicos caídos, dejando grandes espacios vacíos dentro de la obra. La arquitecto Pelagia Rodríguez ha sido una de las mayores impulsoras del rescate del mural. En 2004, por iniciativa propia, realizó e hizo entrega a la Municipalidad de Santiago de un estudio con la evaluación de la situación del mural y los costos asociados a su recuperación, pero pasó inadvertido, según el arquitecto Gastón Vega, que forma parte de la consultora +Patrimonio.

Vega trabaja de forma independiente en el proceso para declarar Monumento Nacional esta obra urbana. Hoy el paso bajo nivel Santa Lucía se encuentra en proceso de declaratoria, lo que significa abrir un archivo en el que se recolecta información e investigaciones que acrediten la importancia del monumento, trabajo que debe hacerse sin la participación e intervención del Consejo de Monumentos Nacionales.

El 6 de junio de 2016 este grupo de cinco personas además de varias comunidades colaborativas -entre ellas Pasarelas Verdes y el Museo Nacional de Bellas Artes- presentó una carta al Consejo de Monumentos Nacional en la que se proponen dos grandes valores que hacen declarable al mural. “Por ser el mural de arte cinético de recubrimiento cerámico más grande del país, innovador para su época, con una calidad de arte que no se había visto nunca, y segundo, por su variable de infraestructura, es el primer paso bajo nivel que se hace en la Alameda”, expone Vega. Este paso es producto de los estudios iniciados en 1956 que son conducentes al plan regulador intercomunal de Santiago. El primer ordenamiento de la ciudad.

Los procesos de declaratoria suelen ser largos, dependen de la rapidez en recopilar los documentos y del interés y la urgencia del Consejo Nacional de Monumentos (CNM). Vega espera que el Consejo de Monumentos Nacionales lo apruebe antes de 2018. Si bien esto no significa obtener el dinero para rescatarlo, si le permitiría difundir con mayor propiedad su valor, poder participar por fondos concursables para repararlo y, sobre todo, evitar su destrucción ya sea total o parcial.

Proceso de declaratoria de Monumento Nacional. Esquemas desarrollados por +PATRIMONIO Consultora SpA como parte del Informe sobre zonas típicas realizado al Consejo de Monumentos Nacionales entre 2015 a 2016. Gentileza de +PATRIMONIO.

Junto con la declaratoria, Vega mediante +Patrimonio ha comenzado campañas que buscan acercar el mural a los vecinos y ha intentado contactarse con empresas a las que les interese aportar para repararlo. Con ese objetivo se puso en contacto con la compañía Unilever y su línea de productos de limpieza doméstica CIF. Desde un comienzo la empresa se interesó en participar para lograr publicitar sus limpiadores mediante la interacción con las personas. El 19 de marzo de 2017 en Open House Santiago (OH! Santiago), evento que se realiza en varias ciudades con el objetivo de difundir su arquitectura, infraestructura y espacios públicos, se quiso llevar a cabo una actividad que invitaba a los vecinos a limpiar el mural con CIF, lo cual, según Vega, favorecía tanto a la empresa como al mural, ya que se podría explicar a la gente lo que es y representa.

“Tristemente, todo quedó en una pelea de egos, porque el Consejo Nacional de Conservación y Restauración dijo que CIF era lo más dañino que le podía pasar al mural”, dice Vega. El argumento principal para evitar el uso del limpiador era que debido al desgaste del fragüe que une los cerámicos, el producto penetraría directamente en el mortero que pega las teselas al muro, el cual es de alta porosidad y por tanto, sería proclive a un mayor desprendimiento de los cerámicos. “Es discutible, siendo que el municipio hace más de siete años que lo limpia con removedor de pintura industrial, hidrolavadoras y diluyente”, argumenta Vega.

Mientras no sea considerado un monumento nacional, el mural sigue expuesto a rayados, y sobre todo, condenado al olvido.

Sobre el autor: Daniela Parraguez es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa. El artículo fue editado por Sofía Hidalgo en el curso Taller de Edición en Prensa.

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Periodismo universitario, reporteado y escrito por estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. www.kilometrocero.cl