Educación: ¿Cuestión de imposición o libertad?
Hola, me da gusto estar por primera vez en contacto con ustedes. Mi nombre es Cecilia Rodríguez y soy estudiante de Comunicación, ya cercana a concluir la universidad. A través de este blog, espero compartirles mi pensar, y no limitarme a un solo tema, cualquier tópico que tenga trascendencia podrá ser tratado. Tendré la suerte de compartirles mis anécdotas y, más que solo eso, la manera en que estas me hicieron reflexionar y aprender algo nuevo.
En esta primera semana, quiero hablar de educación, y del concepto que tenemos sobre esta palabra. El día de ayer, estando en el aula, comenzó la clase de “Comunicación Educativa”. Un compañero, de esos chavos de mente abierta que siempre quieren opinar, dijo que estaba mal que estando en la universidad nos siguieran tomando asistencia, porque se supone que ya somos adultos y que estamos formados desde pequeños para saber que si faltamos a clases, a quien perjudicamos es a nosotros mismos. Este comentario generó revuelo y el debate no se hizo esperar…
Al llegar a bachillerato o a un nivel universitario ya estamos acostumbrados al sistema escolarizado y cada uno, como estudiante, tiene un patrón de hábitos, ya sea uno muy positivo y responsable o uno desordenado y disfuncional. ¡Qué bien cuando el alumno llega con buenos hábitos, cuando ya es maduro y consciente de la importancia de su educación! pero, ¿qué sucede cuando el alumno no se formó de manera adecuada en sus primeros años?, ¿Cuando es flojo, desorganizado, cuando no aprecia la escuela ni tiene la madurez para usar su libertad de manera adecuada? ¿Conviene tener un sistema abierto y adulto para una persona cuyo comportamiento dista mucho de serlo?
La libertad siempre ha existido, pero se le debe conferir a la persona hasta el día en que es capaz de tomar decisiones inteligentes –o por lo menos medianamente inteligentes- por ella misma. Dentro del debate que surgió en mi salón, una chica dijo que era un error hacer de la educación un acto impuesto y obligado, que los alumnos de nivel superior que no se interesaran por la escuela, debían mejor irse a su casa para no ser un estorbo en el salón. Sin embargo, sabemos que hay muchos chicos que deciden dejar sus estudios porque nadie los orienta o presiona a continuarlos, porque les da flojera ir a la escuela y, ¿qué crees? ¡Jamás los retoman! La oportunidad y medios para estudiar muchas veces se les van y jamás continúan estudiando. ¿Qué obtenemos en este caso con este modelo de “libertad”? Mayor número de personas no preparadas, que aspirarán a un sueldo bajo, que tendrán una visión más pobre de la vida y que podrían caer incluso en la delincuencia.
Si muchos de nosotros en algún punto de nuestra vida no hubiéramos sido forzados a estudiar o a acudir a una clase, tal vez ya no seguiríamos en este camino llamado estudio, porque en nuestra inmadurez hubiéramos sido incapaces de tomar la decisión correcta para nuestro futuro. Además, la institución educativa tiene en cierto modo la obligación de lograr que el joven aprenda, en vez de solo lavarse las manos y decir: Pues ustedes de cualquier forma pagan su colegiatura, ya si no quieren aprender no es problema de nosotros. ¿Qué compromiso con la educación tendría la escuela en ese caso?
Sé perfectamente que lo ideal es que un joven se desarrolle en libertad, que tome la decisión por sí mismo de prepararse, pero cuando este NO tiene una madurez mental, es necesario un empujoncito, un profesor estricto, una maestra que pone falta si llegas un minuto tarde, un profesor que no te recibe en clase si vistes de manera inadecuada, una columna vertebral que le dé estructura a su vida y que aunque a él le cause fastidio en el momento y se sienta aprisionado, en un futuro pueda agradecer.
Aspiro a que lleguemos a ser una sociedad donde los jóvenes aprecien la escuela como el mejor regalo y oportunidad que uno pueda recibir, sin la necesidad de recibir presiones externas, pero mientras logramos ser “esa sociedad”, un proceso que lleva años, un poco de mano dura es necesaria para conseguir que el alumno supere sus propios límites y no se quede estancado en un libre albedrío que aún no sabe aprovechar.